En esta sección se reproducen poemas en sus diferentes formatos y soportes. Se trata de un archivo de textos, voces, videos, performances.

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Díaz, Marcelo

Foto de Ana Miravalles

Blaia es un libro sobre los recorridos, los trayectos transformados en crucigramas, mapas, túneles de topos y hasta electrocardiogramas, pero es más bien un libro sobre el recorrido para llegar a la escritura, en más de un sentido. El recorrido, en principio, no es lineal ni está impulsado por una meta, sino que exhibe la posibilidad de avance por atajos y caminos sinuosos, espiralados y a la vez da cuenta de los obstáculos, por eso el topo “negocia un equilibrio entre sus necesidades y los accidentes del terreno”, por eso el que recibe el preciado regalo del electrocardiograma no sabe leerlo pero cree que puede cantarlo. Cuando Marcelo Díaz cita la poesía provenzal o apela a Greil Marcus, a Alexander Kluge, incluso cuando introduce las imágenes de mapas o fotos, o cuando se mete de lleno en las vestiduras del barroco del siglo de oro, en Diesel 6002 (2001) y además cita a Nino Bravo o introduce un cisne de cemento, no está equiparando materiales, está armando trayectos, contactos; cada uno lee al otro, lo moldea, lo saca de caja. Así, el escritor podría pensarse bajo la figura del artesano que se sabe poseedor de un pasado y tiene un ojo, un oído afinadísimo en el presente; es decir que se trata de un artesano que no le teme a la producción en serie, a lo industrial, ni a su resaca. Lo artesanal está en el trabajo con los materiales y lo artesanal es siempre artístico (por más que sea industrial). Podría decirse, inclusive, que se trata de un artesanado fabril, aunque suene a oxímoron, porque ahí el trabajo manual admite otras formas, adquiere la dimensión de lo colectivo y habilita el sabotaje. Si pensamos en “Preguntas de un obrero que lee” de Brecht, ese poema sobre lo que hay detrás de la historia entendida como sucesión de hitos (“¿A dónde fueron los albañiles la noche/ en que fue terminada la Muralla China?”; “César derrotó a los galos./ ¿No llevaba siquiera cocinero?”) podríamos estar cerca de la idea de escritura de Díaz, siempre sobre el revés de una trama; y sin embargo, habría que agregar allí una cuota de azar, o de gesto inédito que se construye a partir de una premisa retomada en este reportaje: “Es lo que hay”, en su doble apreciación de exceso y de falta. Uno y otra son, además, formas de la falla: la falla del artesanado en el enorme cisne de cemento del poema de Berreta (“Once maneras de contemplar un cisne”), su recorrido del lago poético al jardín familiar, como macetero; la falla industrial en las vías de Diesel 6002 por las que corre el rapto amoroso. Se trata, siempre, de la falla de la lengua, aquella en la que impacta el ruido del tranvía robado por una loca (porque la hace sonar diferente). Lo artesanal es, entonces, más que un tratamiento de los materiales del poema, una posición ante ellos, una posición móvil que pone en relación a Greil Marcus o el punk con la poesía provenzal, al amarillismo periodístico con Quevedo. Moverse artesanalmente y resituar cada signo a partir de lo que trae aparejado, todos los significados posibles, pero también, a partir de sus fallas, del momento en que enloquece y empieza a hablar otra lengua, situada y sacada de lugar y otra vez situada.

