TRAGACOMEDIAS
y
SACRIFICCIONES
Presentación
Tragacomedias-Sacrificciones es un título genérico con el cual denomino a la fracción de mi obra poética escrita entre los años 1988 y 1993, de forma
aproximada. Durante ese período, cada año di por terminado un libro
Tragacomedias en forma simultánea con un Sacrificciones, y cada año agregué
o quité alguno de estos libros al corpus final. De este modo, se obtuvo el
volumen que se imprimió en impresora de matriz de punto en 1993 y también
el que se difunde ahora. Todo lo que está es Tragacomedias y todo lo que
falta, también. Hablo de un texto único, de naturaleza múltiple, que se
crea y devora y se expulsa, para re-crearse con lo que resta de sí mismo.
Hablo también de una puesta en escena de la lengua, de la cual participan
actores de varia calidad, a los cuales se les encarga -con la promesa de
una participación en futuras ganancias-, papeles que, casi siempre,
superan sus capacidad interpretativa. Se produce entonces el siguiente
efecto: el fracaso del actor es regocijo del público. Mientras tanto, el
actor sufre y se desgarra, y su amor propio queda por el piso. Convertido
en alfombra, es, precisamente de esta suerte, cuando nace la poesía. Porque
la materia idiomática de la cual está compuesto el cuero del actor,
pisoteada y curtida, de pronto comienza a exhalar un aroma, análogo al de
los zapatos veteranos, al que no es indiferente aún la persona más
insensible. Ese amasijo de palabras, que hasta ese momento está bajo
nuestros pies, nos recuerda que alguna vez hubo alguien, que no sabemos
bien quién fue, y que alguna vez dijo algo, que ahora no sabemos
comprender.
David Wapner
Beer-Sheva, Israel, el 15 de marzo del 2000
SACRIFICCIONES
SACRIFICCIONES/PRIMERA PARTE
UNA NOVELA
I
De cómo Romualdo Zurita zurció los puntos corridos del velo de sombra acaecido a dos metros del baldío que lindaba con un puente imaginado en sueños de larga data no tanto como las luces que se estaban quemando en consecuencia.
II
De cómo se manifestó el desacuerdo entre dos partes que jamás limitaban entre sí aunque fuesen dedos de una mano o menos tal vez pero el roce.
III
De cómo Zurita avanzó desvelado entre tanta malaria jamás vacunada aún siendo evidente una fiebre que abrazaba a pobrecitos que lamían la gran aspirina del planeta por los tiempos de los tiempos.
IV
De cómo la globa macha tuvo un desinfle con olor a brasas que ardían en la lengua de un hombre llamado Zurita.
V
De cómo hubo un túnel que estaba cavado en los oídos de Zurita y por donde viajaba el Tren Bala del Oeste.
VI
De cómo Zurita parió dieciocho Zuritas quienes parieron Zuritas y Zuritas quienes zurcieron los puntos corridos del velo de sombra que nacía en la panza del mundo.
VII
De cómo Zuritas tuvieron dolores de garganta clavos en los pies bolos fecales dolor de corazón muelas de juicio tardías pero nunca murieron Zuritas y hubo velo de sombra claro que sí.
UNA PELICULA
Plano general de por ejemplo una ciudad avistada desde una avioneta que la sobrevuela en medio de una tormenta.
Lueg,o cuando la avioneta se está estrellando, se observa la imagen fugaz de la persecusión del caco.
Entonces, se ve un plano americano de la heroína sumergiéndose en las aguas tenebrosas de un charco en la vereda.
Allí, una rana le revela su credo.
Cuando el efecto del engendro se disipa, ya ambos cruzaron la frontera.
La cámara los sigue hasta la ciudad capital del país rival pero, lástima, se acaba el rollo sensible justo cuando algo estaba por suceder.
Pero hubo que volver a Buenos Aires en pleno carnaval.
Plano casi primero del Sátiro Triste con sus genitales al aire justo en el instante en que un grupo de niños lo acosa con nieve de artificio, produciéndole humillación que ahora se canta.
Toma a ras de piso del actor invitado quien fuma algo mareado por efectos del sol. Cuando una docena de campesinos pasa detrás de un tractor, aquél dice: "miren, allí va el flaco Aldo.
Así nos damos cuenta de que nos robaron la cámara: primer plano: otro es el que filma la película.
En la escena final, alguien parecido al héroe recupera las cámara que
en realidad ya esta rota ya no sirve para nada.
Pero alguien trata de hacerla funcionar a pedal, otro tenía guardado un pedazo de rollo.
Todos juntos se alejan y buscan sábana en donde estrenar aunque sea un poquito.
Plano general fuera de foco.
PRODIGIO
Prodigio está cerca es un tonto.
Es ciego no ve ni a su madre.
Padre dijo "Prodigio parí la gloria" y padre huyó por las dudas.
Prodigio crece a sus anchas caderas, ya avanza o bambolea: ¡Alto, Prodigio!
Yo soy los restos salvados de aplastarse por Prodigio.
HACIENDA GUACHA
I
Hola.
Aquí hablo desde el proyecto lerdo.
Más arriba, los prodigios.
¿Acá?, están velando.
Acaben, vos.
II
Prodigio no habiste tenido tu halma.
De tu alma hablo.
III
Un fantasma niño aprieta fragmentos de luna:
¡Arre, espectros, al trote!
IV
Mire, jefe
se han quebrado las tibias y no hay por qué:
¿sacrificamos la yunta
o que lo tiró al carro
V
Una hacienda guacha me ha tomado por asalto.
yo que nada tengo que ver con ganados sufro no sé qué dolor
por un destino cruzado.
Forzando la compuerta que me separa de los bueyes
espío el muro bovino que ahora enjuga la parte líquida
de mis lamentos.
