Perspectiva desde una bañera
Después habrá una discusión.
Por ahora todo es cerrar los ojos,
mantenerlos cerrados a la altura del agua,
respirar, volver a sumergirse.
El límite entre el agua y el aire
coincide con la línea de pensamiento
que lo que hace es fundir y refundir
en cualquier orden
un par de escenas o secuencias, fotografías
tomadas con una cámara automática,
siempre más o menos el mismo material,
- es lo que se ha podido reunir -
animales salvajes avanzando
hasta quedar en primer plano,
alguien que le enseña a una chica
a usar una pistola en el desierto,
o igual una persona en una bañera
- y aquí vendrá la discusión:
quién es la persona,
quién soporta
la línea de pensamiento, o quién
apretó el gatillo,
tomó la foto, quién señaló la posición
donde habría que ubicarse
para obtener una buena vista aérea
de la bañera.
Epigrama
Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.
Rapture
después
el oxígeno se agota,
un segundo antes alcanzamos
a acercar ceniceros, vasos,
el teléfono.
Cuando todo lo que podría
llegar a ser necesario y a estar lejos
rodea la cama
ya no hay qué hacer ni qué decir.
Literales, charlamos de esto y de lo otro
y cada uno vigila una salida
por donde la dicha pudo haber huído.
Si lloviera dentro de esta habitación
el agua no haría más que lavar
unas piedras tibias.
Noche con posibilidades
Para todo habrá tiempo: para pedir cerveza
y que mientras él vaya al baño
yo encienda uno de sus cigarrillos
pero al sacarlo del atado otro más caiga
y se ponga a rodar
y cuando intente atraparlo llegue hasta
el charco que por algún motivo apareció
entre los vasos,
para que mientras considero
si dejar que el cigarrillo se seque
o hacerlo desaparecer
él vuelva del baño y descubra mi torpeza,
y así seguir enumerando
sin que ningún eslabón defina nada
sino que sólo implique - se produce
en muy raras ocasiones
este fenómeno, este diverso proceder
del tiempo:
ya no transcurre
cambió de dirección
cobra profundidad
se subdivide indefinidamente.
Un oráculo
El conductor señala hacia adelante.
Mirá qué lindo, me dice
es un Porsche. Esa luz es el freno.
Qué linda maquina. Mirá
lo que son las ruedas.
Cincuenta y cinco mil, saldrá.
Me enfoca por el espejo: vos
tendrías que conseguirte un novio
con un Porsche. ¿Qué?
Pero sí, me alienta
vas a ver que sí. Alguna vez
cuando andes por ahí en el convertible
vas a pensar: "el tachero me lo dijo",
¡pero no lo digas! (y hace ante la boca
con el dedo el gesto del chamuyo),
sólo pensálo.
Rapto / Ruptura
Nos vimos en los cruces
a punto de chocar cuando un sacudón de látigo
volvía a distanciarnos. Estos carros de feria
harían sentir el rush adrenalínico
al más estoico de los participantes.
¡Bizarro método de diversión
el nuestro, cariño! En cada nuevo intento,
nuevas alturas de náusea y palidez.
"Un caleidoscopio de buenas y malas".
"Una de cal y una de arena".
"Satisfacción a los sentidos,
dolor al corazón". "La primera impresión
es la que cuenta". ¿Estaba bien
lo que creímos ver
y después corregimos?
¿La primera impresión, brillante,
cautivante, tal como golpeó el nervio óptico
gracias a un arreglo casual
de luz, ángulos, el clima
del corazón...? (Can you not see my rapture,
how happy I look in the painting?)
A una pulgada del abismo
la sensación de la caída se anticipa
pero también la de la velocidad.
Un cuadro conocido: gritos,
brazos arriba, respirar hondo.
Complejidad, a tu carro
enganchamos el romance y sus intrigas.
Detrás del piano, ¿está aún ese señor
para que nos ayude a seguir el argumento?
Al vernos en los cruces, a veces,
llegamos a decir alguna cosa.
Algo prometedor, como amigos nuevos de final de vacaciones.
Me cuenta mi padre...
Me cuenta mi padre que Toronto
es de vidrio y colores contra el blanco de la helada
y tiene diez kilómetros
de ciudad subterránea.
Aquí hace calor, yo paso en la oficina
algunas horas de la tarde,
vos tenés encendida la TV
y me llamás por teléfono. De paso
desbaratás Toronto
decís que una ciudad
intercomunicada bajo tierra
es una idea insensata - que si fuera por vos
no existiría población en Canadá,
tan a trasmano de un clima razonable.
Me quedo un rato largo sentada
frente al escritorio, pensando
en un material que pueda
ser modelado con los dedos
pero que también, con la presión
y la insistencia
se empiece a deshacer en migajas
hasta devolverse al vacío.
Apagón
a Laura
Vaciló un momento, la luz.
Pudo haber sido un pestañeo
o una breve distracción de la energía
hábil en recordarnos cómo serían el bar,
los plátanos y la vereda
bajo el reinado de la oscuridad.
Pero luego así fue, ya para siempre.
