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 Cristian De Nápoli
         Nació en Buenos Aires en 1972. Estudia Letras en la UBA. Es investigador de textos del período colonial latinoamericano. Escribió "La Maga en coma: reflexiones sobre rock y literatura", ensayo sobre rock publicado por Ediciones de la Flor en 1998. Libro publicado: "Límite bailable", Astier Ediciones, 1999.

 


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Límite bailable



la bola de cristales rebota en los setenta

negros que bailan con sánguche en la mano,
la cara rota de reflejos
y ninguna careta para arreglarmelá:
sólo este vaso, muertito de la barra,
reloj, hijo menor, spray.
deseo de volver a ver doble
y sólo la mezcla, la suma de los de antes
relajada de medidas, jugada,
ciento cuarenta amigos
ensayando doscientos diez pasos de baile
trescientos cincuenta enemigos
bailando en quinientos sesenta embajadas suizas.
deseo de querer decir
sin que el sentido, patovica roto, me mire de reojo.
gozo y no me olvido, todo al mismo tiempo,
me hacen mierda y soy lindo, me lo tomo todo,
me rompieron la cara y ya no están
y dibujo pasos de baile como virgencitas
para arreglarmelá,
no los aprendo, los de ellos son muchos,
deseo de no volver a ver doble
mientras gozo y caigo
en el piso, que también está mezclado
con el techo del local.



poderes del mezcladito

El Mezcla no te pone los puntos.
El Mezcla es herencia.
El Mezcla es la certeza de que todo lo que se deja beber
vale el olvido de lo que no se deja.

Sabemos, como saben todas las cosas personificadas,
que el Mezcla no se puede describir
sin cagarse a palos.

Porque hay algo que no entra,
el Mezcla no se rebaja
ni te pone los puntos.

Una ida sin idea, comparable
con el vueltero que soy.

Sólo cuando bebo con el otro, le reconozco
una calidad de sujeto, comparable
con el vueltero. El Mezcla es cualquiera.

El Mezcla es un hindú al revés,
los ejercicios mueren en la panza (caleidoscopio)
cagandosé de paso en la respiración
(caleidoscópica). Pero ojo con la mente.

En Cariló una vez...
El Mezcla no es cualquiera.

El Mezcla tiene ojos hermosos: son las uñas
de la mujer que bebe conmigo, rociadas
de spray.

El Mezcla es el amor al pasado
y la preocupación, que todo se junte
en este agujero a los colores.

El Mezcla, en Méjico, es mezcal.



evana

evana tiene veintiocho años.
siete de escuela,
siete de copas,
siete de pala,
siete gateando (los tres primeros y los cuatro
anteriores a los siete de pala).
creo que el año que viene
empieza un ciclo más.
ya la están probando en el local.
va a servir, no digo a escondidas
pero lejos de aquellos
puntos de vista (me gusta pensar
que el año que viene, etc.)
mezcladito
en vasos dorados.
Va a traer, con su sonrisa, prosperidad.
Va a sacar el mezcladito de una fuente
sin fondo.



bartolo

en un arnés de polietileno
subió al techo del local
y repuso los cristales despegados.
se llama bartolo. los esotéricos llaman así
a sus fantasmas. los clientes
saben que de él depende
además de la bola
la seguridad.
bartolo es como una obra de arte, nunca habla de nadie.
y, como el arte, está donde está por acomodo
o para acomodar de un golpe a los que olvidan
que hay un límite para bailar, por lo menos acá.
él no cree que el límite sea en sí lo bailable,
en eso no es como el arte y se traiciona,
en eso es como los dueños del local.
pero hay que verle la cara de contento
cuando sale del umbral del local
y entra con su arnés y repone los cristalitos,
¡bartolo viejo, hijo de una santa madre!



el local

estaba hecho un basurero cuando le pusimos el epígrafe:
acá se va a servir el mejor mezcla, el que no se puede
graduar; por eso, lo de mejor al carajo, el único.
trajimos gente de la tele
para que dejen sus vasos a medias,
políticos, para que ni lo toquen, que lo dejen calentar.
comimos algo y bailamos (éramos los menos).
la música, por ahora, también al carajo.
a las dos horas empezamos
a juntar colores,
a hablar la jerga, pero una jerga sin fondo, jerga agujero.
en un momento dejamos de saludar,
ya no mirábamos doble, cerramos la barra.
los regalos, también al carajo. estaba listo.

el último de ellos que se fue, un gordo duhaldista,
miraba la olla que empezaba a abrirse en vasos ya.
yo estaba en la duda, me lo bajo o no de un golpe.
cuchicheamos con la gente, como hace ciento
cincuenta años, es pueta,
y otra vez no me cagaron a palos.



