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Ant.H
Prox.

 daniel samoilovich
LAS ISLAS DE LOS LAGARTOS

 





SEGUNDA PARTE: EN LAS ISLAS


En una casa, antes de embarcar. Luego, en las islas, visita al Museo. Pasto en unas
grietas del basalto. Cautamente, Darwin se asoma a su idea.




La noche antes de embarcar

Toca dormir en esta casa, aquí
nos dejaron, provistos de una cita:
mañana a la mañana, en el muelle.
                   Por la ventana

que da a la calle se ven los mismos árboles
que en el jardín, es fácil confundirse,
adentro, afuera, el mismo color rosa
                   de los grandes pétalos.

Sólo un azul ......................................
........................................ este jardín,
........... una calle................................
                   una casa

y en esa casa un jardín, quizás éste.
Tus ojos son el ancla, cerca de ellos
estoy seguro, ellos son la casa
                   verdadera,

no estas paredes falsas, dibujadas
de apuro, justo antes que lleguemos
—no separan siquiera dos matices
                   de rosa,

ni un hemisferio de otro, ni los cielos,
enemigos, de la osa y el carrito—.
No me cubren tus ojos del rocío
                   ni del tiempo,

no evitarán que muera y sin embargo
ellos sí son refugio, talismán,
cerca de ellos yo me creo seguro.
                   O, mejor,

empieza a darme igual lo que suceda,
a no asustarme esta casa que mañana
dejaremos como un poco más tarde
                   dejaremos

las islas, el aliento, los huesos.
                   Pero
es que sin vos lo mismo daría
                   haberse muerto ya,
y entonces lo peor, que hubiera sido
                   no conocerte,
vivir en otro siglo distinto del tuyo,
                   en un planeta
cualquiera de cualquier honrado sol,
                   o peor,
cruzarse con vos en la cola del cine,
                   en la sala
de espera de la morgue, y no avivarse
                   que eras vos,
tenerte delante, y, como un artista pésimo,
                   no verte,
eso ya no sucedió y ahora todo está bien,
                   ahora
lo único que quiero es no sobrevivirte.
                   La casa
ojalá fuera de cartón, de dulce,
                   ojalá
de chocolate o mazapán, y viniera
                   un ogro
y se la comiera con nosotros
                   adentro.

(Es por algo que el niño venusino
bajó a la tierra armado de arco y flecha,
no se trajo una pala ni una escuadra
ni ridículamente acarreó

desde su olímpica morada vendas,
lenitivos, remedios. Su tarea
es dañar, no curar, no construir nada;
si cuando te ensarta te olvidás

de la muerte, se trata de un efecto
colateral, del mismo modo que
un tipo al que le pegan un balazo
en la mano, en un hombro, en un pie,

seguro que se olvida de inmediato
de la angustia suicida, inmaterial,
que hace cinco minutos lo aquejaba:
cuando de veras pica, se transforma

en trivial el miedo a lo futuro;
                   el día de mañana y toda
deducción y toda prospección
                   y toda

reflexión, que el diablo se las lleve:
                   esta es la hora
furiosa y a la vez serena
                   del ahora

y en las manchas rojas, amarillas,
del ahora, en las islas un reino
fundado en la ley de tu mirada,
                   cosmos macro

donde cada accidente del terreno
corresponde a un cosmos micro:
las montañas tus pies, las lagunas tus ojos,
                   ¿y por qué

en el infinito ensayo geológico
no podría el planeta
generar una cosa como esa?
                   Si fuera posible,

aquí debería ser, aquí empieza de nuevo,
a hervir la tierra,
nacen de nuevo, en las grietas del basalto,
pálidas
                   hebras
                                        de pasto.




Así debió nacer —dijiste— la vida.

Señalabas tres hebras amarillas
de pasto entre las grietas del basalto.
Nosotros, los únicos testigos.




En el refugio de los amotinados,

donde se exilian dragones y piratas,
el mundo nace de nuevo, pero enfermo,
contagiado de los mundos que ya existen:
débil el pasto, malolientes los árboles,
y silban en la noche las tortugas,
el aire como un pájaro pesado
se posa en la cubierta, mira, mira.




Alta noche, sobre el tajamar,

se demora un pelícano,
demasiado naturalista, y por lo mismo, falso
mascarón de proa; en el puente
una partida de naipes lleva y trae
corazones adecuadamente rojos,
picas, tréboles: al diamante le decimos "brillos"
y brillos ásperos dispensa tu mano, estaría tentado
de pensar que sabe
lo que no puede saber: que dando, da origen
a una melancolía por venir.
Pero lo más probable es que no, que no sepas
ni sepa tu... ¿Dónde se fueron
el capitán, el cocinero? Ahora vuelven
del mar, parece que chorrearan
alquitrán sobre cubierta, tan oscuro
es el reino del que vuelven que demora
en desprenderse de sus cuerpos, de sus trajes
de hombre rana:
en bolsas de apretada malla traen
regalos del abismo, la atrevida
geometría de langostas que mueven
antenas rotas, pinzas ya inútiles.




Como si entre "vos" y "yo",

animal y hombre y hombre y mujer
oh y ah, se insinuara
una tercera categoría. Como si hiciera falta.
¿Ama Ulises la guerra
o ama a su mujer? ¿O lo que ama es el viaje
que une la una con la otra?
Lo que nos une está, lo encontramos
aquí, quiaquí loencontramos, estas islas
peladas, perros salvajes
y dragones mansos, las ruinas
de un Palacio de Lava bajo el sol de fuego.





Me llevas tapar, en trules gritas

de soskur adesola senyalaste
tres pálidas pastebras:
—Así debió —nijiste— dacer
unaves, algú naveslabí—.
                                   — Y otro testí kenosó
                                   trosnobí.




Los galápagos, por ejemplo, buscan agua dulce


embarrarse, beber grandes cantidades...
arrastrándose hacia el agua han generado
a fuerza de pasar por el mismo camino
sendas que irradian desde el centro de las islas
en todas direcciones... estos grandes seres
dirigiéndose unos muy rápidamente hacia el agua,
con el cuello tendido; con toda calma,
ya apagada la sed, alejándose otros.
Cuando la tortuga llega a la fuente,
poco le preocupa que la miren o no
sumerge la cabeza en el agua, traga
inmensas bocanadas, unas diez por minuto,
los habitantes de las islas cuando viajan
por las regiones bajas tienen bien presente
esta circuns-, etc;
he visto dar muerte a una tortuga,
el agua contenida en su
era perfectamente límpida aunque
algo amarga; el agua del pericardio,
dicen que es muchísimo mejor...
Más veloces de lo que pudiera creerse:
los habitantes de las islas han marcado
a algunas, así han podido saber
que marchan ocho millas en dos días.
Más veloces de lo que pudiera, de lo que se, de lo que pu...
Yo mismo he vigilado una gran tortuga,
200 pies en diez min., 1200 por hora,
cuatro millas por día teniendo en cuenta.
Durante el celo más veloces
(¡todavía! ¡todavía más veloces!):
cuando están acopladas, el macho emite
un ruido ronco que puede oirse
a 300, 400 pies.
La hembra jamás hace uso de la voz
y el macho únicamente
en la circunstancia que, etc. Así
cuando se escucha ese grito se sabe
que.




Nos reímos nerviosos, falsiflores

de la iguana, su error nos alumbra
con insegura
                             luz.
                                       (Aparte, entre las grietas
del campo de basalto me mostrás
tres pálidas pasthebras.
—Así nació —decís—, de esta manera
nació una vez la vida—.
                                    Nosotros, los únicos testigos.)





Deportados, prisioneros políticos,

pero no prisioneros dentro de algo,
sino prisioneros fuera, afuera,
tomatelás, andáte lejos, fuera,
a la cruda intemperie de Etcétera.
Cerdos, cabras y perros que llegaron
junto a los presos o en otros intentos
de colonización, fallidos todos,
se volvieron salvajes, peligrosos:
por el contrario, pequeños dragones,
animales de antes del Diluvio
con sus crestas hirsutas, preparados
para asustar a un mundo ingenuo,
se acercan a las botas amarillas
de los viajeros, las confunden
con flores de retama.





