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Ricardo Zelarayán .


Rescate La Obsesión del Espacio


Espacios

Un sueño de día

A Fernando Córdova ¡Hermenegildo! ¡Ordeñe che sargento! Puta este Hermenegildo... que es correntino. (Pero, ¿por qué no se va corriendo hasta su Corrientes en patas...?) Este Hermenegildo adora la noche, porque el Hermenegildo es correntino y cuatrero... Al Hermenegildo le gusta la noche desplegada y el día fruncido, la noche tensa como una manzana lustrada, como una manzana más negra que la noche reluciente... Este Hermenegildo manzanero. Pero ahora es de día, de medio día... El día lanzó puñados de cardenales rojos y amarillos sobre las cuchillas (colinas, pa que entiendan los porteños) cuchillas sin filo, redondeadas, pero a un pelo de la sangre... Pero el Hermenegildo no está parado, ni sentado, ni acostado, porque está dormido, dormidito, acurrucadito, y parece que sueña con el día. (¿Pero por qué no se despierta si el día está aquí nomás?) Pero el Hermenegildo de día sueña el día, o sea que duerme... Y hoy se durmió con la mona... la mona del sueño. Y hasta me parece que está soñando con el Super Día. Pero ahora el que me habla es el Salustiano, mientras el Hermenegildo duerme con la mona y sueña con el sol, con el sol que madura naranjas, mientras la guitarra del Hermenegildo duerme boca abajo sobre los yuyos. Las hormigas se suben a las cuerdas tratan de meterse en la boca (de la guitarra) pero la guitarra está boca abajo... (¡Oreja! !ya lo dijiste!) Hasta se me hace que las hormigas buscan miel de la guitarra, de la guitarra del Hermenegildo. Una horquilla clavada en la tierra no se hace ilusiones sobre el futuro. La tierra baila, !siempre baila! Hermenegildo sueña que rueda como un choclo por la pendiente de una colina asoleada. Una frutilla asciende lo más campante por el revés de su vida. "No me tires con cuchillo tírame con tenedor." Yo estoy aquí no como choclo. La verdad es que me siento un marlo... Porque esta Leocadia...! Pero, ¿qué hacemos con el Hermenegildo? me dice el Salustiano, que le ha echado el ojo a la mujer del Hermenegildo, de Hermenegildo el soñador, el manzanero. El ojo no es la hoja, le contesto. Porque esta Leocadia me hizo venir para que me vaya enseguida... . Pero yo se la sigo a este Salustiano, porque la Leocadia se me hace que está pensando en cualquier cosa... menos en mí. Y a mí lo que me gustaría no es la mujer del Hermenegildo sino la hija... que no vino ni con el vino. Y qué te parece... (este Salustiano es seguidor). La verdad es que al Hermenegildo no me gustaría matarlo del todo. Qué querés decir, le digo. Oíme cara de yilé, (me dice Salustiano). Me gustaría cortarle un dedo al Hermenegildo, al Hermenegildo dormido, total un dedo pa qué le sirve. Mejor te vas por ahí, le digo yo, a ver si te la encontrás a la mujer de él, que por'ai se perdió entre las sandías o andará virando entre los repollos... y por‘ai, quién te dice... Pero ahora que me acuerdo recién pasó el ómnibus desvencijado con una maestra adentro que me cabeceó. ¡Ay mi maestrita cabeceadora! Pero... ¿Y la Leocadia? ¿Y la Delia? Sí, pero estoy seguro que me cabeceó. La verdad es que el Salustiano me propone otra cosa. Pero entre cortarle un dedo (no sé cuál pero uno) al Hermenegildo y el amor de la maestrita que me cabeceó hay la misma diferencia que entre la manzana y la naranja, que entre la luna y el sol. ¡Pero si la maestrita vive ahí nomás! ¡ahí! pasando el plantío de sandías y repollos exaltados. Qué te cuesta y quién te dice, me digo. Yo soy más bien partidario, le digo ahora a Salustiano, de cortarle la oreja derecha o nada más que la parte de abajo, por si la maestrita no me quiere (¿o me quiere?). Porque si se llama Margarita no sé qué hacer... y me quedo sin amor y sin oreja cortada de un saque o con la misma cuchilla que cortaste la sandía crujiente como el pan. ¡Sí! ¡La oreja me gusta más! Pero...¿ y la maestra que me cabeceó, desde el ómnibus desvencijado y cabeceador en la pendiente de la cuchilla (colina)? Sí, ¿pero en qué andará pensando la Leocadia, con toda naturalidad? No, seguro que no. ¿En qué quedamos? La Leocadia, la maestrita cabeceadora, la oreja, el dedo, el pie, del Hermenegildo cuatrero y manzanero, según sugiere Salustiano, o qué?

