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D.G.Helder nació en Rosario en 1961. Publicó El faro de Guereño (1990), El guadal (1994) y, en colaboración con Rafael Bielsa, Quince poemas (1988).


Logo El "Ciudad de Rosario"






De los huevos que empolla un intendente en su despacho
suelen salir, cuando se rompen, engendros tales que
si prematuros o recocidos nadie se da cuenta
en virtud del asombro que provoca, antes que nada, 
su mera concepción. 
		         Luis Cándido Carballo 
fue intendente de la ciudad de Rosario y bajo su gestión 
el Municipio invirtió 50.000.000 de pesos de aquella época 
en el "Boston Bell", luego "Ciudad de Rosario",
barco cuya misión debía ser la de fomentar el turismo estudiantil.

A fines de agosto del ‘61 arribó al país procedente de Baltimore,
E.E.U.U., con escala previa en Colonia, Uruguay.
La Subprefectura Nacional Marítima del puerto de La Plata 
fue hasta el paraje Cuatro Bocas, cerca del río Santiago, 
donde se hallaba fondeado; 
			        a bordo descubrió un cargamento 
que incluía: dos pianos, 8 televisores, radios, 6.000 lámparas 
de gas de mercurio, dos automóviles (uno de ellos desarmado), 
compresores de aire, motores, generadores de energía, 
400 pares de medias, dos máquinas tragamonedas, 

afeitadoras, 10 cajones de ollas Pirex, polleras y camisas de nylon, 
pullovers, deshabillés, 7 cajas de cigarrillos rubios, etc. 
nada de lo cual contaba con la debida documentación.
Se dispuso por lo tanto el secuestro de la mercadería
dando intervención a la Aduana local.
				           Mientras tanto, 
las sesiones del Consejo Deliberante de Rosario subían de tono 
con pedidos de informes, cruce de acusaciones, refutaciones, insultos, 
lecturas de decretos, denuncias de falta de licitación en la compra 
de la motonave, inexistencia de autorización de los ediles, etc., etc.

El Partido Demócrata Progresista, por ejemplo,
enviaba a los medios una declaración pública donde, 
luego de aclarar que la diatriba, la calumnia o simplemente 
el escándalo político repugnaban al estilo partidario,
levantaban el dedo para señalar:
				  El solo hecho de haberse 
dispuesto de una ingente suma para adquirir un barco-recreo
en momentos en que la Municipalidad, para poder enfrentar sus 
compromisos y obligaciones, agobia a los sufridos contribuyentes 
con un astronómico aumento de los impuestos, 

y en momentos en los que subsisten, sin solución, 
graves problemas, este solo hecho, decimos, 
de adquirir un barco-recreo, revela una absoluta 
falta de criterio, que de ninguna manera podemos silenciar, 
so pena de que la misma población nos lo reclame,  etc...

En la Legislatura Provincial un diputado de la UCRP 
llegó incluso más lejos, dejando deslizar que tal vez 
había llegado la hora de solicitarle la renuncia a Carballo, 
sin perjuicio de iniciársele las acciones que en otro orden pudieran
 corresponder.
	          Sin embargo, cauta, sobria, neoclásica, mayestática, 
la prosa de El Decano de La Prensa Argentina consideraba apresurado 
sostener que hubiere existido un hecho irregular.
Corresponde a la Aduana –decía– establecerlo y señalar
a los responsables. 
		       En tanto esto se resuelva reiteramos
lo que hemos sostenido desde nuestras columnas 
en toda nuestra prédica en el sentido de que, en casos
como el que comentamos, es prudente no precipitar juicios
y esperar a que quienes tienen la obligación de hacerlo

establezcan, mediante los procedimientos para los que
están facultados, la verdad sobre la cuestión.
La opinión pública no debe prestarse a la maniobra
confusionista de quienes quizás no estén movidos 
más que por un interés político o personal.  

Todo fue, al fin y al cabo, como suele decirse, 
diluyéndose en aguas de borraja: se depositaron fianzas, 
se apeló a ciertos tratados, aparecieron documentos, facturas, etc.
La Aduana levantó el embargo, Subprefectura dio vía libre,
la prensa se desentendió del tema, etc., etc.

Finalmente, el día de la primavera de 1961, pasado el mediodía, 
el "Ciudad de Rosario" arribó trayendo a bordo 
más de mil personas entre tripulantes, funcionarios, 
periodistas y alcahuetes. Monseñor José Corti lo bendijo 
y por la noche en sus cubiertas tuvo lugar el baile de los estudiantes. 

Rodeado de su comitiva, el intendente, a su manera, 
trató de aventar el escándalo exhibiendo papeles de los que
–aseguró– enviaría copias a los medios de prensa.
(El baile de la primavera, arriba y abajo, arriba y abajo, duclemente.)
Y al término del acto no pudo dejar de redargüir los argumentos de la oposición: 

A la minoría no le interesa si el barco es caro o barato, 
a ellos les interesa el escándalo, a ellos les gustaría 
que el pavimento que terminamos se levante al otro día,
que cuando tendemos una red de iluminación se queme,
que los árboles plantados se sequen, y que el barco se hunda. 

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				Casi diez años más tarde, 
el "Ciudad de Rosario" no había conseguido aún zarpar del muelle 
de la Estación Fluvial; los peritos de la Prefectura detectaron 
no se sabe bien qué condiciones de "extrema precariedad"
y lo declararon no apto para los fines previstos.

En La Nación del 4 de dic. del ‘70, bajo el titular "El buque inmóvil",
se lee que Si de un modo general la compra parecía un lujo 
entre innecesario y superfluo, la actual situación pasiva de la nave 
advierte que una suma de circunstancias desdichadas flota 
bajo el nombre con que se halla matriculada.

El poco claro proceso de adquisición se complicó 
luego con un cargamento al que hubo que justificar 
ante acusaciones de contrabando, y ahora el "Ciudad de Rosario"
es un capital muerto del que no pueden disfrutar los rosarinos 
ni para un paseo entre las islas  del Paraná. 

Hubo un proyecto de convertirlo en casino flotante		                    
–las ganancias se destinarían a los hospitales públicos–,
pero una sociedad que siempre vio en el azar su enemigo número uno
no iba a consentir, y de hecho no consintió, no, no y no,
que el proyecto prosperara. 
			       Su abandono mostró distintas fases,
unas veces confitería, otras salón de baile, y siempre con fines benéficos; 
hasta que apareció en el horizonte un comprador, La Transatlantic SRL, 
y Rosario, la ciudad, se libró del "Ciudad de Rosario", el barco, 
como de la prueba patente, por no decir flotante, de su incapacidad. 	                     

Una suerte de nostalgia embargó a quienes presenciaron su partida, 
hombres de prensa, amarradores y público en general, 
entre el que se advirtió al ex intendente Luis Cándido Carballo, 
cuando el "Ciudad de Rosario" hizo sonar su sirena de adiós. 
(Diario La Capital, 15/8/70).
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				Y ahí se lo ve ahora, promediando el ‘92,
a 30 años de su compra, más o menos, 300, 400 kilómetros al sur,
metal oxidado y madera carbonizada en el ectoplasma del riachuelo 
donde yace fondeado, semi hundido, atornillado al barro 
del fondo, al barro del fondo, al barro del fondo, y en otra ciudad.








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