El Museo Darwin

Monedas de un dios indiferente, días
como islas con su flora y su fauna
separadas una de otra por la noche, se oye el paso
de un gigante que viene a traernos
el rarísimo don del presente.
Nada es más semejante
a un esqueleto humano que uno
de murciélago: a la hora de los huesos
todos iguales y el alma una cosa
cuya importancia sería fácil
—tratándose, como se trata, de uno mismo—
exagerar. Un museo muy años 60,
con fotos, grabados, el sol
filtrándose a través de ventanas
un poco sucias y una carta de Darwin
escrita en grandes helvéticas:
"Mirando esta tarde los pinzones
junto a la costa de Florián..."
Entre la acusada conciencia
del pasado y la desmemoria total,
entre distinguir y confundir
las hojas con la sombra de las hojas,
así existimos, esa fue la forma
que la felicidad tomó para nosotros.
Tampoco del reflejo
se puede saber
si se corre, o muere y nace
de nuevo en la superficie
negra del mar.





El único mamífero indígena,

un único ratón hallado en Chatham...
Aves terrestres, 32 especies
sin parecido con ninguna otra
de otra parte del mundo. Un gorrión
parecido a una alondra de América
Septentrional. Las otras 31
son: un halcón, dos búhos, un vencejo,
un reyezuelo, tres agachadoras,
un papamoscas, una becasina,
y una codorniz que no difiere
de las americanas salvo porque
su plumaje es más oscuro y ralo
y es algo más pequeña. Mr. Gould
la considera diferente. Dos
especies de Cactornis (Simulácea
y Faltsidón) se posan a menudo
en las flores gigantes de los cactos...





La carta de Darwin

Mirando esta tarde los pinzones
junto a la costa de Florián
creo haber encontrado el extremo
de algo que podría conducirme
entre la variedad de los que viven
hacia el secreto de la vida.




La figura 1 representa

el pico mayor de Geospiza,
la figura 3 el más pequeño...
van disminuyendo gradualmente...
mirando los pinzones se podría...
metas diferentes... Los dos búhos
son algo menores que etcétera,
palomas sigúl zorzal etcétera
vudpíquer vudcríper scáimer suift
sandpáiper sidsnáip cueil plóuver reil
scrímer sungréb stailgúl etcétera
etcétera sísquin táirant finch.




Nos confunden con flores de retama,

dijo el capitán: comen flores de retama.
Las iguanas de tierra avanzaban
torpes hacia las botas amarillas.
Nos reímos nerviosos, falsas
flores de la iguana, el resplandor
de su equivocación nos alumbraba
con una luz dudosa.
(Aparte, entre las grietas
del campo de basalto señalaste
el pasto, tres hebras pálidas.
Así nació, dijiste, de esta manera
debió nacer, alguna vez, la vida.
           Nosotros, los únicos testigos.)




Epílogo moral de la segunda parte

Incluso si los peces consiguieran
la más perfecta adaptación acuática,
morirán todos si un cometa embiste
la tierra y los estanques se evaporan.
Pero el harapiento y viejo buster,
el pez pulmonado, que antes fue
el hazmerreír del clero en la piscina,
quizas salga adelante (y no porque
un juanete en la aleta de su abuelo
avisara a sus antepasados
que un cometa andaba por ahí
pensando hacer impacto con la tierra).
Podría ser que buster y sus hijos
prevalezcan debido a que un rasgo
aparecido muchísimo antes
para un uso distinto permitió
fortuitamente la supervivencia
durante un cambio súbito en las reglas.
Y si somos el legado de buster
y el resultado de otros mil cambios
igualmente casuales, ¿cómo es
que pensamos que nuestra existencia
y nuestra mente son inevitables,
necesarias, o incluso probables?








TERCERA PARTE: TORTUGAS, LAGARTOS, IGUANAS

Las tortugas maldicen su condición. Fantasías y experimentos en torno al instinto de
conservación, el origen de las especies, la naturaleza del arte, etc. Una partida de naipes
en la cubierta. Varios tratan de burlarse de Darwin.




Puerto Baquerizo

¿Pero cómo fabrica la noche
esos pétalos luminosos, rosados?
¿Qué reservas de luz tienen los árboles
que flanquean nuestro paso?
Los pelícanos no saben geometría, las estrellas
de mar no cuentan hasta cinco: cada uno, sin embargo,
vive en su forma, de una forma, sobre el techo
de una dársena o en el fondo del mar.
"Creo haber encontrado, creo
haber
encontrado":
y un mundo de emociones morales
se derrumba ante el hallazgo. Hace bastante menos
de un millón de años, van y vienen fichas sobre el paño
de una mesa de juego, a oscuras
hurgan los pinzones entre las piedras de la playa
adaptando su pico al alimento disponible.
Las formas mutan en un paño, un sueño,
y en ese sueño ruedan
"oh" y "ah", dos figuritas que vendrían
a ser nosotros en puertos
de nombres raros: Baquerizo,
Fernandina, Sullivan Bay.




Cuenta Darwin que tiraba de la cola

de una tortuga con todas sus fuerzas
cuando ella se dio vuelta y lo miró
como diciendo: "¿Por qué me hacés esto?".
El sabio, que a la sazón tenía
26 años, pensó que era un poco
ridículo contestarle. Además
¿qué podía decirle?




Iguanas de tierra

"Son mansas", dijo el capitán,
y dijo "se acercan a las botas
amarillas creyendo que son
flores de retama: eso comen,
las engaña el color de las botas".
Más o menos así fue que dijo
el capitán del barco fletado
por la Economic Galápago Tours,
ocho pasajeros, capitán,
y un marinero que a la vez cumple
función en la cocina. Veamos:
para empezar un vuelo directo
de Quito a Baltra, la pista ocupa
la isla entera, de ahí en remolcador
a Baquerizo, esa noche se duerme
en una casa vacía entre árboles
de pétalos enormes, portentosos
floreros en la calle, de mañana
sale el barquito portando diez
homínidos y algunas decenas
de cucarachas también marineras.
"El mundo del revés —así dijiste,
y tal parecería que me toca
esta vez ser tu escriba y tu escoliasta—
el mundo del revés —dijiste— perros
salvajes y dragones mansos" (sin
saberlo repetías lo que Darwin
había dicho cien años atrás).
En la mesa de juego de un hotel
misérrimo de Quito, habíamos
ganado el dinero del avión
y el remolcador y el barquito plenty
of cucarachas de la Economic
Galápago Tours, fichas de diez, veinte
centavos, pero el ocho al salir
ocho veces seguidas, nos dio
lo necesario para pasarnos
dando vueltas a las islas, ocho días:
el infinito puesto de pie, el cubo
de 2, la redoblada potencia
de la más simple de las pluralidades,
la más simple de todas las apuestas
contra la muerte, multiplicada
por sí misma una vez y otra vez:
el clavo recontra remachado
de lo imposible, nuestra economic versión
del triunfo sobre aquello que no es
ni puede ser, del viaje
al comienzo del tiempo, pero el tiempo
iba a comerse también
el viaje y si no mirá... mirá como
se acumulan ahora estas, etc,
sin solución de continuidad,
sin poder, sin lograr, sin más resultado que,...
t-r-r-r-r-r, se rompió la cuerda
del juguetito que tenía en la cabeza.
Hay uno que dice que otro
que fabricaba manchas, tiene
que haber pensado
(no una vez, varias) que estaba
volviéndose loco ¿ustedes no?
¿o acaso no se miraron nunca
en el espejo? Es ridículo, es un poco ridículo
tratar de hablarles, como correr atrás de las tortugas,
como tratar de hablarles
a las tortugas
o a ustedes. Es un poco ridículo
y la cosa se me escapa, pero qué,
ni siquiera es seguro que la cosa
que se escapa estuviera allí. Escaparse
se escapa pero no es seguro
que estu vierayí yi vierayí stuyi yi yi ...
¡Oh, no, otra vez, no! Cascar una nuez
no es realmente un arte, y en consecuencia
nadie se atrevería a congregar
un auditorio a fin de entretenerlo
cascando etcéteras.