Pero es que lloro para echar a las vacas, alguno me dijo que
ansina había de ser.
VI
Pero es que lloro para desoír los mugidos la voz del invasor:
la tantación de la carne.
EL AROMA
I
Aunque vade retro rondó por aires espesados se percibió
la punta de la cola de un bicho que libando una flor
amarilla supo exhalar cierto aroma de recuerdo probable.
Dirigimos las narices a los puntos menos cardinales y
cuando el hombre del olfato más hábil creyó adivinar el
nombre del perfume que volaba montado a la grupa de un
insecto saltó el gato aquel que siempre moría de hambre.
Y ya sabemos qué pasó: los hombres carnearon al gato en
busca del aroma.
II
Este hecho no fue ni comienzo ni final de la desgracia
puedo afirmar que estaba casi al medio que dividía
la desgracia sur de la desgracia norte.
III
Un insecto dejó una roncha roja en la axila del recuerdo
pero a pesar del dolor que muerde el brazo oeste alguien
hace memoria: por aquí pasó un olor.
IV
Uno dijo: probemos con sonidos que seguro alguno hay.
Yo recuerdo la última plaga que arrastró una yunta de
ruidos pero uno se salvó y anda cuerpeándole a la parca.
Otro dijo: el ruido era un bicho y se lo comió el gato.
Y otro dijo: al gato ya lo comimos está distribuido entre nos.
V
No quiero revelar que yo sobreviví manco tuerto capón
porque quiero evitar cualquiera sospecha.
VI
Aquí estoy: en un supuesto confín con la boca cerrada los
oídos tapados y un broche en la nariz.
Será mejor "trabajar un sollozo" y hundir los dedos en la
tierra.
VII
Mas luego abro la boca desabrocho mi nariz descorcho
las orejas miro me acaricio.
Salí de una situación incómoda y ya no estoy morado.
VIII
Solución es ilusión y qué de mis hermanos: me los comí y
ahora tengo culpa y mi eructo me delata.
Pero ante quién.
IX
Ya no me siento culpable.
Voy a dormir mi siesta rica.
Que nadie me despierte.
MUCHACHO
I
Todos decían muchacho la cabeza y muchacho golpeaba la cabeza y profería otras lenguas otra danza otro salto de sapo en el vacío.
II
Todos decían este cuero está dormido clavado en la llanura y muchacho inconciente quién sabe cómo volado no no daba sensación.
III
Todos decían muchacho por ejemplo dónde están tus horrores y muchacho dónde estaba que no había hasta el último colmillo.
IV
Todos decían vámosnos muchachos que muchacho no responde pero justo muchacho resumido en una uña quería gritarles MUCHACHOS pero muchachos muchachos refalaban la pendiente.
RESPONDA
Un hombre mira por el agujero que se cavó en la sien, responda:
1) Quién metio la mano en el hueco autogestionado por alguien que no supo apreciar la tierra arrasada que hubo de fundarse en las pampas de su mente.
2) Por qué esfinter era virgen ese cuerpo que alguien alcanzó a manotea causándose heridas que sangraron en un cuello alto con tendencia a la joroba.
3) Quién se hizo cargo del centro de la duda incrustada para siempre en su cabeza.
SACRIFICCIONES/SEGUNDA PARTE
EL EDUCADOR
Decidí una tarea educativa
Es que yo decía que era imposible esperar tanto. Allí fue que decidí emprender una labor educativa de largo alcance. Me hice de un cuaderno y un bolígrafo y me puse a bosquejar una estrategia. Al principio no se me ocurría nada. Luego vislumbré algo. Una luz titilaba a metros mío. Qué notable idea está alumbrando en mí, pensé. La sospecha creció hasta sobrepasar el estado de certeza y se esfumó en un santiamén. Me quedé triste y sin respuestas a nada inmediato. Cerré el cuaderno y me recosté un rato en el sofá contiguo a mí. Dormí algunas horas y aún hoy soy incapaz de recordar lo que soñé. No obstante, estoy seguro de que aquello que no recuerdo tuvo una influencia decisiva en los momentos subsiguientes que pude vivir. Desde aquel día hasta hoy tuve la oportunidad de dormir muchas veces y de soñar otras tantas. Recuerdo un sueño en el cual yo tenía una guitarra eléctrica blanca. La guitarra no funcionaba debido a que alguien la había encordado con cuerdas de nailon. Era tan bella que era una lástima. Era tan suave e inútil que el sueño acabó pronto y desperté al cabo con una idea opaca. Estaba mi cuaderno sobre la mesita de luz y lo consulté. Estaba vacío y el tanque del bolígrafo lleno. Fuí al baño y fluí con facilidad.