Del edificio de la facultad
salió una masa más móvil y oscura (estudiantes),
aquéllos sorprendidos por la diffèrence
en mitad de una disertación y de una letra
sobre el papel - ahora sería como escribir
en el agua.
Los automovilistas en las calles
creyeron de inmediato
en la negrura - en el fragor del momento
optaron por la interpretación más difundida:
caos, todo vale y sálvese quien pueda.
Después un viento ominoso trajo la tormenta.
Me cuenta, cuenta con precisión
las horas que estuvo llorando
sin cesar (salvo cuando fue al videoclub
y cuando su madre llamo por teléfono,
veinticinco minutos en total honestamente
descontados) entre lunes y martes.
Dice cómo los párpados
quedan destrozados, que la piel se vuelve más delgada
alrededor de los ojos, y se ve un enjambre de venitas
y da miedo hasta pasar un dedo
por la zona afectada. A la luz de la vela,
sin embargo, luce muy bien, le digo.
De un tirón vuelve la electricidad
perdida hace horas, ya casi ni esperada.
Siempre más o menos el mismo material
Tenés la remera manchada con mermelada del desayuno.
En un minuto partirá el tren, hacia el centro
de un continente, y nunca más se verán. Suena el silbato:
él se lleva la mano al pecho, y en un gesto teatral
muestra sobre su palma la piedra que encontraron juntos,
ayer en la playa.
Tenés las uñas repintadas una y otra vez. Capas de esmalte.
Salís de la fiesta al frío de la noche, te metés en tu auto
y conducís. En el semáforo desierto volvés a delinearte
los ojos con una raya negra desprolija.
Hojitas secas sobre el parqué junto a la puerta del patio.
Lo primero que viste al entrar a su casa fue una docena
de rosas amarillas atadas con una cinta verde abandonadas
sobre la mesa. "Se las regaló un hombre", pensaste.
Tenés una estrellita dibujada entre teta y teta.
Conducías en la nieve como si estuvieras acostumbrada,
y el reflejo del sol rebotaba por todas partes.
La primer señal de la ciudad fue un granero rojo
en medio de la nada.
Querías mejillones y aquí están: el mozo trae más,
dejás una pila de conchas vacías, decís esta fuente
ya se puede retirar.
Se mezcló el subtitulado. Las letritas
corresponden a otra serie.
Horas, días y años de lavar la taza del desayuno.
A veces pasás por la escena del hecho,
y te preguntás si realmente fue aquí que...
(love is all right for those who can handle
the psychic overload).
Se levantó el vestido para mostrarte el tatuaje.
Para dormir, valeriana. Para tragar, sulpirina.
Vacaciones en el mar: un ser desalentado
una silla y una mesa pequeña. De tanto remolino
la arena ya no encuentra dónde erosionar.
Un año más tarde te viste en una foto
de aquellas vacaciones con la campera verde
de siempre y trataste de extraer algún dato
o conclusión de tu mirada pero no pudiste
porque estabas con unos anteojos de sol
que no tenés idea de a quién pertenecían.
Las últimas mudanzas
East River, finalmente
los dos caminan junto a un agua negra
que se vuelve cruda con el viento.
Está que vuela todo:
el agua los cabellos los abrigos,
le resbala el idioma cuando asomada al borde
querría ofrecer una descripción
de lo que ve,
pero no importa. Guarda silencio.
Entre el río y la autopista
tiene ojos extranjeros para fijar
un cartel verde difusamente iluminado
del que sin embargo imaginaba la leyenda.
Mucho no se ve: allí abajo hay tormenta
le duelen los oídos y no quiere hablar.
Una Lucette adulta
entre el mar y el objeto
de su pasión, se arrojaría.
...Está un poco borracha,
se siente con el alma rusa y
tiene deseos de romperlo todo...
Pero su dicha es negociable.
Caminan juntos
cuando las luces comienzan
a centellear como alhajitas.
De noche este lugar
es como un cuerpo juvenil
engalanado de diamantes: ahí
le salió una descripción
que no le gusta para nada,
no. Guarda silencio,
se narcotiza con el aire.
De noche es una red de luces
lo que define la ciudad -
ya no los ríos
oscurecidos, desplazados. Cada vez
vamos más alto
en busca de la vista,
de algo apropiado para
este momento, un instrumento
técnico o ficticio.
Es que la media luna
que se dora al fuego
de una ciudad nocturna
hasta imitar sin falla
el color imperante
pide y da -
y recibe: gusto de vino rojo
y pescado crudo,
ríos surcados de puentes, saturados
de frío, el dedo que señala y especula,
y sin embargo...
se olvida, se deja ir,
se conversa... Una ventana más,
luz,
aunque pegados al vidrio
confiemos por un instante
en eludir el reflejo y quedar afuera,
pero: esto es una ventana más -
y se conversa por encima del ruido
Ves que varias cosas
ocurrieron aquí
cuando no estabas,
cuando ni pensabas
en un sitio como éste;
por nombrar un par,
solamente: una autopista
que corría sobre la tercera
avenida (la esquina más lejana
de tu casa)
fue desmantelada
en los 30, y un tiempo después
gente como por ejemplo
Dylan Thomas
y luego alguien
llamado Delmore Schwartz,
bebían en la taverna del
caballo blanco que queda,
o quedaba, en el Village;
pero nunca la viste.