El informe

"Al parecer —dice un informante de la Royal Society—
la Naturaleza ha querido engañar a Sir Charles
con su vistosa variedad: pero nuestro corresponsal
sin dejarse confundir por tanto pico, trompa,
belfo, hocico, cara,
ha descubierto que en todos, sapos, moscas,
ortigas y humanos late
un mismo y veleidoso instinto
de conservación. Esto torna innecesaria
la existencia de Dios, a la sazón reemplazado
por las tediosas notas del botánico;
y en vez del Designio Divino, lo que se nos ofrece
es un ciego combate a garra y diente
del que los mamíferos no salen mal parados
pero que también consiente el ala que sirve
para huir, la pequeñez que facilita el esconderse.
Es afortunado que por las dudas, por si se arrepintiera
la Evolución haya dejado por el sendero un hilo
del cual Sir Charles cree haber encontrado la punta.
Tal vez si nos lo trae nos sirva
para coserle un chaleco de loco
y un lindo bonete de blasfemo
y dotado de estos enseres, devolverlo
a la isla pirata donde puso
a punto su sistema."




Hermoso lodo oscuro, tras meses

de no ver otra cosa que el suelo
calcinado del norte de Chile.
Las tortugas, único alimento...
su número empero disminuye...
en otros tiempos, barcos corrientes
se llevaron de una sola vez
seiscientas, setecientas tortugas...
una sola fragata, doscientas
                                                           en un día.





Otro detractor

"Su sistema por otra parte está
desprovisto de belleza, si no fuera
por sus otros defectos bastaría
con éste para tornarlo indigno
de atención y de crédito: números,
alturas y mareas, lucha
por la vida, este hombre no puede
al parecer pensar en otra cosa
que en ángulos, medidas, egoísmo
sin fin entre el bárbaro zigzag

                             del alba en los volcanes apagados."




Pero es que no se trata, ¿no?

ni de berdad ni de belieza, ¿no?
sino de seiscientas, setecientas tortugas
de una vez, doscientas
en un solo día.
O sea, un animal enorme, ¿no?,
algo que pesa bastante, más de doscientos
kilos, y a su vez doscientas
en un solo día: arreadas a bordo por
planchones de madera o hombreadas
entre dos o tres, en redes. Vivas, a fin
de que vivan, les damos pasto
de comer y cada día
de los doscientos que siguieron
apaleamos una y la comemos.
Rompiendo antes la caparazón: obvio.
Un animal extremadamente lento, pero apto
para la supervivencia.
Hasta que llegamos nosotros:
dispuestos a acarrear
doscientas en un solo día.
La caparazón se dispone en hexágonos y cada
hexágono ajusta con los otros, con pentágonos
no hubieran podido, cómo
y cuándo aprendieron geometría.
El caso es que nos llevamos doscientas
en un solo día, escandalosamente fáciles
de cazar, no tenían previsto, se ve, nuestra visita,
tenían hexágonos, tenían su técnica
lentoacorazada de vivir, o sea:

Me como el pasto que no se mueve, dado lo cual,
maldita la falta que me hace
andar saltando como una liebre,
y si algo me ataca me meto
para adentro, me duermo una siesta
de dos o tres siglos mientras
el otro se aburre y se va:
por pico duro que tenga los dientes se le van a quebrar
contra este carapacho, y peso lo suficiente
como para que no pueda ni pensar en levantarme
y romperme dejándome caer
desde quinientos metros: que pruebe el plumífero
levantar vuelo conmigo entre sus garras, si
lo que es menos probable todavía,
encontrara de dónde agarrarme. ¿Se entiende?
Peso y falta de ángulos, dureza y retracti
bilidad. Pero
(y "pero" es el verdugo de todo lo que amamos)
¿quién se iba a imaginar la llegada de estos
cretinos implumes, con dedos articulados, el pulgar oponible, etc. ?
No todo
puede preverse en esta vida, el caso
es que nos divertimos bastante sobre esta planeta
en esta pedaza del planeta hasta
que, etc., etc., etc.
En cualquier caso, admitirán que no se trata
de belieza, el estilo que habíamos
elegido era bastante belio, lo hacíamos con bastante
gracia, por lo menos nos parecíamos
graciosas a mismas nosotras y pulvus
nos echábamos que durraban semañas: ni belieza
ni éxtasis faltábannos. Oh, mis amigos, habláis de rrimas
pero no olvidéis que es la cruda
intemperrie el problema: un carrapacho
de acerro hubiéramos debido
tener para defendernos
de la intemperie cuando adoptó la forma
de estos duros cretinos:
pero hubiera
sido técnicamente imposible: necesitábamos algo
que pudiera crecer, me refiero
a que el carapacho tenía que empezar
siendo más bien chico, caso contrario
hubiéramos debido nacer enormes, lo cual
plantea nuevas dificultades técnicas
(estas sí, insalvables): en suma, nuestro talón
aquilino teníamos y he aquí que:
uno, vino a saberse que era necesario
que lo tuviéramos, dos,
duramos hasta que unos cretinos
lo descubrieron. A fin de
comernos; esa es otra; hubiera sido
harto prudente saber a mierda
a fin de que los implumes no tuvieran deseo
de comernos, lo que no entiendo
es cómo se les cruzó por la cabeza
que podríamos, que podrían: es que lo prueban
todo, el agua del pericardio ¡el agua
del pericardio!, auténticos
carniceros buscando como perros
hambrisedientos qué mierda comer.
Gustarles, ese fue el problema,
aparecer ante los ávidos ojuelos
del bípedo como apetecible
menú. ¿Por qué
no se comen entre ellos? Me temo
que también, que incluso. ¿ Y no sería posible
ser nomás una idea, algo
indiges-incorrup?
No está mal. No una tortuga ser, sino la mera idea
de una tortuga, ahí sí, ahí seguro
que no se tomaban el trabajo de comernos, oh, sí, mucho
mejor todavía que saber a mierda. O sea: volverse
más fáciles de transportar pero en el mismo grado
y por lo mismo, menos interesantes. No saber
a nada, impalpa insonda
bles ser: inodor, incolor, insipid
as, imposibl, impensabl, impasibl
es ser. Con lo que llegamos entonces a
nuestro error capital, inicial:
la tangibili la palpabili la inteligibili
dad. El peso, que fue nuestro ingenuo remedio
contra la pájarocaptura, transformóse
en nuestro problema a la hora de la
implucaptura. Ironía, etcétera.
En todo caso no vengan ahora
con la belieza, con
el amanecer en las islas remotas, la línea
roja del sol
sobre conos de volcanes apagados.




Entre el zigzag de los volcanes apagados

llega tu mano, repartís los naipes:
como si la aspereza del cartón
se tornara irreal y las cartas
al salir de tus dedos, transparentes,
como si dejaran en ellos
rugosidad y solidez, sentido,
no entiendo el juego que me llega, entiendo
que me ha llegado juego pero no
qué juego: además, si todos ven
            mis cartas, cómo puedo jugar.





Me quedo quieto, no porque no pueda

moverme yo sino por la parálisis
simultánea de la opacidad
         y del sentido: te miro

desesperado, no parece que lo notes,
parece, no parece, me acuerdo
         que acá le dicen brillos al diamante.