Regresé a mi lecho y no dormí. Esperé hasta que amaneciera y cuando ocurrió me dí cuenta de que estaba sediento. Bebí el vaso de agua que tenía junto a mí y al persistir la sed, me incorporé y fuí hasta la cocina. Bebí tres vasos de agua que me dejaron el estómago con sobrecarga de líquido. Presuroso busqué mi cuaderno y escribí: "en una hora, más o menos, voy a orinar el doble que todo lo que hice durante toda la noche". En efecto, a la hora oriné bastante pero menos de lo que había sido durante mi noche. Dudé de mí y de mi sueño hasta que tuve la oportunidad de recordar que cierta vez yo había encordado una guitarra clásica de jacarandá con cuerdas de acero. La guitarra se desformó al cabo de dos semanas pero para entonces yo me sentía poderoso. Anoté esto en mi cuaderno y el tanque del bolígrafo comenzó a vaciarse. Así, de esta forma, iba transcurriendo un día de mi vida y otro también hasta que pasó un año. Mi cuaderno tenía todavía treinta páginas vacías y mi labor no sólo estaba inconclusa sino que era inconexa. Pasaba de un sueño al otro y del baño a la cama y de la mesa a la calle. En la calle caminaba y pensaba. Me daba cuenta de que los días transcurrían y cada vez quedaba menos tiempo. Pensé, le dí vueltas y no se me ocurrió nada. Un día me encontré con un amigo y me invitó a tomar un café. Me dijo que me encontraba pálido y que me recomendaba tomar sol. Ese amigo al que yo estimaba en parte era médico y me prescribió una serie de cosas por receta. Cuando quise hacer uso de ella ya había prescrito por el paso del tiempo. Nadie durante meses fue capaz de reconocer que me sentía mejor y que estaba con autánticas ganas de emprender mi labor educativa. Conseguí carpetas, lápices, gomas de borrar, láminas, mapas y algunos libros para darme más ánimo. Estaba leyendo en una novela de un irlandés un pasaje en el cual se describían los horrores de los castigos infernales cuando el libro, no sé cómo ni por qué se me extravió. Mi proyecto allí llegó a un punto de inflección en el cual estuve a punto de largar todo y dedicarme a otra cosa. Mis carpetas y cuadernos comenzaron a ponerse amarillos y yo comencé a enflaquecer. Era el momento adecuado para reencontrar a mi amigo médico pero fue imposible. Decidí entonces retirarme un tiempo y refleccionar algo más ante de dar pasos más audaces. Fue una época en la que dormí bastante y me sentía repuesto. Compré un cuaderno y comencé a entrenarme. En un par de días emprendería mi labor educativa.
Era imposible acceder
En un descampado, a orillas de una vía de ferrocarril, alguien intentaba tomar una ortiga con sus manos enguantadas. Es sabido que las ortigas son muy alimenticias y que convenientemente preparadas no lastiman jamás. La persona arrancó un par de plantas y las guardó en una bolsa. Se fue caminando y lo vieron desaparecer. A las dos horas anocheció y en ese interín pasaron dos trenes de pasajeros. En uno de ellos viajaba una mujer con dos de sus hijos. Jorge, el más pequeño, le pegaba a Agustín, el mayor. Agustín se protegía cubrindose el rostro con sus manos pero Jorge le pegaba en las costillas. En ese momento hizo su aparición en el vagón un hombre bien vestido que anunció a viva voz que se hallaba realizando una labor educativa. Luego de acariciarse el cuello, inició una perorata que, emitida en falsete, se extendió por largos minutos. Confesó que se sentía avergonzado de pertenecer a la especie humana y enumeró una serie de hechos que avalaban su teoría. Dijo que el hombre era el lobo del hombre mientras que el lobo jamás lobo del lobo y que eso probaba la suprema bestialidad de un ser que tan sólo sabía devorarse a sí mismo y mucho más a su prójimo. Consignó una serie interminable de crímenes, que iban del supuesto asesinato de Caín hacia Abel, pasaban por la sal que derramó Escipión el Africano sobre los campos de Cartago y culminaban en los grandes genocidios del siglo XX, incluída la matanza de Ruanda. No obstante, hizo énfasis en uno en especial que para él constituía el arquetipo de toda aberración futura. Con lujo de detalles, contó como hace tres millones de años y medio, en el mes de marzo (ecuatorial), un integrante de una banda de homo habilis destrozó a piedrazos la cabeza de un australopitecus para comerle de inmediato el cerebro. Este crimen. gritaba el hombre, quedó impune y marcó el comienzo del predominio de la especie homo sobre el resto de la animalidad con las consecuencias nefastas que tan bien conocemos. El hombre, que visiblemente deseaba educar, fue víctima de la indiferencia generalizada del pasaje. Cuando todos descendieron, él quedó solo en el vagón. Luego se fue y, ya en la avenida, tomó un taxi.
Era imposible que fuese así
Estoy dedicado a la reflexión.
Veo el mal en cada acto y el bien en la quietud.
Me parece que estoy equivocado y es posible que sea todo al revés.
Viví cada minuto de mi vida y no me arrepiento.
No veo por qué tenía que haber sido de otro modo, si es que otros son capaces de comprender algo de lo que digo.
Gozo este momento de medianía, que puede llegar a quebrarse en cualquier momento.
No quiero la euforia ni el vacío, sólo deseo permanecer en esta situación hasta que sienta fatiga.
La fatiga va a llegar, no lo dudo.
Mientras tanto, saco conclusiones.
A dos días de haber salido a la calle a pregonar, ¿por qué fuí ignorado sin opción?
No tengo respuesta. Yo estuve muy bien. Mi elocuencia no se pone en duda.
¿Por qué me cansé tanto, si llevaba suficientes vituallas como para afrontar toda una semana a todo dar?
No veo la razón. Me alimenté en forma razonable y ordenada, natural y egoísta.
¿Porque todos esquivaron la vista ante mi presencia, si mi imagen era pulcra y bien peinada.
Es inexplicable. Mis ojos no lastiman, y eso fue comprobado un sinúmero de veces. Mi alma no es transparente, pero tampoco soy una roca.
Hoy puedo estar tranquilo.
Mañana veré cómo sigo.
Era otro día sin darse cuenta
Me levanté otro día y vi el sol.
Tenía sed de tan sólo recordar una pesadilla que había tenido, así que tomé de un trago un vaso de agua que estaba en mi mesita de luz.
Era mediodía y muchos ya estaban activos pero yo no.
Practiqué una flexiones que me habían recomendado para calmar un dolor de hombros que me molestaba desde hacía dos años. Estos ejercicios siempre los hacía a medias, por lo tanto el dolor persistía y continuaría así por bastante tiempo.