Publicamos en la sección “Archivo/ Materiales” algunas de las puestas en voz y performances de Marcelo Díaz en las que destacamos la localización del lugar de la voz. En “Cuatro problemas”, un trabajo del videasta Nicolás Testoni, Marcelo Díaz lee poemas de la serie de los topos de Blaia, alumbrando el texto (que no se ve pero está) con un fósforo. Lo que vemos en su rostro encerrado en un círculo, por momentos sólo su boca. En “Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano”, el poeta usa, justamente una máscara que interfiere la visibilidad, pero sobre todo la salida de la voz. Máscaras, podríamos decir, en ambos casos, como si la puesta en voz necesitase de una mediación que no se resuelve en la figura real del que escribe. Porque la interferencia, en ambos casos, pone el foco en la voz. El ejercicio de “Cuatro problemas” puede leerse como manifiesto, enlazando la figuración del topo con las dificultades del poema. Es, entonces, una reflexión sobre las condiciones de producción de la escritura y de circulación del poema. La luz artificial arma un hueco (del que el poeta entra y sale) por donde puede ingresar el poema. No debería confundirse con una voz oracular porque lo que pone en evidencia es la dificultad y a la vez la experimentación sobre la forma. La lectura con máscara (dos máscaras de luchador mexicano hasta el momento) tampoco debería ser pensada como desapropiación o posibilidad de extrañamiento, pero salvo en “Díptico….” No hay una razón “temática” para que la máscara aparezca. De hecho, lo que dicen los versos de “Díptico…” tampoco envía a esa máscara como una sinécdoque o una metonimia. El uso de la máscara también, como dijimos, impone una dificultad pero a la vez arma un contrapunto de la lectura: el de la cultura popular; no nos referimos a la cultura popular a secas, a un acento puesto en lo regional, sino a una versión latina y pop de esa cultura (la máscara de luchador mexicano podría ser el ícono de una de las famosas series de retratos de Andy Warhol). En este sentido, la máscara funciona sacando de lugar al texto, abriendo una doble vía en la que se arma un contexto no del poema sino de la poesía y de la voz en general (como un anuncio, siempre presente, de lo bizarro).

Dice Marcelo Díaz del uso de la máscara, refiriéndose explícitamente a “Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano”: “Respecto a la máscara, puede haber varias respuestas, una, caprichosa, es que me fascina como objeto, me gusta ponermela, y leer, pero claro, podría leer cualquier cosa, no solo este poema; otra razón es que dispara las preguntas ¿por qué la máscara? ¿qué hay debajo? y lo que importa no es tanto la respuesta, sino que la pregunta se renueve ¿no? Que alguien después de la sorpresa busque lazos entre máscara y poema, que es una forma de volver al poema. Y el poema es un collage de identidades, imaginarios, fantasmas, que se superponen, se raspan y se pegotean, no es "el crisol de razas" que nos enseñaron en la escuela, esa manera de fundirnos y hacernos una sola cosa, pero tampoco es la celebración de las diferencias, porque hay cierta violencia en cómo los músicos son mirados, incluso en su música, donde los temas que hacen no tienen nada que ver con las vestimentas que usan... bolivianos de muchos países (ecuatorianos, paraguayos, argentinos, etc), cosmopolitas, cosmobolitas... ¿por qué se visten así? ¿de dónde son? ¿qué juego juegan con las identidades? si hay multiculturalismo en esa escena, es un multiculturalismo descentrado, trash, con una violencia latente, por eso la máscara, que suma distorsión, que no deja ver quién la lleva, pero sí deja ver la puesta en escena, como la de los músicos que hacen Titanic con instrumentos andinos de viento entre carteles de Movistar... ¿de dónde son? no es posible saberlo, como tampoco es posible saber de dónde son los capitales transnacionales que aparecen en la escena ¿de dónde es el que lee? tampoco es posible saberlo. Y detrás de la máscara puede estar cualquiera, eso también me gusta. Alan Mills, que es fanático de la lucha libre mexicana, y que cree que es el espectáculo del futuro a punto de desplazar al fútbol, ve un emerger de tradiciones originarias, el mundo de los mitos indígenas vuelto espectáculo en la lucha y en las máscaras, que representan fuerzas simbólicas, más que personas debajo de ellas. Me gustó esa explicación, que jamás imaginé, y creo que voy a adoptarla también” (tomado del blog de Eterna Cadencia, https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/poesia/item/diptico-para-ser-leido-con-mascara-de-luchador-mexicano.html)

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El experimento del artista sonoro Marcos Calvari, que retoma la grabación de Testoni de “Cuatro problemas”, pero utiliza sólo el audio para proyectarlo a través de un portero eléctrico de edificio, por otra parte, plantea la posibilidad de una voz sin fuente.