Como quien percibiera dormido el cuerpo
inmóvil, sin entender que se está quieto
         porque uno duerme:

y le ordenara, en el sueño, moverse,
sin lograr que obedezca, estando,
         como está, boca abajo, dormido:

en un cuarto feo, azul
que por suerte o por desgracia uno
         no llega a ver

estando, como está, dormido,
estampado en la cama, creyendo
         que se quedó paralítico, que

la cama, horizontal, es un muro
vertical, o peor, una barrera
         invisible

como el cuarto feo y azul
que, por suerte o por desgracia, uno
         no llega a ver

soñando, como sueña, que está
paralítico entre el rojo
         zigzag.





Necesito una línea

una línea verdaderamente buena,
tan larga que derecha en el Universo no quepa,
zigzaguee, relampaguee, se curve,
se cierre sobre sí misma en una O
que crezca y reverbere, palpite
perfecta y mayúscula
como el anillo de Saturno,
el cinturón de astero-OO-oó
OO-OO
O-O
O
oóides: el espacio entero, que se curve,
el espacio-tiempo, como el espejo
de tu polvera, donde nos miramos
asombrados las caras de tortugas, donde con una bonita
tecnodiseñada gillette que a su vez nos mira
por sus ojitos turbios disponemos
dos tres cuatro
cinco líneas.





Una por una por una, y cada una

de un golpe
y gloriosamente adentro. Cierta valentía,
más bien, cierta temeridad, cierto deseo
de pelea, cierta inconsecuencia
entre los medios y el fin, por ejemplo
dejar correr el agua de la ducha
entre los dedos, pensar en un pato,
larga y detalladamente, un pato
con su forma y sus colores, después pintar
un círculo amarillo que no tiene nada que ver
con el presunto pato, se informa solamente
de la mecánica de la reflexión acerca del pato
y por ahí ni siquiera sino simplemente
se beneficia el círculo de la contigüidad de las experiencias
de bañarse y pintar, por ahí ni siquiera.





A dos mil pies, una choza,

los cazadores de tortugas...
fui dos veces, una noche dormí
allá arriba, no podía despertar,
me tiré de lo alto de un volcán
apagado, y todavía... fondo blanco
de sal cristalizada... tres pies, cuatro pies
quinientos pies, de fondo, de alto, el eje,
el diámetro, las paredes, las plantas,
las púas, los brazos, el color
verde, raro... hace algunos años,
amotinados de un ballenero asesinaron
a su capitán;
vi su cráneo entre los matorrales.




Un cráneo, ¿no?, y uno pensaría

que en fin, ¿no? al fin de cuentas,
pero el tipo no,
no se para a, como en un sueño,
como manchas de color
sobre una superficie soñada,
se sabe que son manchas de color
sin saber exactamente qué color,
se tiene juego, ¿no?, pero qué juego,
poseído, ¿no?,
por el demonio de los
números, las pequeñas observaciones,
anda a caballo, sube,
mil dosmil pies, una noche entre los cazadores,
espantoso calor sin una queja, ¿no?,
loco, apasionado, y qué plu
ma, ¿no?, el bípedo implume. Veamos:
"Coloqué un termómetro
en la arena negra
en un instante subió a 137°:
no sé a dónde habría subido,
la escala terminaba allí...
incluso calzado muy recio, imposible
caminar sobre la arena".





Parece que los peces pulmonados

al igual que los mamíferos marinos,
tras cambiarse de peces a reptiles
y pasar de reptiles a mamíferos,
un día emprendieron el camino
de regreso al pescado: el atún
hizo el proceso entero, la ballena
da la impresión de que recién empieza.
Los árboles entonces podrían ser
hombres o mujeres que avanzaron
aun más en el camino de regreso:
los dibujos de árboles con brazos
levantados, y ojos en los nudos,
y bocas en las grietas, serían
más realistas de lo que parecen.
Y Nietzsche, cuando dice que el árbol
es la forma más alta de la vida
no haría otra cosa que darle una vuelta
de tuerca más al etc. etc.





Lagartos

No más ver su cabé zanchicorta
y susgá rasdigual hongitud
Mis Terbé lauguró que susábitos
tenían muy keserpar ticulares

y difrir enmuchó deldosú
parienté masproxí maliguana.
Sanimal repugnán tegrisú,
de movimién toslén tosistú.

Albermal, sin embargo, no hay,
que creer que salí mentan sussex:
Essex, un gropesís o sietasque
rosoptiles tendidos al sol

sorlas Negro sasrukas sus miembros
y suspó tentesgá rasestán
admirá blementiá daptadós
pararrás trarse sobre las má

sasdelá vagrietá dasrugó.




Con un paso maquinal

de juguetes de cuerda
se acercaron las iguanas
a tus botas amarillas.





Hombres prisioneros, príncipes encantados

esperando un beso, miran como diciendo "No te das
cuenta,
mirame a los ojos, acaso no te das cuenta, o acaso
porque
podés agarrarme de la cola, te creés ¿qué carajo
te creés?,
o acaso sólo si te atacara y te matara empezarías a pensar
que yo
soy algo, pero para entonces estarías muerto y no pensarías
nada."
Son hombres encantados, objeto de una experiencia
tipo doctor Moreau, pero al revés, no animales
vueltos humanos sino hombres injertados
con pelos y escamas, las articulaciones
puestas al revés, los dedos estirados
(se consigue dejándolos colgados
de una argolla tres o cuatro
siglos, entonces los dedos
se adaptan para arrastrarse sobre
masas de lava agrietadas y rugosas, y
las uñas se trabajan con lima hasta que sean
ganchos, y los dientes se afilan como en ciertas
tribus africanas, y se les pega escamas gotas de cemento.




Un experimento
He abierto muchísimos:   no sé qué hacer con ellos.
Normalmente no tiene   su estómago está
casi siempre repleto   finas, rojas y oscuras;
que crece en forma de hojas   de un nuevo enemigo
bien puede ser fatal   tengo razones para
parece que no tienen   era gracioso y rápido
pero cuando se asustan   así probablemente.
Parece que no tienen   tan lejos como pude.



Yo arrojé uno de esos   lo atrapé muchas veces
 lagartos muchas veces   a un estanque profundo
a la orilla trataba   al sitio en que yo estaba.
Quizás esa aparente   en el mar es posible
 estupidez pudiera   tocando con sus patas,
el fondo del estanque   bien puede ser fatal.
A ese mismo lagarto   fijo y hereditario
esto lleva a pensar   tan lejos como pude.





Muy fácilmente hubiera   idea de morder
al agua, pero nada   nadó cerca del fondo
 bien puede ser fatal   pero siempre volvía
que le dice que la   para una especie si
presa del tiburón   que crece en forma de hojas
momento no lo sea:   mientras que cuando está
 tocando con sus patas,   hay en él un instinto
que le dice que la   tan lejos como pude.








Epílogo moral de la tercera parte

De las lagunas irradian los senderos
que marcan yendo y viniendo las tortugas:
una estrella, un dibujo resistente
como el recuerdo de un crimen o el misterio
de los misterios:

en el origen vendría a haber un cuello
largo, ansioso, tendido hacia adelante:
en el origen tendríamos entonces
la voluntad de vivir ¿o no era así?
¿o es una proyección

de un rasgo humano sobre un proceso ciego,
indiferente? ¿O en el aire húmedo
saltó una vez por error la chispa eléctrica
de una voluntad que se negó a pasar,
que no quiso extinguirse?

Azar, un dado marcado por los árabes
con una flor de azahar. ¿Pero qué es peor:
ser un recurso usado por los monos
para prosperar, o el golpe de unos dados
marcados con flores?

¿Pero no son también los monos producto
de una tormenta que arrastra a las flores
y a cuanta cosa sólida o semi
quiera entregarse al trueno, y si no quiere
lo mismo da?

Un golpe de dados: el mono, otro golpe
al mono se le ocurre hacerse hombre,
un golpe más, prospera ese capricho.
Ridículo, como todas las cartas
de amor, como todos

los sentimientos esdrújulos. ¿Pero
qué nos trajo, sino el ocho saliendo
en forma ridícula ocho veces
en la ruleta pobre de un escuálido
hotel de Quito?