Una vez desayunado, repasé con la mente lo que había planeado durante la noche para la jornada. Se trataba de salir a los parques y plazas y ponerme a hablar subido a un banco o a una tarima. No sólo iría a hablar sino que también cantaría. Durante la semana había compuesto dos canciones que me habán salido muy bien. Una tenía un mensaje peculiar que era expresado de en forma de balada y entonada en la menor. La otra era más vivaz y me exijía cantar en un falsete muy trabajoso. No obstante, los resultados eran satisfactorios y ensayé bastante, unas tres horas diarias. Por las dudas, antes de salir almorcé. Me habían sobrado lentejas de la cena; al calentarlas se sancocharon y quedaron deliciosas. Por fin, salí.
En un parque que linda con la avenida de circunvalación estrené mi espectáculo. Comecé con la balada en la menor y una vez que finalicé su interpretación hice una pausa a la espera de respuesta. Mientras cantaba ya había advertido que el volumen del canto que yo emitía no era lo suficientemente alto como para ser apreciado por la gran masa de gente que allí se reunía a practicar las más diversas formas de recreación colectiva. Cuando concluyó el hiato que me había impuesto comprendí que mi mensaje se había diluído en un mar de voces, o más bien había sido asimilado como una voz más. Con respecto a mi figura, no difería de otras tantas que saltaban o miraban admiradas las evoluciones de barriletes izados con destreza por otros que como yo estabn ubicados en algún punto estratégico del parque. Mi segunda interpretación no debía fracasar y por lo tanto debía cambiar de estrategia si de veras yo pretendía educar. En un momento me inspiré e improvisé una danza basada en unos pasos que le había visto hacer al segundo bailarín de la compañìa de Alvin Nikolais. Por desgracia mía trastablillé y caí del banquito en donde estaba encaramado. Me levanté sin ayuda de nadie. Me fui.
Era un año desgraciado
Los autos chocaban todos los días.
Los hospitales se llenaban como si fuera para siempre.
La levadura no levaba y había que comer pan ácimo.
Los cantantes no superaban dos octavas.
La leche se cortaba aún dentro de las tetas.
Siempre que llovía se arruinaba algún manuscrito.
Cuando soplaba el viento se derrumbaba alguna pared que aplastaba a un anciano o a un perro y al gato perseguido por este.
Cuando salía el sol se apagaba otro.
No era posible avanzar; era imposible retroceder.
Aún había esperanza.
Era un año excelente
Doquiera que alguien llegaba a la parte que fuere se le daba bienvenida.
Doquiera que alguien resultaba ofendido recibía disculpas.
Doquiera que volare un avión era un avión.
Los pastos engordaban a las vacas hasta hacerlas exquisitas.
Los perros olían delicias hasta saciarse.
La luna no presagiaba peligro.
Un tren descarriló sin tragedia.
Miente el que diga lo contrario.
Era odioso pedir tanto
Si hay alguien vulnerable ése soy yo. No comprendo como me arriesgo a llevar a cabo esta tarea que me propuse sin tener en cuenta mis flaquezas. Hace semanas que me veo desbordado por un mundo que se me viene encima y al que yo, por lo visto, no puedo responder. Canto, canto, aquí, más allá, disparo mis discursos, enseño con amor a quien sea, canto de nuevo y nada. Estoy a punto de desistir y no puedo. Casi estoy por dedicarme a otra cosa. Estoy por inventar algo que aún no está maduro. Lo peor es que no creo que tenga éxito. No tiene carozo, no puede reproducirse. Podría cambiar de oficio. Qué pesadilla. Nadie se quiere educar.
FAMILIA
Nosotros constituímos familia.
Somos más o menos cinco; la realidad no sobra.
Más bien somos seis.
Y puedo contar hasta siete.
Mi madre está incluída.
Mis hermanos son menores y mi perro el menor de todos.
Mi padre está en el trabajo tarde y noche. Luego cena, habla conmigo y duerme de mañana.
Nuestra familia inventó algo que fue un fracaso. Era una máquina y ya no recuerdo para qué servía.
Eso fue hace mucho.
Situaciones así dejan una marca: nuestra familia la tiene y profunda. Es así: hay palabras que no sabemos pronunciar. Erramos el sentido. Decimos vamos cuando venimos y cuando venimos vamos. Si se nos mira de frente, arqueamos las cejas. Nos pica siempre entre los dedos de los pies y nuestros zapatos están siempre torcidos. No somos rengos, pero damos la impresión contraria. Nuestro balanceo provoca en los demás reacciones que oscilan entre la simpatía y la mofa., "ahí va uno de aquellos", dice alguien que nos sorprende en tránsito.
Tenemos y practicamos tics.
Un tic es, como se sabe, una compulsión a efectuar un movimiento en general o una contractura, de un miembro o del gesto o, cuando está implicada la garganta, un sonido, fuera de lugar, que no se puede disimular, que irrumpe en un contexto que le es adverso y, no obstante, explota sin pudor, molesta y satisface, no se puede refrenar y, a base de repetición, se hace automático, es inconciente.
Hacemos tics de ojos, que guiñan o se cierran con violencia. O se abren más de lo aconcejado y blanquean o se ponen bizcos.
Hacemos tics de hombros, que se encojen y parecen que niegan, pero no, afirman.
Hacemos tics de boca; torcemos las mandíbulas, solas o en combinación de ojos, que nos dan apariencia de hemipléjicos transitorios.
Hacemos tics de lengua, que empuja esta o la otra mejlla, mientras se ponen los labios en o y, si se quiere, la mandíbula tuerce a izquierda o derecha.
Hacemos tics de garganta, uno de los cuales fue denominado "tic del pajarito"; otros, parecen quejas y muchos, que son como carrasperas, en realidad son tics.
Hacemos tics de nariz, fruncimientos que elevan y descienden anteojos —que casi todos usamos; tambien, aspiraciones y sopladas violentas.
Cuando parecemos asombrados, las cejas elevadas, la frente que frunce, debe considerarse tic.