la forma

y esa olla se abrió para nosotros
cuando las otras formas dormían detrás de sus tapitas
como películas, sin saber que se vaciaban
y se volvían parte de otra cosa que no estaba ahí
para mirar ni para adivinar,
la cerveza loro sin esfinge
o el vodka delator de límites,
la masa líquida, lo duro medroso dentro
de la olla por la olla
que sin embargo debía un color, plantiemos
llena de color gorrión
y que sin embargo no estaba a la vista.
era como los bafles, como el vino de los bafles,
algo que no se nota cuando es grande,
era como la pampa, derrumbe y relleno de sedimentos
en un agujero que no tiene límites,
podía ahogarse toda una familia en esa olla y renacer malhablada,
podían morir ejércitos ahí buscando algo de beber,
y a diferencia de la tierra que tenemos la olla tenía ciclos,
cambiaba, no de forma pero de gorrión
a otras especies que también sangraban y saltaban
a la vista de pocos, los que sabían gritar
de mil maneras distintas, desesperados.

yo llegué a la olla como un gato,
detestando entrar por donde sobra espacio
me dice evana te invito un vaso
le digo no me tengo que ir
me dice dale no hagás como yo
que siempre me voy cuando me invito
entonces tomamos porque había tanto que decir
tanto que en variedad era silencio
y en tamaño era música.



el mambo

si miro el techo
sólo veo la bola.
si miro la bola
sólo veo mis ojos.
si miro mis ojos
sólo veo "si miro mis".
si miro "si miro mis"
sólo veo el suelo.



el cautivo

Miró el vaso. Vio de todo.
O no: vio un arcoiris reprochable.
Lo revolvió más y se lo llevó
a la boca, esquivando los hielos.
Tragó y se abrió la camisa, con
el sombrero todavía viejo puesto
porque por el local llovía.
Cuando se cansó de charlar barra mediante
dejaron de bailar
y el miedo a que se le caiga el pantalón
y no haya otro pantalón debajo
él ya no lo sentía.
Hinchado de beber, sin ganas de mear,
se arqueó sobre su panza,
se sospechó dejando de seducir,
movió las uñas y, en la barra,
entre banderas y vampiros,
Evana era muchas caras
turnandosé en salvarlo.
La agarró de las axilas,
le dio un beso largo, como siempre,
y le presentó al tipo que bailaba con él,
un tipo de impermeable,
un tipo largo y de vicios vigilantes.
Le plantió a Evana un reemplazo, que siga bien atendido
como un amigo hasta tarde.
Este tipo bebió y negoció,
sorprendió como cualquiera y con promesas,
dejó sus vasos a medias
y en un ensayo de ebriedad - ebriedad crítica -
cuando lo necesitaron
desapareció.
Lo habían llamado al micrófono
y ahí nomás nació su doble, el Malhablado, que era el más
zarpado en mezcla
y aplaudido, en sombrero y en bolas, pasó
de la barra del local
al escenario
desde donde
ni grave ni bufo
dijo de entrada
fiesta, lo que se dice fiesta, acá hay todos los días.
Y ése fue el primer día del local.



el malhablado

el malhablado
cae de rodillas
desbocado por lo que quiere decir,
su viejo refugio en la garganta,
la oralidad del diablo,
desguarnecido,
desguaranizado
por el match de san ignacio.

vaciado en la distancia varieté
relinchado
quinientos palos después
cae de rodillas, desbocado por el mezcla,
encanutado en el baño por los otros
empleados.

en los talleres, en el circo misionero,
aprendió el español en tres niveles:
tuvo un libro, escribió un árbol
y dejó plantado a un hijo.
quinientos palos después
¿cómo sigue viviendo con tan poco?
vive mezclado en lo que paga por gastarse,
alquila un pozo negro en la ciudad
de los taxis y los comentarios.

quinientos palos después
¿cómo vive con tantos moretones?
vive escondido en la fiesta que no baila,
camerata de la murga, merca barata,
hace de mozo, ni siquiera sirve el mezcla,
hace de mozo o de fantasma, según
sirva de frente o de costado.

el malhablado
cae de costillas
adanizado, rebotando en sus por qué,
reventado
por el match de san ignoro
en la tierra del papel, quinientos palos.

con compañeros, por decirlo de algún modo,
en la ciudad del polvo y la buscapina
quiere hablar con saliva remanente
y la tinta lo devora, la bulimia
en toda su extensión, el mal que aqueja
a la casa, al parqué de las palabras
donde sólo los porteños hacen sus asados.