Fichas rosas y rojas y amarillas,
fichas de veinte centavos, increíble,
ocho veces el pleno, pero el hecho
de que quisiéramos —y es una esdrújula
otra vez: ridícula—

de que quisiéramos, decía, venir,
¿no es también un azar, que conjuguemos
ese plural de la primera persona
no es casual?
Y ridículo.

La voluntad no puede explicar nada
porque no hay nada más raro que ella misma,
sería como tratar de explicar
una cosa simple a través de cosas
complicadas.

Quiero: la voluntad, ridícula. La última
voluntad, se dice, como si el tipo,
si pudiera elegir no elegiría
justamente que su voluntad no fuera
la última.

Quiero hablarte a través del tiempo,
no llamarte por teléfono, no,
por favor no, no la cosa ridícula
y triste y comprobar que ya no,
que no es algo que,

ah no, oh no, la cosa no está en vos
no está en mí, está en el pasado,
el pisa-pasado, ni el calzado más recio
protege los pies sobre la lava que arde
casi igual

que hace un millón de años: lo que quiero
es volver a esas islas, y un sopor
o más bien un insomnio sostenido,
me las trae de vuelta, en su esplendor,
en todo su:

flores gigantes y mínimos dragones:
y ahora que los tengo   no sé qué hacer con ellos.








CUARTA PARTE: CÓMO LLEGAMOS A BAÑARNOS ENTRE LOS TIBURONES

Donde se relata detalladamente el origen de los fondos que permitieron el viaje. Fotos
submarinas. Nuevos detractores de Darwin.




La ruleta

Nos quedaba una ficha, diez ridículos
misérrimos centavos, la pusimos
a la calle del siete-ocho-nueve,
salió el ocho, pagó un dólar veinte,
setenta centavos se quemaron
en el quince o algo semejante,
una corazonada falsa, pero
treinta fueron al ocho, otros diez
al cuadro cuatro-cinco-siete-ocho,
diez más al semipleno nueve-ocho.
Diez dólares ochenta pagó el pleno,
casi un dólar el cuadro, unochenta
el semipleno. Trece con cincuenta
era el total, no sé por qué guardamos
los cincuenta, pero apostamos todo
lo demás al ocho. Salió, ganamos
cuatrocientos sesenta y ocho dólares.
De pronto, enfrentábamos el pérfido
tope de apuesta al pleno, veinte dólares,
valla torpe que el Malo levantaba
contra nuestro destino:                              
                                       pero en vano.
Nos estaban las islas prometidas:
coronamos: los veinte permitidos
fueron al pleno, cien a la primera
docena, cien al negro, a menor
cien más, diez a la calle, a la línea
otros diez y a los cuatro semiplenos
con el ocho, diez más a cada uno.
Tendríamos que haber puesto cuarenta
a los cuadros y cien en la segunda
columna, no hubo tiempo, además
no alcanzaba la plata para todo.
Giró el plato, curvilíneo
contrapunto de las fichas cuadradas,
de las calles y columnas, dispuestas
en forma ortogonal, como si una
extremada tensión las mantuviera
quietas, entrelazadas, cuadripléjicas.
Después giró la bola, era la cosa
más cercana a la idea, inasible
sin ángulos, ni aristas, ni costados.
En los tramos finales tintineó,
de un número a otro se movía,
podía estar dejando atrás el ocho,
o acercándose a él en agonía
(faltan dos, falta uno, no llegó).
¿Quien había de hablar por la sellada
boca, los dioses favorables
o el juez insobornable, el que sabe
exactamente qué nos merecemos?
Ocho. El ocho. Salió el ocho,
setecientos veinte pagó el pleno,
otro tanto los cuatro semiplenos,
setecientos las chances, cientochenta
las calles y la línea ¡Salió el ocho!
¡Y todavía los cincuenta céntimos
que en el lance tercero sustrajimos
al juego, nos pesaban, acusándonos
de débiles ladrones! Salió el ocho
una quinta vez, una sexta, séptima
y octava vez. Perdí la cuenta, cien
doscientos mil, quién sabe cuánto era.
¡Era una borrachera anaranjada
y brutal, amarilla, verde, gris,
y púrpura de fichas nacaradas!
¡Un Pollock-archipiélago de fichas!
¡Quinientos, cien, diez mil, mil, mil, llevaban
estampado en los lomos, en dorado!
¡Cómo iban y venían las cretinas!
¡En olas, marejadas, ventarrones!
El ocho, no salió ya nunca más.
A veces salía el nueve y acertábamos
un semipleno, una triste línea,
pero más bien, en general, perdimos.
En general y singular: perdí
y perdió y perdí y perdimos.
Una racha malísima, infinita,
nos puso idiotas en la puerta del hotel.
Llovía: no podíamos, en modo alguno, retornar
a nuestra pieza en ese horrible antro:
donde habíamos tocado el cielo
y desde él caído ¿cómo volver, ahora, a dormir
mientras giraba, impertérrita, Fortuna?
Recorrimos media ciudad. Necesitábamos
una línea, un trago. Ardían las gargantas, el suelo calcinado
nos deshacía los zapatos. Hubiera
rajado una tortuga para tomarle
el agua del pericardio y si estuviera
envenenada, mejor. Pero no hay
tortugas en Quito, menos que menos si llueve y menos
a las dos de la mañana:
¡oh, una comprobación completamente estúpida!

¿Quae
Urbs
Imbecillitam
Tuam
Oponet?:

Quito.

Lo que te doy, te lo Quito. No nos quedaba un dólar
ni para un poco de algo.
(O eso creíamos: más tarde, en un bolsillo descosido
de modo tal que habilitaba una entrada
al ruedo del saco, encontré
una ficha de quinientos, hija nómade
de un instante espléndido:
las esdrújulas son ridículas:
aunque quizás más ridículos sean
los que nunca fueron ridículos, nunca
escribieron cartas de amor.
¡Galápagos! ¡Galápagos! O, más precisamente:
Economic Galápago Tours.)




El problema real, el que preocupa

a Horacio cuando niega las sirenas:
¿cómo podría la cintura humana
empalmar con la cola de un pescado?
¿En qué ángulo, a través de qué pasajes
encubriendo con qué artes malsanas
la solución de la continuidad?
Siglos más tarde Canova mostró
que podía hacerse, y muy bien.
Sin embargo, ese supuesto imposible
teórico-técnico iba a ser tomado
como cierto un milenio y medio;
del mismo modo, Oh, protagonista
de nuestra historia, tuvo varios siglos
(más o menos entre los cinco mil
y los siete mil años de su edad)
como técnicamente improbable
y teóricamente sospechosa
la teoría, que a los cinco mil
cuatrocientos le fuera revelada,
acerca del modo en que la especie
(la humana, que era la que revestía
interés para él y los demás
primitivos, sin embargo admitamos
que también, por extensión, las otras)
se perpetuaba/n.
Razonó Oh, no sin un dejo
de astucia primitiva:
"Hete aquí que siempre nuestra tribu
ha estado obsedida por dos misterios:
uno, qué es eso
que de pronto sonroja, de pronto no se puede
decir, de pronto
reúne en dúos a el y la, los aparta, los encierra
en dormitorios
y piezas de hotel y descampados
(aunque lo de los descampados
no es propiamente encierro, pero ustedes
me entienden)
y algo más tarde hace que uno tire
a la otra
desde un piso catorce o la otra
a uno
le eche ácido en la cara o ambos dos
(juntos)
metan un extremo de un tubo de goma
en el caño de escape
y el otro extremo en el auto, y etcétera,
y se alude a ello
rabelesianamente, entre grandeurs y secrètes y fuerte,
poderosa comicidad:
verbalmente; y en mala prosa, con torpes
dibujos en los baños de los bares;
y pomposamente, hasta volverlo
inextricable y salutífero como lavarse el culo
con un cepillo de dientes, dentífrico incluido,
en un libro paramédico; digamos que este es un grupo
de misterios; y el otro, el de los misterios
esdrújulos por excelencia: de dónde venimos, por qué
existimos; y hete aquí
que según la versión que este primitivo
acaba de contarme
todos estos secretos confúndense en uno solo:
venimos de los tales
descampados y secreteos y risa y bombachas
y forro-culo-tetas-pija-te la meto-
te la chupo y dibujos
y asesinatos, despeñamientos y piezas de hotel. ¿No es esto
sospechoso? ¿No estaría, más bien, delatando
la primitiva naturaleza de la mente que, de pronto,
junta todo lo que ignora
y le da una explicación global, pongamos por caso,
el viento o Dios o algo
por el estilo?"