Sin tregua

A Marta Luciarte y Enrique Banfi El burro adelante para que no se espante. Todo eso y unas ganas de refugiarse en el nosotros. Es decir, los otros y uno... La piedad de sí lleva a atolondrase por si detrás de sí florece algo más que la piedad, esa vieja roñosa alquilada para subsistir en medio de la lucha interminable del más allá y el más acá que se pelean como perro y gato. Más adelante no es un gato, es un burro... un burro con toda la pinta y una etiqueta pegada en el lomo que dice asno (porque está en España) y vagabundeando en una estación de pasajeros porque no hay manera de retenerlo en el galpón de cargas. Un burro etiquetado en medio de pasajeros dormidos o aburridos Pero, ¿qué piensa el pasajero? Que el porvenir es pasajero como él o que el pasado es pajero? La paja no es como el trigo y el trigo no es como el burro que va adelante para que no se espante. Pero, ¿qué opinan los guerrilleros y las palabras que hay detrás de los guerrilleros manejadas por ellos como borregos? Meh! Meh! Meh! Hay un amor sin palabras. (Chocolate por la noticia.) "Si no late dalo por muerto." Pero un muerto no sueña porque para vivir hay que soñar y el amor no es una piedra aunque la piedra puede encontrarse con un carozo, un carozo del fruto del amor (esto sí que es cursi) pero más cursi es confundir al carozo, y decirle, por ejemplo, "Carozo mío, quedás ascendido a Coranzoncito". Los adelantados son los que siempre se quedan... de upa, mientras los ladridos caen como los pétalos deshojados de la vida. (Otra cursilería.) Y el comisario se arrima a tomar unos mates pero el señalero tiene que dejarlo colgado porque el burro etiquetado en España se le ha metido en la vías. ¿Y qué opinan las vías? Las respiratorias, las vías de hecho, las vías, bah! Las vías sudan como el hierro del destierro (tierra con hierro) y el pobre exiliado hace de señalero que no se quiso perder el quinto mate que se tomó el comisario. ¿Y el comisario? Ya se fue; lo espera el sastre, porque tiene que ser padrino, padrino pelado porque se quedó sin rabo. Y el burro sigue espantado pero siempre adelante!

La piedad por "esas imbéciles moscas"

A Oscar Masotta No es por decir, pero el Papa, sí, el Papa, es una Batata. Mejor dicho era una Batata porque más bien era un topo, un topo topológicamente ubicado en el ombligo del mundo. Al ombligo del mundo le creció un hongo, enorme y blanco, que cuando el agua le sube al cuello hace glu! glu! y sonríe, sonríe como Hawai, como Samoa, y como todas las islas felices perdidas en este mundo. El Papa topo (o ex topo) no es la vizcacha que se escapa de la topadora o la lombriz cortada con la pala que sigue vivita y coleando. El Papa añora los yuyos del Vaticano, pero ahora se va pal lao del monte con el diario doblado en cuatro bajo el brazo, el diario que doña Remigia busca desesperada para prender el fuego. "No hay fuego doña Remigia sin diario doblado en cuatro bajo el brazo del Papa que se fue al monte." Doña Remigia patea la radio con sus zapatos amarillos. La radio no larga prenda... "Doña Remigia yo sé que después de pelar una naranja no hay nada mejor que pelar un canguro australiano y papal, o un yacaré recién salido del agua y bien atajado. Rapidito que hay que hacerse tiempo pa patear la radio!" Qué quiere que le diga, dice doña Remigia, la Lucinda tiene la lumbriz, la Rosa la hurmiga y la radio no anda... ¿Qué le parece? "Doña Remigia, la vida pende de un hilo del corazón... Usted se quedó sin fuego. El fuego siempre tiene la última palabra... insondable, acariciada, pero hay que hacer cola. La cola del pobre yacaré pelado y colgado." El Papa vuelve con los ojos hundidos. El Papa vio pasar la última liebre pero no la corrió. El Papa se mete en la cocina sin fuego, sin el diario y con la radio pateada en el suelo. ¿Y la Remigia? Doña Remigia anda por ahí con los zapatos amarillos subida en un burro corriendo un sapo. El sapo se agiganta, la vieja se asusta. (no tanto como el burro). El sapo ve crecer los hongos y respira... Ha comenzado la lluvia. La lluvia cae sobre la vieja sin fuego, sobre el burro empacado y sobre los zapatos amarillos que patearon la radio. Justo por ahí, donde está el burro empacado, anduvo hace rato la Rosa, la de la hurmiga... que no hay que confundir con la hormiga y la rosa ni con la topadora y la vizcacha ni con la tierra y la lluvia... !Que llueva, que llueva... la vieja no está en la cueva! Y la pajarita Rosa voló y ahora canta... La ciudad en el crepúsculo comienza a encender sus mil ojos llovidos. Los grandes cristales chorrean mansamente y los autos acarician las calles mojadas. Rosa voladora y cantora, Rosa con la hurmiga. La hurmiga que canta al oído como la lluvia del cielo. La canción me la guardo para otra ocasión. La hora se sumerge como tiburón en las negras profundidades, y no hay tiempo para la canción ni para la discusión, ni para el fuego que hubo que dejar para mañana. Las uñas crecen como las moscas y las moscas vuelan sobre la vida.








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