Gran parte de la leyenda
mundial, de aquellos días
sobre los que leés,
pasaba en estas
calles. Pero también
en todos lados,
especialmente
cuando no existías.
Todas esas líneas
repletas de palabras
en las que
refregás tu cabecita
un domingo entero,
días enteros esperando
que te rescaten
fueron escritas hace poco,
cuando no existías.
Se han dicho cosas terribles
y ahora
no saben por dónde recomenzar
a apreciarse:
el amor es así
el amor no es así
lo inexplicable
es cómo un concepto tan difuso
se las arregló para
ser representado por algún sonido
en tantos idiomas
si no en todos.
Come torta de chocolate porque oyó
de varias fuentes
que el chocolate recompone el ánimo...
en fin, tanto
como para dejar
vagar la atribulada mente
hacia otros fenómenos
que también la sorprenden:
para el hermano menor
la diferencia de edad
entre sus dos hermanas
no remite en lo mas mínimo
a la diferencia de tiempo con que cada una
hizo su aparición
en el universo:
ya estaban las dos
cuando él apareció
instaladas con cuarto
propio y en conocimiento
de los secretos de cuchillo y tenedor
y lazos familiares.
Incluso
(y ahora que los dientes rechinchinan
con el ataque y retirada
del violín
del concierto número 6
para violín y orquesta
confirma su sospecha)
si no le hubieran avisado
el hermano menor podría suponer
mayor a la menor
(y viceversa ciertamente) y
si nunca pensó en esto
es sólo porque no le importa
encasquetado como está
en su propia aparición
continuación, mantenimiento
con lo absurdo
que resulta
que exista la palabra y que el concepto
se dé por existente
sin mucha resistencia.
Precariedad del equilibrio
como en el botiquín:
abrir y que resbalen
los frasquitos, los medicamentos
que reboten contra
el cepillo de dientes
que aterrice
en un hueco mohoso. Ultimamente
nos estuvimos yendo
bolso en mano
cada cual hacia un rumbo
desparramando, olvidando
pertenencias - la mesa
fue desarmada,
regalado el colchón.
Temperancia:
equilibrar el líquido en las copas,
pasar las ropas
de un bolso a otro.
A los trancos porque llueve,
mudanzas de prisa,
partes de cosas, telas
se enganchan con el viento
desde el baúl de un taxi.
Un momentito: un momento
de calma: se posan los ojos
sobre la situación,
se apagan los sonidos.
¿Es que todo con lo que vivía
está flameando por la ventanilla?
Qué haces
si vas leyendo en el subte
y por dos segundos se apaga la luz.
(-Yo pestañeo. -Yo...)
De todas maneras esta persona
grita con lo que parece ser
su máxima capacidad verbal y pulmonar.
No hay resquicio
que no llene con su apelación
(you will respect my god;
you don't know what love is)
pero insistís
en leer.
Es algo
acerca del expreso trans-siberiano
que a toda velocidad cruza la noche
llevando en su interior
sonidos de puertas,
voces apaciguadas, tintineos
de tesoros para el contrabando;
es con esfuerzo
que unís estas ideas, y apenas duran:
el choque con la voz incesante
las destroza.
Ahora ríe locamente,
ya comienza a increpar a algunos pasajeros,
el oído se resiste, los lectores
abandonan el intento y fijan la mirada
en un horizonte negro y rápido.
Uno o dos se deciden
a la maniobra de cambiar de vagón
con el tren en movimiento.
Ya nada sabés
del muchacho del trans-siberiano
- recordaba a su amante,
que es triste y no sonríe
nunca.
Pensás en qué momento
va a comenzar a disparar
para ubicar los gritos sobre una partitura,
y en el horror de la gente
en la próxima estación
cuando el vagón se detenga
dejando ver los cuerpos acribillados,
y al gritón, feliz,
que sopla el humito del revólver.
El vidrio está punteado de gotas,
está goteado. Pero no nieva. Rojo ladrillo,
gris, las construcciones se ven
únicamente
tras las gotas. Nueva York,
de donde siempre se va alguien.
En las terrazas del aeropuerto
los fumadores
se miran sin hablar.
Es temprano,
y andan los dos por la luz
exagerada
de los pasillos.
A las 6 van a matar a una mujer en Texas.
(Pena de muerte). Faltan diez minutos.
La miran por la tele,
mientras terminan sus cervezas.
Todo está sin resolver
y así permanecerá.
Tus párpados
que aletean como flores en un viento demente:
del que quiere
sólo tiene fragmentos.
Como las voces de altavoz
y los números de vuelo que retumban.
Drama visual
que se reitera en aeropuertos:
el (perturbador) desequilibrio
entre la fina azafata
y la pesada valija que lleva.
El súbito desequilibrio
entre el que se va y el que se queda.