EL MAR
para Armando
Pardo en la playa, glauco en la altura,
con puntadas de nieve, la costura
de azar suelta, delata el movimiento,
la hazaña de la forma que fulgura,
y es de una y otra muerte el alimento.
Si cesara en sus sílabas mi acento,
la impiedad de la luz se haría olvido:
yo suma, sueño y salto, suprimido.
Por dar sal a la sed, curva consciente
de qué une en la cultura del sonido,
la más fértil y fiel de las figuras
es su onda, y ella dice: "te apresuras"
a mi hora, que está atrás, y se resiente,
y sonda un mar leonado y diferente.
A MARTÍN IGNACIO BORTOLUSSI
ELEGÍA
„Aber Lebendige machen
alle den Fehler, daß sie zu stark unterscheiden."
R. M. Rilke, Die Erste Elegie
I
Abdicas, y es el fulgor que te instaura
vivo, un suave surtidor negativo
en jirón regio de luz y de tu aura.
Te asilas, y aunque huido, estás cautivo;
nos manjolas, y en láminas de amor
fijo nos dejas, fundas fugitivo.
Inspiras con crecida a nuestro estiaje
la leve diferencia del sopor
en un trozo de pan y de paisaje.
¡Y arraigas, y transitas nuestro error!
II
Transverbera el aquí quien no está fuera,
de ajena sobriedad, propia embriaguez,
testimonia la carne y la madera.
Reitera el lujo irrepetible, tez
que en la esfera más vasta se prodiga,
única, atribuida, una y otra vez.
Se altera tu presencia y nos abriga,
estás ocupadísimo y demoras,
por mostrarnos el sí de la enemiga.
Más exacto, acumulas con las horas
la miel cierta, en panal que precipita
nuestro celo de abejas incoloras.
Y en prismas se apresuran, se dan cita
en las celdas tus mundos y labores,
tu azul necesario y la onda fortuita.
Adelantado en levedad, mayores
son los tiempos que integras y acompasas
a aún no adivinados espesores.
Porque incides en forma, no fracasas.
III
Con vivo hervor de públicas palomas
fruteció el íntimo suceso: fuiste,
y tu brillo abolió azar y axiomas
de los que el hado nuba y nos desviste.
Ígneo olvidaste la que ácueo retomas
danza incólume, tierra que subsiste
o música en que creces y te asomas
al baldío manjar, al aire triste.
Y es Ícaro que dura en la caída,
es Ignacio que cunde en nuestra vida.
Del eco el camino se espirala
y trunca el corazón sin tu concierto:
¡hijo de todos, hijo nuestro! cala,
siembra de voz el caracol desierto.
Cífrate en metal, signa la escala
que en sangre o nebulosa te hace cierto.
Y sé Orión, sé fanal de lo que ocurre,
y en la fronda resuélvete, y recurre.
Silabario del flujo de la fuente,
inequívoco rasgo de la llama,
Martín palmario, margen eficiente
de un curso que en sí mismo se derrama.
Criba esta nieve, arma este barro, siente
el afán siempre tributario, que ama
el filo del troquel, el perfil que huye
y al delta ulterior llama y restituye.
PSYCHÉ
a Inés Introcaso
Parpadea, crisálida,
despliega el lujo y duda del color
de esta llama pálida,
posa en marea mayor
la mancha que crepita y el temblor.
Du, der zur Glut berufen,
der Seele wunderliche Kreatur,
alles wird dir in Stufen,
du tilgst jede Kontur,
wenn Wei ß’ stiehlst, Farben spendest der Natur.
Si de amor el escoplo
labra, ninfa o ladrón lácteo, tu huesa,
¿por qué alma, por qué el soplo
que alienta esa pavesa?
¡Ave emulas, ardida y siempre ilesa!
Incita y embalsama
tu arte cinéreo: de tus despojos
volver, flor, a la rama,
ser una y ser manojos
en la noche cïega y en sus ojos.
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