Con todo esto, Padre y Madre nos han tenido a Hijitos en brazos, Madre nos amamantó, nos dio de comer sólidos luego y nos llevó a las escuelas a estudiar.
En los jardines de infantes Hijitos tuvimos problema.
No jugábamos, llorábamos en demanda de nuestros padres y al final de la jornada dábamos un vómito.
Amasábamos viboritas con plastilina, sin ojos ni boca.
En el patio del fondo, donde estaba el árbol limonero, Hijito Mayor jugó con su triciclo. Cejas levantadas, pedaleaba con energía pero avanzaba lento. Fue que la rueda estaba algo trabada, a causa de un vuelco reciente, que abolló el guardabarros y torció el eje. Hijito Mayor se cansó luego y estacionó junto a la fuente del león que, cuando se giraba un grifo oculto, escupía un hilo de agua. Descendió y en cuclillas buscó un hormiguero que en forma periódica se encargaba de diezmar. Las hormigas, que eran de las negras, daban a Hijito Mayor, dado su mayor tamaño, la posibilidad de mutilarlas con mayor precisión y comodidad. En momentos en que estaba ocupado en el asesinato de un espécimen que trataba de huir perdiendo en su carrera un pétalo de flor de azahar que llevaba para lo suyos, apareció Padre que lo llamaba por su nombre. Hijito Mayor pensó "acunajú esteitei bubú", pero dijo "sí". Acudio a Padre y Padre lo alzó (Hijito mayor era pequeño, pero ya existía Hijito Menor). Padre lo sacudió de abajo a arriba, muy alegre, e Hijito Mayor reía, pensaba "adadei apapai". No dijo nada.
Afuera, el mundo, era una luz grande.
Hermanitos caminábamos, dados de la mano.
Madre sonreía, o fingía que así fuese.
Padre dirigía, era obedecido.
Hablo de sábados y domingos.
Lunes a viernes eran con Madre.
Una canción que hizo Hijito Mayor, cuando tuvo la edad de seis años:
uendilá
sandi gron gron gron
uendusí
sandi shmec shmec shmec
HIJO MAYOR EN LA SILLA
"La muerte tiene harta fuerza y algún día tumbará a Dios" No se juzga aquí creencias o convicciones sobre la entidad o no de seres supremos, uno o plural. Se dice que, "aunque Dios no exista, morirá tan eterno como El". Así habló un día Hijo Mayor, tumbado en una silla, en la sala oscura de música. Oía música con alto volumen y tenía seca la lengua. Tomaba té caliente y dulce de un termo de litro, en una taza cerámica, con estampas. "Si yo veo estas guardas y creo que son broches prendidos a una soga, a una cuerda de tender y no veo ropa, porque sé muy bien que el fondo blanco es el esmalte que reviste la taza y no lo puedo confundir con una sábana, ¿qué, entonces, me estoy preguntando y por qué me ansía los broches, que yo imagino de alambre, que por cierto existieron en 1964? Me pierdo algo y, no obstante, siento un hambre en el cuerpo que me da a pensar que estoy enamorado, de un objeto de amor que me huye y yo, que siempre confundo casi todo, creo que viene". Hijo Mayor, que está perdido en su silla, bebe el té, taza tras otra, hasta que el termo es vacío. Irrumpe en la habitación Muchacha Que Limpia y dice ella "teléfono". Hijo Mayor algo la mira, a la zona de las caderas. "Cómo no he de darme cuenta que debajo de tu falda hay dos muslos fuertes entre los cuales no me sería difícil pasar mis manos y aún a mayores, por ejemplo, besarte y morder más arriba" Muchacha Que Limpia ya se ha retirado cuando Hijo Mayor hace un gesto con la mano que, a decir verdad, no significa nada. "Entonces, iríamos al mar juntos y yo nadaría hasta sentir falta de aire para, a continuación, estar de regreso con el alma famélica y no hallarte, porque te has ido con otro, más morocho o menos mudo que yo" Desde el punto de vista del relato, puede decirse que Hijo Mayor tiene alguna dificultad en la visualización de un horizonte, alcanzable mediante la transposición de futuros sucesivos. Su dificultad se debe a que no puede hablar simple y casi siempre es incapaz de expresarse con soltura. Ahora vendrá Madre y le dirá que despierte y devuelva el termo con la taza.
HIJO, MADRE, LINTERNA
En un futuro, llego a casa de Madre
Hola, Madre, vengo a decirte que te he comprado la linterna que me pediste la noche pasada. Consta de tres elementos, es barata y china. Su uso es muy secillo, tan sólo tienes que empujar la perilla hacia delante si deseas luz permanente, y oprimir el botón si la prefieres intermitente. La energía eléctrica se la provée dos pilas medianas y te aconcejo que las compres alcalinas porque te duran más de lo que te imaginas. No la sumerjas en líquidos ni la expongas al fuego pues caso contrario la arruinarás. Procura mantenerla alejada de ollas bullentes de modo que no te tiente incorporarla a tu dieta. Apágala cada vez que no la necesites y enciéndela tan sólo si es necesario. La luz de la linterna te servirá para iluminar cuartos o sendas a oscuras pero no para calentar tus manos. Si apuntas con el foco a un espejo, este te devolverá en reflejo la lumbre de tu aparato. No enciendas y apagues como loca porque quebrarás el mecanismo y no tendrás más faro. Faro, farol o farola son palabras parientes. Yo soy tu Hijo; tú, mi madre; la linterna es tuya. Modérate en su uso, guárdala en un estuche, escucha mis concejos. Ten en cuenta que si enfocas hacia delante, pero el obstáculo esta debajo, no evitarás la caída. No ilumines atrás si no has de mirar de espaldas. Piensa, medita antes de ponerla en función. Cárgale dos pilas, una sóla no sirve. No desenrozques las partes, por separado no funcionan. Tenle confianza, ten paciencia, tente en pie. Toma tus remedios, no te drogues demasiado. Camina con los pies, si lo haces con las manos no podrás usar tu linterna. No la limpies con abrasivos, sólo frótale un trapito. Dí, si así quieres, cuatro veces al día "la luz, la luz, la luz". Ahora, haz lo que te digo, vete a dormir.