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Dos tomas de "Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano"

ALectura en la Maratón de poesía del Festival de Internacional de Poesía de Rosario (19 de septiembre 2009)
Año: 2009
Duración: 5’ 23’’

B) Primer aniversario de Festín mutante
Año: 2011
Duración: 7’ 32’’
Video de Luis Alberto Marecos

Primer aniversario de Festín mutante, ciclo de poesía y narrativa contemporánea en Cosmiko galería de arte organizado por Juan Rux, en  la ciudad de La Plata.

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Lectura en el seminario “Contra la lagrimita”
Facultad de Humanidades / UNMdP
Año: 2013 (noviembre)
Duración: 1’ 15’’

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“Blaia. Cuatro problemas”
Año: 2010
Duración: 4' 19''
Video de Nicolás Testoni

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Blaia de Marcelo Díaz y Nicolás Testoni/ Emisión sonora de Marcos Calvari
Año: 2013
Duración: 4’ 47’’
Tomado de “Ruido seco”(http://www.galeriaperenne.com.ar/)

Calvari escribe en su sitio que las emisiones se realizan conectando un mp3 al teléfono del portero de su departamento. Las transmisiones se realizan por un período de tiempo en distintos momentos del día, con luz o de noche. No hay un registro visual de cada emisión sino, a modo de ejemplo, el que se pude ver en el sitio.

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Postal hecha para el Festival Internacional de Poesía de Rosario
21 al 26 de septiembre 2010
Foto: Gisselle Marino

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Entrevista a Marcelo Díaz y lectura  del poema "Inventario del malón" del libro Sintonía Americana
Goles Rosas
Año: 2018
Duración: 5’ 17’’

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Marcelo Díaz (Bahía Blanca 1965) publicó Berreta (Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1998), Diesel 6002 (Bahía Blanca, Vox, 2001), Laspada (Bahía Blanca, El Calamar, 2004), la recopilación Es lo que hay (Buenos Aires, 17 grises, 2010), Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano (Buenos Aires, Editorial Subpoesía, 2013) y Blaia (Cáceres, Ediciones Liliputienses 2013 y 2015; Buenos Aires, 17 grises, 2015), Grandes éxitos (Bahía Blanca, Vox, 2018). Estudió Letras en la Universidad Nacional del Sur. Integró el grupo de arte público Poetas Mateístas, que entre 1985 y 1993 pintó murales con poemas en las paredes de Bahía Blanca, y editó la revista mural CUERNOPANZA.
Colaboró con la revista objeto Vox, el Diario de Poesía, la revista de artes y letras Otra Parte y el sitio www.bazaramericano.com
Coordinó en Ferrowhite, museo taller del puerto de Ingeniero White,  junto a Vivi Tellas y Natalia Martirena, el proyecto Archivo White de teatro documental.
Es uno de los organizadores del Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca.
Coordina junto a Omar Chauvié, Mario Ortiz y Sergio Raimondi la EAPP (Escuela Argentina de Producción Poética) en el Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur.
Durante 2016 coordinó un espacio de clínica de escritura en el Laboratorio de Prácticas Literarias, de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Tiene un blog, Acción literaria (http://accionliteraria.blogspot.com/). Es el creador y coordinador del sitio NAU (http://naupoesia.com/)

Más sobre el autor:

-Matías Moscardi, Ana Porrúa y Carlos Ríos (entrevista a Marcelo Díaz). “El método de la ballena”, en BazarAmericano, Actualización marzo – abril 2016. Disponible en http://www.bazaramericano.com/reportajes.php?cod=35&pdf=si
-Presentación en el blog La infancia del procedimiento. Disponible en http://lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com/2007/05/marcelo-daz.html
-Reseña de Blaia, por Mario Ortiz, en Otra parte semanal. Disponible en https://www.revistaotraparte.com/literatura-argentina/blaia/
-Ana Porrúa. “Plan B: el movimiento continuo”, estudio preliminar a Marcelo Díaz, La estructura del desequilibrio, Cáceres, España, Ediciones Liliputienses 2017.

 

Texto de presentación y curaduría: A. P.

Actualización: 7/ 05/ 2017

Actualización: 11/ 03/ 2019