Tres, cuatro líneas

Entrar al cuadro
pasear por el patio blanco y negro
del grabado, al borde
del mar. Mirar el mar
desde adentro del grabado, el borde
del mar. Entender
lotodo, dominar
lotodo. Un solo instante
cruzar la mirada con tus ojos azules
a través del mar: entre los dos, funesto
un tiburón. ¡Qué importa
el tiburón, que venga, muerda
que se coma un brazo, que se coma
el corazón, ya está usado,
ya está usado el corazón, ya está usado,
ya está, tuvo-tiene lo suyo,
lo suyo lo tiene, no lo
necesitamos
más!





Tiburones

El mar estaba lleno
de tiburones, nos metíamos igual, yo buceaba
no lejos de la costa y como bajo el agua oí
gritos, gritos angustiados, asomé la cabeza
y te vi, agitando los brazos: magnífica pasó,
como en los dibujos animados, pero más lenta, la aleta
negra, fatídica: no supe
qué hacer, se fue, te veo todavía mover los brazos
a través de los anteojos de mi máscara, quisiera
volver allí pero sólo a la ninfa Asterie
le es dado, creo, volver al pasado, y aun eso
me parece que fui yo que lo inventé.





Profecía del Anti-Darwin

El hombre, que creyó que provenía
de las figuras geométricas,
o de las piedras arrojadas
hacia atrás por los sobrevivientes
del diluvio, cuando un sueño les dijo
que arrojaran los huesos de la tierra
(les llevó un par de siglos entender
qué demonios se les pedía que hicieran)
el hombre, decía, que creyó
devenir como una emanación
del arquetipo platónico,
o bien del Verbo encarnado
en un sujeto y su costilla,
incapaces en conjunto de etc.,
habiendo sido refundada la raza
por un barco que encalló en Turquía
tras andar a la etc., ver etc. etc.,
en fin, el que creyó ser guijarro
o arcilla o triángulo o sueño
ahora se cree un mono. Nos reiremos mucho
a la vuelta de los siglos de esta nueva
religión y su simiesco padre,
Charles, etcétera.





Siempre lista para bucear, tirarte

desde la borda del barquito, en mar abierto,
no nos importa el tiburón, nos tiramos
sin miedo, si nadás bien no te atacan, uno
es un bicho bastante grande y con las patas
de rana te deslizás, te respetan,
tampoco están tan muertos de hambre,
que se coman a otro, aquí vamos nosotros,
la nueva especie, a flotar entre los peces
que vistos de frente desaparecen. Fotos Kodak
bajo el mar, no hay nada
más parecido a volar que este extático
estar aquí bajo las olas, rompen
sobre nuestros cuerpos, tres metros más arriba
trizan la luz del sol.
Tus ojos enmarcados
por esa máscara negra, en qué pensás, como yo, en nada,
en nada aquí, volando bajo el mar, se mueven unas matas
submarinas como el pelo de una sílfide
enterrada en la arena.




Fotos bajo el mar, con una cámara berreta

pero que sean
fotos bajo el mar, que sean
azules,
que la cámara amarilla
sea,
que azules sean las fotos del sea,
que detrás
de la cámara sea tu máscara negra de buceo, y en la cápsula
de aire
adentro de la máscara negra de buceo
azules
tus ojos sean, pero que sean
tus ojos
que al extremo de las conexiones nerviosas
o lo que sea
que haya al extremo, estés vos
¿o era
tu cerebro lo que estaba al extremo
de las
conexiones nerviosas?





Un ojo puede ser pensado como un bicho,

pero dos ojos no,
dos ojos son tus ojos, son vos, una colonia
de células
a la sazón agrupadas bajo el nombre
vos, tus dos
ojos agrupados al resto de, y a tu cerebro,
un sitio, no,
mejor que un sitio, un nombre:
vos.

Un nombre no puede ser traspasado
por la realidad, más bien es al revés,
la realidad es un triángulo en el plano
y el plano no puede ser traspasado
desde el mismo plano.

Sólo tu nombre puede atravesarlo,
cruzar el páramo extrachato desde afuera
dejando en los extrachatos pobladores
de extrachatolandia

la impresión de un fenómeno mágico
que empieza porque sí,
porque sí crece y tal como llegó
desaparece.

(Fotos azules, de un desvaído, ridículo azul, ridículas fotos
del mar,
lógicamente azules, yo allí en las fotos que tomaste
vos
la única prueba de que estuve allí,
azul,
la única prueba de que
yo,
la única prueba de que yo, la única yo
(recuerdo
haber leído que una súbita corriente de agua fría
(¿o caliente?)
cambia el sexo del pulpo, o era
otra cosa,
después de haber puesto 400 millones de huevos
la hembra
del pulpo muta a macho,
después de haber salido en 400
millones de fotos
tuyas yo))




Karphosto bojalmar konú namara

cabeterra karphosto bojalmar
entrules tiburionas bojalmar
perro skesé mariya
kesema riyamués trokolovén
losó jutoyos mor
kesanasú losó jostui kesán
asú losujos yusto sulanó
ocean sean jú
julostuyó toyul ocean tusó.





Fotos bajo el mar, una cámara berreta

pero
que saca fotos bajo el mar, una cámara
amarilla,
y detrás tus ojos. Si fuera cierto
que
lo que estas fotos muestran es lo que vos
ves,
lo que vos viste, ahora fijo y virado al azul,
a
un desleído azul, sobreviviendo obscenamente al instante,
fotos
de un desleído fijo azul, zul fijozul, yo mismo fijo, azul, con patas
de rana
y una máscara negra mutando a rana, a ridículo pez
mamífero
bajo las olas, a ridífijo mamículo azul en el mar, en el pasado,
zul, fijozul,
ridículo mutánculo bajo tres metros de agua y quince años
de evéntulos
ridículos azules transcúrricos con la
mayor inocencia e
inadversión camino de la túmbula.




Manchas verdeoscuras, como a través

de una pálida tiniebla se distinguen: ese soy yo
esa mancha como atacada de verdín, como un casco hundido
al que la broma hubiera puesto primero más pesado
que el hierro, luego inferido
sutilísimas heridas, hundido y más tarde y poco a poco
botanizado, mineralizado.
Ese soy yo, así me ven en esta tarde o mediodía
bajo el mar tus ojos azules. Si el agua hace oscilar
el casco inmóvil, la erizada figura
de tu fotografía, entonces pareciera
que respira, vive. Pero es una ilusión, incluso la foto
se perdió en las mudanzas que siguieron
a la, a mi, a tu, a la no-nuestra,
o sea, a la pérfida, a esa, a la,
a tu, la, mi
(no hay caso, no hay forma, es mejor
dormir, el sueño me devuelve
la foto, el negativo, el positivo,
y lo fotografiado y la fotógrafa
hasta la cámara, o sea todo
lo que necesito, incluso más).




