www.poesia.com

p o r   A l e j a n d r o   R u b i o
                                                                    Ilustraciones: A.Breccia


El 24 de agosto de 1996, en horas de la tarde, Jorge Luis Borges entró en la inmortalidad: el tramo de la calle Serrano sito entre la avenida Santa Fe y Honduras fue oficialmente rebautizado con su nombre. El acto, uno de los primeros de la nueva administración de nuestra ciudad, incluyó un festejo popular en una de las más bonitas plazas de Palermo -recientemente también rebautizada como Julio Cortázar- que contó con la presencia de artistas, políticos, periodistas, vecinos de barrio, vecinos de otros barrios y María Kodama. Los periodistas estuvieron allí no sólo para gozar de la trascendencia cultural del evento, sino también de la imagen y palabra de nuestro jefe de Gobierno (no intendente) de la ciudad, Fernando de la Rúa. Posando ante la cámara debajo del letrero nomenclador, bajo el solazo, de impagable traje azul y expresión más british que nunca, nuestro jefe de Gobierno (no intendente) dijo algo así como que esperaba que cada viandante que fatigara las veredas de la ex Serrano sintiera los efluvios espirituales provenientes de la nueva denominación como un impulso arrebatador hacia el mayor conocimiento de las letras, las artes y las ciencias, esbozando de ese modo una estremecedora concepción de la política educativa-cultural del municipio como otra rama de la literatura fantástica. A pocos metros de los efluvios, los periodistas hallaron a un militante justicialista de la zona, tal vez concejal o consejero, quien, notablemente eufórico, declaró haber motorizado el cambio de nombre desde hace años y se definió como " borgiano de la primera hora " . A pocos metros del borgiano, María Kodama afirmó ante quien quisiera escucharla que se trataba de un acto apolítico. Sobre el escenario montado en la plaza, el actor que encarna al padrastro del actor Adrían Suar en la serie Poliladron declamó con mucho sentimiento el " Poema Conjetural " ; poco después, ese mismo actor le entregó a De la Rúa una carta, firmada por varios borgianos conocidos y anónimos, en la que se peticiona al gobierno municipal que gestione la pronta vuelta al suelo patrio, desde su frío exilio ginebrino, de los huesos del Maestro. Hubo muchas cosas más, ese día y los siguiente, relacionadas con Borges y la ciudad y los homenajes; entre ellas, el rechazo de algunos comunicadores, que opinaron que el acto había sido solemne, falso y vacío, y creyeron recordar que a Borges este tipo de cosas no le gustaban, como si gran parte de sus últimos años no hubiera sido una larga recepción de premios internacionales y títulos honoris causa, que no por otorgarse en ámbitos más prestigiosos que el decadente Palermo adquieren mayor estatuto ético o estético. No, Borges era tan vanidoso como todos los escritores, y la vanidad suele llevar al ridículo. Lo cual era su elección, cuando estaba vivo. Esa elección fue tomada el 24 de agosto, en su nombre y en su cadáver, por tilingos de diversas categorías.






POESIA.COM