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PAN, GALLETITAS, CERVEZA Y CIGARRILLOS

La galletita y su sensación de normalidad.
Los cuadrados todos semejantes, como baldosas que podrían cubrir sin fisuras una superficie.

La galletita no es un trozo de pan. La galletita no es tan patética como el pan. El pan y sus connotaciones sociopolíticas. El pan y su rol místico en la sublimación religiosa del canibalismo.

El pan es del orden del afecto, de los territorios que siempre estarán en litigio. La galletita no. La galletita es del orden del dinero, de lo que si es exigido puede darse en una cantidad previamente acordada por las partes.

La galletita es del mundo de los hoteles con sus habitaciones numeradas, de los sanatorios con sus dosis y sus horarios, de los colectivos para viajar, de los azulejos del baño de la estación, en fin: de la industria moderna.

El pan en cambio es medieval. El pan encarna el deber, su destino es el hogar. El pan es de la esposa y de los hijos. El pan es lo que se supone que hay que llevar a casa.

La galletita se come por ahí. La galletita nos trae una alegría que es siempre provisoria y siempre predecible. El paquete suele ser transparente: podemos ver sus límites. ¡El celofán y su sinceridad, corroborada en lo tangible!

La galletita no miente. Su sabor, industrialmente calculado, es lo que esperamos al comprarla. Lo mismo nos sucede con la cerveza y con los cigarrillos. ¡Pero ay del pan y del vino! Toda nuestra información sobre ellos jamás podrá sustituir a la experiencia de su singularidad . En esa experiencia hay que estar muy atentos. El pan y el vino son únicos. Mueren al ser comidos. ¿De ahí la obligación ritual de compartirlos? Es muy triste si no, saber que sólo nosotros guardamos la memoria de su sabor.

Pero la galletita permite distraerse, ir al cine y mirar una película siempre que el celofán no sea muy ruidoso. La galletita no nos exige concentrarnos en ella como sustento principal de nuestra experiencia. Como las cervezas, es plural. Nos viene previamente dividida en partes iguales de lo mismo.

Contradicciones de la galletita: el paquete familiar.
Contradicciones del vino: la caja.
Contradicción (aparente) de la cerveza: el chopp.
Contradicciones del cigarrillo: ninguna. Se puede fumar y leer a Marx.
¡Consumamos, consumamos, oh, hermanos!

Podemos contar galletitas, paquetes de galletitas. La galletita es la buchona de las dietas. Podemos contar cigarrillos, podemos contar cervezas.

El pan, como bien nos enseñaban nuestras profesoras de inglés, es incontable.

Galletitas, cigarrillos y cervezas equivalen al dinero que las compra y al tiempo en que se consumen. Son mediadores entre aparentes abstracciones: comer una galletita es tan leve como realizar una ecuación entre dinero y tiempo. Y después otra. Y después otra. Y después otra. En esa soledad montamos guardia contra cada segundo. Todo esto sucede en un tiempo dividido en cómodas unidades, menores que un día.


Beatriz Vignoli, Buenos Aires, 1997




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