MADRE HIJO
1
"¡Alguien, madre, ha tirado de mi barba y me ha causado pánico! ¿Es que debo echarme a llorar, con todo lo que me ha costado esta abstinencia de diez años?"
Madre, que observa a Hijo de reojo, responde de modo modal.
"Te quejas tanto, Hijo, que tendré que deprimirte con un lamento, a fin de que te rías y me des motivo para darte una bofetada".
Madre muestra dos dientes amarillos y frunce la nariz, ese gesto que tanto irrita a Hijo. Hijo apunta a Madre con gesto admonitorio.
"Madre, he sido víctima de la intolerancia y aún así tu burla es más fuerte que eso y no sería el primer matricida sobre esta tierra que, bien vale la pena recordarlo, está bastante malherido. Rectifícate o te escupo".
Madre es presa de una convulsión que se manifiesta con abundante espuma en la boca. Un borbotón de su saliva hace mella en la nariz de Hijo. Hijo toma un papel higiénico que alcanza a manotear y lleno de asco se limpia. Entre nauseas anuncia:
"Me has calumniado, Madre, y yo no se esperar más tiempo. Será mejor que te revuelvas en tus trastos y te vistas y te vayas. O si no, te mato, ¡te mato!
Madre, visiblemente repuesta, se aparte de Hijo y se dirije a su cuarto. Reaparece envuelta en una mortaja. Anuncia a Hijo:
"Asesino, malvado, salvaje. Me voy".
2
Hijo en una calle peatonal de la ciudad de Buenos Aires busca un árbol en donde orinar y se da cuenta de que eso no será pósible. Engresa a un bar y antes de hallar al baño se orina encima. Lamenta:
"Esta humillación es una infinita o millonésima parte de los sufrimientos que me esperan en el infierno que acabo de merecer. Maté a mi madre y ella es inmortal como el demonio. Ella presidirá el escuadrón que habrá de torturarme por toda la eternidad. ¡No me resigno! Debo buscar a Hermano!"
3
Hermano visitaba a Hija Suya en la casa de Esposa de El y saludaba con los dedos entre una y la otra. Un ojo suyo bailaba al ritmo de una música inasequible a los profanos. Hija, en cambio, cantaba una canción estridente y pentatónica, con el único fin —inconciente— de perturbar a su padre y quebrar algún acorde que pudiera escaparse de sus manos. Hermano pronunció una palabra de afecto para satisfacción de Hija e Hija respondió para satisfacción de su padre. Hermano recordó a Padre que ya estaba en una tumba y a Madre que lo había tumbado. La muerte de Padre sucedió cuando Madre tuvo un ataque de espuma y Padre intentó rescatar a su esposa pero terminó ahog´ndose el mismo y sucumbió en minutos. Hermano estaba con él y le hizo masajes en el pecho pero casi se acalambra y por no perecer desistió. De esto se enteró Hijo y de inmediato hizo una analogía entre Madre y un extinguidor de fuego. Madre era más peligrosa. Razonó: "habrá en adelante que usar trapos de amianto en presencia de ella.
4
Madre, mientras tanto, seguía su derrotero errando por las tinieblas de una barrio suburbano.
Dormía aquí y allá y mendigaba para comer.
Con el tiempo llegó a hacerse fuerte en una estación de ferrocarril y así logró amasar una pequeña fortuna.
A Hijo llegaron noticias de la sobrevida de Madre y fue sacudido por una patada en el esófago que lo mantuvo inemne toda una tarde. Por fin reaccionó y armado de un cuchillo fue en busca de ella para hacerse justicia.
Halló a Madre comiendo un sandwich de milanesa en compañía de un mendigo de nombre Diego, cuya característica saliente era una calva lustrosa color aceituna orlada de un mechón negro y pegoteado. Ambos lucían ropas ajadas pero Madre conservaba la blancura de su mortaja.
Hijo encaró a madre en un tono de coz subido y el cuchillo blandido por su mano derecha:
"¡Madre, encima que no moriste te has hecho rica! ¡Y yo que ya no tengo con qué vivir! ¿Con qué derecho me has despojado, Madre? ¿Quieres que desaparezca como has hecho con tantos otros? No, Madre. Ya mismo me das la mitad de tus riquezas o no repondo de mí y para eso he venido. ¡Justicia para mí! ¡Dame, dámela, Madre! ¡Dame la plata! ¡Dame las joyas! ¡Dame comida que no tengo! ¡Piedad o te mato!".
Madre, que estaba a punto de hacer crisis, refleccionó y dijo:
"Toma la mitad de mi sandwich".
EL REGRESADO
Regresó el que siempre regresa y esto debe llamarnos a reflección. Más bien, esperemos a que regrese de nuevo. Cuando esto suceda estaremos todos esperándolo.
Haremos una valla alrededor de nuestros sitios y él se detendrá de súbito.
Uno de nosotros preguntará "qué hay", "a qué vienes tantas veces".
Nosotros lo apoyaremos con nuestras miradas.
El propósito de ésto es que aquél que regresa sepa que somos concientes de su regreso. Allí se verá que actitud toma él.
Nosotros le ofrecemos un lugar de paso. En la vallá habrá un sitio en donde falte alguien. Es natural que cualquiera de nosotros querrá ocuparlo.
No obstante, nuestro regresante tendrá la oportunidad de atisbarlo y colarse por ese resquicio que en cualquier instante será clausurado.