Cuarto de hotel

Es un cuarto de hotel, ¿no?,
se ve que es el mismo
                   cuarto feo, azul

en el que me dormí, la misma impericia
del colocador empujando las columnas
de flores cobalto del empapelado
                   la una contra

la otra, el mismo hotel de siempre,
y aquí cabe el mundo, aquí se apiñan
a rachas las iguanas, el mar atormentado
y caprichoso, la luna redonda como un banjo,
                   música negra,

tiburones, trapecios, tus ojos
tras la máscara de buceo, en
la cápsula de aire de la máscara,
                   azules.




Epílogo moral de la cuarta parte

Un palimpsesto ................una superficie



alterada por inscrip ................ciones blancos
pisadas superpuestas ................ sueños
................
manchas
fracturas y rayones que
sugieren
circunstancias cambiantes que
impactan
sobre la forma misma ................ de ................
los seres
los otros cursos
que la hist ................ o ................ ria podría haber
tomado
fichas ................ que van y vienen
sobre un paño co
................ sas que el viento
desperdiga
hunde en el mar
tenden ................ cias satisfechas
luego

abandonadas
necesidades que ................ emergen
o declinan afinidades que se
................
desvanecen
constantes recomienzos
................
y partidas:
durante un único
................. interminable viaje
de juventud alrededor del
globo
................... darwin
despliega una fuerza
sobrehumana
un demonio parece que lo
anima
después vive sesenta años más
postrado por el Chagas ................
medi
................
tando
lo que vió







QUINTA PARTE: LA TORMENTA

Cumpleaños a bordo. Se desencadena la tormenta. En tierra, una ráfaga de viento se
lleva las cosas.





El relámpago

De la tormenta densa
no se deduce el peso
negativo del relámpago.
¿Qué fue que parpadeó
allá en lo negro y cómo
anuló la gravedad de la nube?





Rechinaron las olas como falsos mendigos

cuyas muletas crujen antes de dar un golpe;
rechinaron las olas, preparaban su asalto
y hubo un último instante perfecto, demudado;
luego el cielo se puso violeta, quedó en seco
una franja de fondo marino
de mil, de mil quinientos metros;
la tierra retumbó, una pared de agua
se abalanzó sobre la costa, se llevaba
casas, carruajes, el ganado, gente;
el segundo asalto entró a la selva, buscando
al tigre, al pájaro dormido; saltaron
prontas las ranas al pantano,
pero también volaron los pantanos,
se vieron tiburones en las copas
de los árboles, elefantes
que torpemente emulaban cachalotes.




¿Era así?

Así, como un escalofrío
que recorriera la tierra, arrancara
al continente semillas, insectos,
lanzara todo hacia las islas mar adentro
y que llegue el que llegue y que vuelva
el que pueda. Era
como tu corazón un desierto de apenas
cien mil años o menos, y como
tu corazón fue poblado de espinas
y cigarras gigantes y frágiles
que resisten la sed, ceden al viento.

                                       ¿Era así?





La mañana del último día

será un perfecto amanecer
sobre las olas, en la playa negra.
Un poco más tarde oscurece,
hierve el mar y bullendo
se precipita por las grietas que en el fondo, etc.,
la atmósfera se fuga al espacio, etc., etc.
(Un terremoto induce en la mente más ideas
que un siglo de reflexiones.
La tierra se balanceaba suavemente:
no era difícil mantenerse en pie, si uno aceptaba el movimiento
como sobre una balsa, en el mar, en la marejada de olas cortas,
de hecho más fácil que mantenerse parado sobre un galápago
cuando silba y empieza a caminar.)




Se hincharon las riberas, el ciclón

arrasó la selva y de nada
les sirvió su vigilia a los pájaros,
a la araña su escondite.
Las ranas se esfumaban en el barro
pero también saltaron los pantanos:
lo que era ralo se apretó, lo que era denso
o estaba atado se esparció. Por la cola
quedó enganchado
el delfín en el árbol de café
y a la cabra sus patas poderosas
de poco le sirvieron a la hora de nadar.





Rugen los lobos marinos

cuando pasamos entre ellos, parecen
enfermos, y esas aletas minúsculas, se arrastran
apenas sobre la arena, quinientos, setecientos kilos
en agonía, sobre la arena. Como
dormidos, medio muertos:
entonces uno se olvida
de la tremenda boca, etc., y justo ahí
te tiran un tarascón cuando les pasás
al lado. Y brum, brum, viene el viento
huracanado: he notado que los ciclones
giran en este hemisferio en sentido contrario
a las agujas del reloj, mientras que en el nuestro
giran en sentido horario: como si estuviéramos
del otro lado de un espejo, y aún
el agua, al escurrirse por, digamos, un embudo
en su tramo final hace un pequeño remolino
igualmente levógiro, exactamente al revés
que.




¿Pero qué, cómo

iba a haber una fecha en un mapa, y sin embargo
señalaste, noviembre, señalaste el día, el año.
Como aportando un punto
fijo, ah sí, ya sé, en un mapa einsteiniano
del continuo espacio-tiempo, un mapa,
por ejemplo, tridimensional
del universo cuatridimensional, podríamos
tener una fecha impresa. Pero ni ahí se puede
fugarse hacia atrás: se puede, dicen, viajando a casi
la velocidad de la luz, ir a dar una vuelta
por las estrellas, volver dentro de trescientos años
con sólo uno o dos más, y cuál
es la gracia, se murieron todos los que uno quería, el mundo
está lleno de pendejos, la gente te mira de un modo raro,
no entendés nada, cuál es el chiste: pero en un mapa
buscás el tiempolugar del que viniste,
ahora sos un punto,
entrás en el mapa, algo falla, algo te falla a vos
en el balero, te patina: te patinaste el tiempo
que te quedaba allá para venir
acá donde no tenés
nada que hacer.




Fecha

Alas que planean sin batir,
semillas que siguen sonámbulas
las líneas azules de la baja presión.
                   Por la promesa

de perder la conciencia los pájaros
se zambullen en el huracán. Todos se engañan
o cumplen un destino, tu dedo se detiene
                   cerca de las islas:

en mi recuerdo esa zona violeta
es el día de tu nacimiento pero cómo
iba a haber una fecha en un mapa,
                   qué se yo.





Líneas de falla a partir de las cuales            

se abre una grieta, un intersticio
tan ridículamente chico que no cabe
una carta, una gillette. Un abismo, luego,
que un tigre no lo salta, y un mamut de los grandes
se cae, y durante dos siglos y medio
uno se queda en el borde esperando
escuchar que choca contra el fondo,
sin que el más leve rumor arribe
a entretenerlo, a darle ilusiones.




Uno se imagina

que hasta los arbustos huelen mal, y al pie
de cualquiera de ellos, semiescondido, puede estar
el cráneo del capitán del barco amotinado, el del pirata
traicionado por sus, el del deportado
que habló de menos o de más ante los pérfidos
verdugos: en el origen
mutaciones, una suerte de traición a la propia
especie, un ensayo exitoso
de zafar de la propia condición: desarrollar alas, o aunque sea
unos élitros verdeazulados con los que armar
un buen escándalo en la noche, chirriar a menudo,
volar de vez en cuando, aunque sea unos pocos
metros, o mejor unos cientos, criar un pico bien ganchudo
para buscar a los antedichos escarabajos con sus élitros ridículos
en su escondite entre las piedras, tener una especie de idea
novedosa, patentarla en la oficina pertinente,
ensayar en un espacio limitado,
asombrar a los congéneres hasta
que se vuelvan ex-congéneres;
transformarse, para el otro, en un monstruo, y si fuera posible
demostrar luego ante los astros que la supuesta monstruosidad
era una ventaja. ¡Adiós, me fui, soy un mutante,
no un deforme, no un boludo, me entienden,
sino un mutante! Y el polvillo atroz de las separaciones,
lo que no te dije, lo que no entendí, ahora ya nada
puede repararlo, ese nosotros que tan laboriosamente fabricamos
se reveló falso, equivocado. ¿Me entendés? "Nosotros"
era también un mutante, pero malo, no tenía ventajas en la lucha
por la supervivencia, sus rasgos eran inestables, sus manías
que parecían dotadas de una gracia genética, que llegaron
a volverse naturales, aquello por lo cual tan rápidamente
se establecía un entendimiento, no hacían falta explicaciones,
la lengua privada, el cifrado instantáneo:
no, no podía perpetuarse:
no hubo siquiera que esperar a que uno
de los dos se muriera para comprobarlo,
el alejamiento funcionó como un anticipo,
una muestra gratis de la muerte. Entonces, partiendo de alguna
casi inadvertida línea de falla, cada uno empezó a su vez
a cambiar algún rasgo de aquella especie caprichosa
que era el "nosotros", el Ridiculus Nos Nos,
del cual nosotros mismos
habíamos sido el objeto y el sujeto, el entomólogo y el bicho,
sin que sociedad científica alguna
se dignara a convalidar
nuestro descubrimiento;

con razón                                 :                   con bastante buen tino.





