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Materia prima melancólica


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A tu cuerpo se lo llevan a pulso las palabras que se dicen para no hablar.
Carretilla sin rueda, tu baúl de cartón colorado se derrumba entre las vías muertas.
Y todo huele a pluma quemada.

Pasan dos peones forcejeando en una zorra y ya se alejan hipando:
               -¡No te echés p'atrás, brasa en el culo!
               -Y vos no me sigas dando soga, che…

Eras nomás la vecinita aquella, la que esperaba el ómnibus
en el descampado, bajo la sombra rala del paraíso aquel.
Ultima chance: las palabras resbalan como agujeros de cinturón.

Hay que llevarse el cuerpo que amenaza siempre con la última palabra.
La palabra filosa contra los palabreros de ley que acabaran por apalabrarnos.

Metido en bolsa de arpillera se sienten las patadas de los materos
de amargos. Después, el gusto del sisal con que te cosen la boca,
las orejas, los ojos y el culo, naturalmente.

El tordillo desensillado masca sus brotes agrios. Hay moscas sobre
la bosta dulce y fresca. La roldana canta y canta mientras el balde
sube y baja. Agüita de las palabras.

Es sábado. Los obreros de vialidad ya se fueron de farra. El viento
silba entre las chapas de la casilla solitaria junto a la ruta. Poco
más allá, rosa de fuego en la penumbra, un camión arde ahí nomás,
haciendo señas.

          (de Mal de Ojo, 1981)

Este poema fue publicado en la revista La Novia de Tyson.



Los derechos de esta grabación pertenecen al autor; respételos.
Prohibida su distribución, reproducción o comercialización por cualquier medio.

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