Se requiere del regresante una suma de aptitudes y reflejos. Larga visión y olfato preciso. Con tacto sutil sabrá conquistarnos. Pero nosotros no somos tontos. Somos capaces de defendernos y harto podemos demostrarlo. No obstante tenemos puntos flojos que es menester ocultarlos. Recorto, por ejemplo, nuestra mirada ambivalente. No revelemos esto nunca a nadie. Esto no quiere decir que seamos ingenuos: el que regresa bien sabe todo lo que sabemos porque es uno de nosotros. Por éllo el enfrentamiento puede ser feroz. El regresante debe ser noble al respecto, no hace gala de su retorno. No hay qué criticarle al respecto. Pero, ¿y si se ufanare? ¿Qué agregaría a esta historia? Confesemos que hay quien lo espera cada vez que está ausente. Sienten una congestión en sus pechos que se agiganta a medida que su ausencia se hace más notoria. Y desinflan estos pechos en llantos capaces de embeber al regresante por largas horas.
También hay quienes abominan de él. Yo diría que estos existen en proporción adversa para los añorantes. No en número, pero sí quizás en fuerza decisoria. Son capaces de anular cualquier deseo noble. Ya hice referencia a la nobleza y yo me hacía cargo de ella. La verdad es que no sabría decir en cual de los bandos estoy. Y la mayoría fluctúa entre ambos. No los critico. Ellos no querrían estar allí, duros de frío, a la espera de un regreso inminente.
Y llorar mucho produce desgaste que a la larga se paga.
La valla la armaremos todos a partir de las cinco de la mañana.
Nos vestiremos todos con ropas de abrigo para atemperar el frío que es intenso a esa hora.
Habrán banquitos y sillas plegables por si la espera se hace prolongada.
BISSO
Uno
Grande el sol, quema.
Un hombre, de bruces contra la grama, respira.
La brisa, que sopla por instantes, es peor, porque es roja.
El caído gime, pero está solo.
Se calla entonces, no hay vida que lo oiga.
Pasa el tiempo.
Carlos Bisso está seco.
Dos
Aquel automóvil atravieza la ruta como puede.
A la altura del cruce con el Río Negro se queda.
Baja de él un hombre flaco.
Se quita la ropa; toda, menos dos guantes negros.
Luego, regresa al auto y, ya más liviano, Carlos Bisso reanuda la marcha
Tres
Trepa al manzano para obtener una fruta de difícil acceso.
Cuando está por estirar el brazo, una avispa lo pica en un pómulo.
Contrariado, manotea el lugar agredido y ahí es que trastablilla.
Intenta tomarse de una rama y cuando lo consigue, esta se quiebra.
La caída es causa de fractura en ambas muñecas.
En su convalescencia, Carlos Bisso es despojado de sus guantes.
La tristeza lo agobia.
Ha perdido sus poderes.
Cuatro
Era desde el final un hecho que no pudo ser soslayado. Un cuerpo aparecido en la penumbra de una habitación cerrada y muerto desde hacía largo tiempo, al parecer por la momificación que ostentaba quizás por siglos nunca antes vistos. La habitación solitaria, abandonada en el campo vasto de la región más árida del país. Tierra ya misteriosa por el abandono que habían hecho de ella sus habitantes que ahora eran muy lejanos, ni siquiera recuerdos. La carne reseca estaba desnuda salvo las manos. Dedos huesudos estaban calzados con guantes negros de cuero de potro, aquel animal que galopa ciclicamente en busca de agua y pasturas.
Cinco
Arquetipo de una época, Carlos Bisso no comprende.
Es un fantasma, sin voz, sin pelo, sucio, mal parado.
Se ha quedado sin nada.
POR QUE NOS VIGILAN DESDE HELICOPTEROS
1/Acerca de helicópteros
Han dicho que escuadrillas de helicópteros sobrevuelan estos días la ciudad capital, provistos de faros potentes aptos para infundir miedo, tripulados por pilotos especiales que lo ven todo gracias a cámaras de televisión capaces de enfocar hasta el mínimo gesto de un hombre que mira a la luna y apenas pestañea, haciendo gran despliegue de rotores y turbinas, ante la indiferencia de todos.
Un helicóptero es una aeronave que, tripulada o no, está provista de alas giratorias que le permiten ascender mediante un ardid físico-mecánico y se desplaza hacia adelante, gira sobre su eje o queda estático en el aire, a la espera de instrucciones en sentido contrario.
Desde esas máquinas voladoras nos vigilan a raz de nustras cabezas. En pantallas de a bordo reproducen en detalle imágenes de nosotros que delatan que estamos allí.
No es probable que estén artillados.
Los han sofisticado para espiar.
Podría ahora mismo idear planes para derribarlos y ponerlos a consideración de los ciudadanos.
Naves que vuelan tan bajo son vulnerables a una andanada de balas bien dirigidas y disparadas desde escondites situados en pisos vigésimos.
Creo que es problable la fabricación de misiles caseros en base a proyectiles de cohetemodelismo con modificaciones leves. Una acción certera, que dé de lleno en el foco de luz bastaría para producir averías de fuste.
Podría intervenir una batería de cañitas voladoras, lanzadas de a cincuenta; de tal modo es imposible fallar, alguna hará colisión y desastre.
Algun día se hará realidad un helicóptero abatido que se retuerce de dolor, quizá sin su piloto que quién sabe adónde fue a parar.
Si caen helicópteros sobre nosotros, barrios enteros pueden arder.
2/Acerca de nosotros
Algo está vacío al mirar de frente. Si se extienden las manos, en gesto de "ya te alcanzo", se verá que, si algo hubo, ya huyó. Si se camina en dirección prefija, con el ánimo de arribar en un tiempo ya sabido a un lugar de rutina, se podrá observar que el sitio aún está allí, pero su sensación se nos escapa. El alma, que es fiel, a veces duda y se pone a nuestra espalda. Creemos, entonces, que alguien nos persigue y nos damos vuelta: no hay nadie. Estamos solos.