¿De dónde fue que vino el viento

cargado de arena y se llevó
nuestras cosas al mar? En remolino
nos llenó los ojos de roca
batida y caracoles destrozados:
el viento loco sabía lo que hacía.
Lona debía ser, libros, tal vez fueran
aletas de hombre rana, cartas, cosas:
todo lo hizo saltar, hasta el negro
cinturón de buceo con tres kilos
de lastre repartidos en seis plomos
de medio cada uno se movió
hasta caer en un hoyo que enseguida
cubrió el mar. Lo que la muerte
no puede atrapar con la mano
es lo que casi no existe,
dos casi ciegos
sentados en la playa,                 uno al lado del otro.




Trapecios, formas

que el viento hace girar, aleja
rodando por la playa, interna al mar.
Eran nuestras cosas, para qué
las queríamos o bien
para qué se querían a sí mismas, ahora
se hicieron formas puras, ascendieron
un peldaño en la escala del ser: nos miramos
después, como náufragos, semidesnudos,
también subimos un peldaño, oh y ah,
al tornarse evidente
que no tenemos nada:
ni siquiera, especialmente,
cada uno a sí mismo, el uno al otro ni.




Epílogo


Pero queda todavía una chance:
que se acabe este funesto big bang,
que el universo empiece a contraerse
y a enfriarse, camino del gran crunch:
acabarían entonces los adioses,
los alejamientos, las separaciones:
parece que se invertiría la flecha
del tiempo, moriríamos mucho antes
de nacer, la gigantesca nuez del coco
iría a parar a la basura
aún antes de que partiéramos el dicho
coco, o más bien, uniéramos sus partes:
primero el vagabundeo de Ulises,
después la Guerra de Troya, y recién
a lo último, el juicio de Paris: le saca
a Helena la manzana, piensa qué hacer,
se la devuelve a la Discordia; renace
tras las cortinas Polonio, Lady Macbeth
ve sus manos ensangrentadas limpiarse
al arrancar el puñal del corazón
del rey; volverían Eva y Adán al Paraíso
bajo la severa mirada del Ángel:
Estimada Serpiente, o bien, lagarto
(habría recuperado ya sus patas)
acá le devuelvo esto, haga el favor
de pegarlo al árbol. Y chau, después
se mezclaría la luz con la tiniebla,
el Tipo diría el nombre de cada cosa
al revés, después de ver cómo se esfuma.
Tornaría Hermes al muslo de su padre
Zeus, éste al vientre de la Tierra, Urano
al seno del Tiempo. En la brutal
contracción, el universo entero
se concentraría en un solo punto,
miles de millones de veces más denso
que un agujero negro, un punto ¡un punto!
¡Basta de manchas, de rayas, de islas!
¡De líneas, dimensiones, planos!
¡Todo el peso de todo lo que pesa
y pesando ocupa un sitio e incordia a los demás,
al menos, a los que la mala suerte tienen
de compartir su miserable espacio-tiempo,
todo eso condensado en un único punto,
sin dimensión, matemático, puro, una cosa
conjetural, irreal, incapaz de sufrir, inútil
para dañar! Y en el camino
hacia la apoteosis, tendremos al fin
el tiempo revertido, una honorable
despedida, un segundo acto cómico en que todos
caminan para atrás, como los buceadores
al entrar en el mar.
Pero parece, más bien ( y como siempre
"pero" es el verdugo de lo que más nos gusta)
pero parece que cuando el crunch empiece
el universo ya se habrá enrarecido
y helado tanto que ni la sombra
de la sombra de la vida podría
existir en sitio tan frío: el baile
del revés queda reservado
para el polvo de las estrellas;
contrayéndose es poco probable
que hagan nada parecido a bolas
de gas o de fuego, y obviamente
menos que menos, vida. Tampoco se regresa
así entonces y tampoco de otro modo
a lo que antes fue.
(...........................................)
El trayecto punteado que el barco
de la Economic Galápago
hizo una vez, hace mucho en el tiempo,
se va volviendo la idea de un trayecto, hilván
que no retiene el conjunto: las islas derivan
como barcos piratas, como enormes tortugas,
y no puede, tu índice,
dotar de un centro a la escena.




Notas:

El Islote Chatham: Este fragmento, al igual que muchos otros a lo largo de todo el poema, es una recreación en verso de un pasaje del célebre Viaje de un Naturalista Alrededor del Globo a Bordo del H.M.S. Beagle; eventualmente algunos otros, como el de la tortuga que se da vuelta cuando la agarran de la cola o el de la noche pasada en una choza en Chatham a dos mil pies de altura entre los volcanes, han sido montados a partir de los Charles Darwin Notebooks 1836-1844 , editados en 1987 por el British Museum. Por último, el fragmento La carta de Darwin es una reelaboración de una carta de 1832 del sabio a su familia reproducida en inglés y castellano en un cartel en el Museo Darwin de la estación de las Naciones Unidas en las Islas Galápagos. Otros libros de los siglos XIX y XX, de y sobre Darwin, así como de naturalistas, matemáticos, cosmólogos, geógrafos y varios evolucionistas contemporáneos (Theodosius Dobzhansky, Jordi Agustí, Hans Haas, Ernst Mayr, José Luis Ayala, Stephen Jay Gould) han entrado de un modo u otro en el poema, aunque más como materiales que como citas directas, lo que torna a mi entender innecesario —y, eventualmente, tedioso— citarlos en cada ocasión (excepción hecha del texto de Gould mencionado más abajo).

Si, están volviendo, vuelven: Cfr. Horacio, Odas III, 29: "Prudens futuri temporis exitum/ caliginosa nocte premit deus/ ridetque si mortalis ultra/ fas trepidat(...)".

Son manchas, islas, manchas: Los dos versos "esto sí que es capricho,/ esto sí que es pandemonio" son cita textual de Martín Gambarotta, Punctum, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1996.

Epílogo moral a la segunda parte: Cfr. Stephen Jay Gould, Wonderful life, The Burgess Shale and the Nature of History , W.W. Norton & Company, Nueva York, 1989.

Iguanas de tierra: "t-r-r-r-r, se rompió la cuerda/ del juguetito que tenía en la cabeza" es una cita más o menos libre de un poema de Pessoa; al igual, obviamente, que el tema del ridículo de las cartas de amor.

Pero es que no se trata, ¿no?: El verso " 'Pero' es el verdugo de todo lo que amamos" es traducción de una observación de Katherine Mansfield en su Diario (Journal of Katherine Mansfield, edited by J. Middleton Murry, Londres, 1954).

Una por una por una, y cada una: A partir del quinto verso, la estrofa sigue de cerca el argumento de una columna de Juan Pablo Renzi (Casilda, Santa Fe, 1940 - Buenos Aires, 1992), publicada en Diario de Poesía Nª 6, primavera de 1987.

Se hincharon las riberas, el ciclón: cfr. Virgilio, Geórgicas, I, 418-419: "... et Iuppiter uvidus Austris/ denset, erant quae rara modo, et, quae densa, relaxat,/...".





Ant.H
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