esteta en pedo

La pedorra tiene sus vicios técnicos
y aunque interrogués al mundo a fondo
lo único que tenés es esto, una gotera
en el cielo deprimido del baño del local;
agua de nadie para esta tierra que no
devuelve nada, aunque todo pase por tu cara
refrescandoté el rencor ante tanto spleen sin plan.
La vida es comer mal, bailar mal
y huir de la autoridad mal,
el agua en la nuca es una puerta que tiene que abrirse
pero un portero, una idea fija, un río, una cicatriz,
cualquier cosa se cierra para el agua
y debajo quedás vos, jurandoté arreglarte,
estuviste todo el día cumpliendo lo que ibas a jurar,
odiando esas falsas canciones, esas comparaciones
sin plan, sin un presente dado vuelta, un carpe diem del proyecto,
y ahora no pedís nada a nadie - de haberlo sabido -
te dejás caer en la posibilidad de que te arreglés de la nada
con vos mismo incluso con los dueños del local
y también con ellos, los músicos,
los únicos monstruos del agua que no toman
su forma de goteras.
El pensamiento a esta hora, en cambio, no tiene vicios:
entender que te caés del pedo que tenés
es entender que no es bueno
dejar de agarrarte.



inventario

Vino la lluvia
y permanece en los bafles, la letrina.
Vino la policía
y no se llevó nada en especial.
Vinieron los invitados
y se fueron, como corresponde.
Vino gente de otros locales, y otra vez no los vimos.
Vino la barra de Vélez, somos todos fortineros.
Vino la del cumpleaños esa vez.
Vino la gente del periódico barrial,
tomaron vino.
Vino gente de la iglesia
y dejaron una virgencita en el reservado.
Vino gente de la tele
y no dejaron a nadie en paz.
Vino gente de Duhalde, tarde,
más impuntuales que un puntero.
Vino el kit de travestis, siempre a mano.
Vino Isidoro Cañones, con el carcamal.
Vino un camión con botellas, y siguió de largo.
Vino el kioskero, el remisero, el ricotero
y jugaron piedra, papel o tijera.
Vino Malone Muere, vino Mariano Mores.
Vino Bela Lugosi y no entendió nada.
Vino un poco de aire, con la lluvia.
Vino un sentimiento, no lo pudimos parar.
Vino una situación y se empeoró.
Vino la mañana desde Uruguay, desde Sidney,
y el local parecía una olla
que esté tapada sólo en la boca, en la caja
donde no había casi nada que contar.



puro lugar

la fantasía de bartolo es el recuerdo,
la puerta que cuida es una idea fija que se sonroja.
no habló en toda la noche
ni llamó la atención, y eso que era el único
que caminaba por el lado bailable.

previó la policía, la mujer y el reojo
en su lado agreta, primerizo;
previó el índice, el medio y el gordo
apretando el vaso
y ni se tentó.

le pegó a muchos, hijo de una santa madre,
y se durmió, con la cara rota
por una vergüenza utópica.



el descuido

la locura cromática de la virgencita
que se dejó olvidada en el reservado
alguien de la misión Paren de Sufrir
resalta en la barra, al lado de la olla
oxidada de arcoiris, agujereada de colores
donde, si la virgen cae, flota.



el despojo

dónde está la mujer que bebió conmigo
que le quiero decir
que no la voy a describir.



la presión

a dos metros
sobre el nivel de la música.
no es la ciudad ni es la angustia.
es la bola de cristales
y la presión
por techar todo, techarlo todo bien.
no es la ciudad ni es el límite
ni es un no-lugar ni es un no-color.
son las ganas de mirar bailadas
y el vaso lleno de barro
y la última confianza, pesada.
el malhablado se durmió, soñó que sonaba.
yo, que golpeaba con las uñas.
somos tan vuelteros que ellos, a diferencia de vos,
se nos escapan.
el tiempo se va sin ellos, o cuando se va
se los lleva a ellos camuflados
en un doble fondo.
ya es de mañana.
siento la presión
por techar todo de agujeros.



el otro

un vaso de mezcladito con doble fondo
¿qué escondería?



la careta

a mí tal vez
o a su revés, un éxtasis,
o simplemente más mezcla.
si el mezcla se saliese de sí
sería un éxtasis, pero
si el éxtasis se saliese de sí
sería pasta cargada,
una DRF de LSD,
y si yo me saliese del mezcla
no sería éxtasis, sería músico
apastillado
y si el mezcla se saliese de mí
orinaría
y si yo saliese de mí
querría estar loco de miedo de lo nuestro
de que se acabe, de que se gradúe,
de que se achique al comparar,
los mataría,
los quemaría en su amétrica resaca
cosa que no lo gradúen
llamandoló sobras
porque un mezcla no graduado
es un mezcla que no se puede rebajar
y porque las sobras no existen
salvo que fuesen de éxtasis, y entonces
las dejarían de dejar
y la fiesta no sería ni nuestra ni eterna
porque si la fiesta es eterna
es porque las sobras no existen,
por eso no comparemos,
no veamos doble:

a mí tal vez, o a su revés
que no sé qué es.





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