Movimientos del aire, más figuras de nubes, más silbos en los oídos, son todas señales que no acabamos de discernir. Rumores, supongo, que nos murmuran para hacernos detener nuestra marcha, que, por otra parte, no se explica. Es grande el cansancio que sentimos sobre todo en los muslos y un dolor creciente a la altura de los senos paranasales nos dispone mal ante todo lo que no sea una cama tibia. Aún así, andamos como ruedas que giran y no pueden decir que no.
Entonces, por qué nos vigilan desde helicópteros.
3/Acerca del que sufre
Cuando se vio que era imposible, o más, intentar aunque sea ver dentro, afuera y un poco más, en el centro del corazòn que, es cierto, envía a cada rato sangre en cantidades que mandarían al ahogo a aquellos que no están en aviso, y creen de buena fe que el alma es un ser de improviso y llegan con el alma en la boca, como quien diría cien fraces hechas a medida del cuerpo, que no conoce otra cosa que morir, hubo una pausa.
(Un poema dice: "dilema viejo/ palabras/ jugos de otros/ que dieron sudor/ al arte de la palabra/ y no vieron/ ni un céntimo de amor/ no/ digamos/ a sus pies/ sino/ aunque fuere/ a diez metros de su ombligo/ No/ no tuvieron/ ni un palmo/ de amor en sus ojos/ que/ no pudiendo hablar/ dejaron/ la responsabilidad a su boca/ y èsta a sus manos/ y las manos/ no hablaron en forma correcta/ confundieron su misión/ dejaron sólo razguños:/ ¿a quién le sirve éso?" A nadie sirve éso, dejar dolor en la boca, en la lengua más profunda, a nadie sirve éso).
Es deber de quien dice estas cosas salir al paso de un rumor. Y si algo se dice de él, es que se ha dicho de nadie, como otro que ríe y alguno que besa el aire y el agua y se moja por cierto y queda mojado. Porque no hay otro modo, no es oportuno, no viene al caso, queda mojado y se infecta de hongos y sufre escozor y se razca como el que sufre más. En serio, sufre mucho; sufre tanto que no lo cuenta; no les creerían, dirían que es imposible sufrir de escozor, sufrir, tan sólo sufrir; dirían "es imposible".
A pesar de ésto, nos vigilan desde helicópteros.
4/Entonces
Sabemos que estamos así, confusos y desabridos, discoordinados y huidizos, por causa de helicópteros que cade vez más nos perturban. Aquellos que se sienten agraviados, o reciben molestias agudas en el alma o en el cuerpo, e intuyen que el peligro, al principio sordo y socavado, nos compromete más cada día, se dirigirán en delegación a las bases en donde se entrenan, comen y duermen —con sueño liviano, alertas— los pilotos policías, sin los cuales los helicópteros no podrían volar. Irán con discurso preparado y ánimo de conciliar. Les dirán, más o menos, que por qué tanto empeño en hostigar a la gente que no tiene posibilidad alguna de ascender más allá de las terrazas, siendo tal actitud cobarde e indigna de seres tan parecidos a nosotros que hasta se diría que son nuestros hermanos. Les dirán, entonces, hermanos, quédense en el suelo y vacíen de combustible los tanques de sus máquinas voladoras. Unanse a nosotros y juntos lucharemos contra cualquiera que nos haga frente. Luego, tras palabras de alabanza al amor entre los hombres, cantarán una canción compuesta en forma especial. De ese modo, el acto concluirá y el grupo, exiguo, se retirará, en completo fracaso. En el camino de regreso, éste y aquel se gritarán recriminaciones agrias, que no vale la pena aquí reproducir, por su pobreza conceptual y por falta de espacio. Quedarán dos o tres que, reunidos en la casa de alguien, para comer unos fideos, decidirán una estrategia más agresiva.
SACRIFICCIONES/TERCERA PARTE
SACRIFICIOS
EN LA ORILLA UNA MUJER
Una mujer de estas provincias, al borde del llanto, un río, llevaba una piedra preciosa gigante atada a su cuello y hacía ademanes de arrojarse al torrente.
Cuando, con los ojos velados por oportuna negrura, iba a zambullirse, la Tierra se abrió a sus pies y la tragó: "en qué idioma me empujaste", dijo.
ROSTROS A TIROS
Engañado por la luz inoportuna de aquello que era la noche, lo cosió a balazos a él.
Uno era un hombre malo, el otro una basura. Sus razgos no era fáciles de olvidar: eran la misma persona.
A sus muertes sobrevivieron sus rostros.
Así nació la máscara de Anselmo
ELLA INSISTIO
Una mujer se vació lo mejor que pudo para dar a luz, pero, a pesar de sus esfuerzos, no le nació nadie.
Ella quiso insistir y nosotros le advertimos: "lo único que te queda es tu cabeza".
Ella no nos oyó y no creo que vuelva a hacerlo
VOS QUE TU PADRE
"En España mueren tres mil toros al año y ninguno es mi hermano".
Entonces, ¿por qué tu padre te nombró único heredero?
Tu padre, que sólo poseyó pastos tiernos pero nada de tierra.
Aunque no hay motivo para no creerte.
TE JURAMENTO AMOR
Amanecía en Epecuén una luz insospechada para un cerebro moderno, cuando sobrevino una tormenta argentina con folklore de secuelas.
Dos ataúdes flotaban a merced de corrientes cruzadas y, por supuesto, guardaban los cuerpos de los amantes suicidas.
El juramento de eterno apareamiento iba a vencer y casi iban tomados de la mano.
Era victoria —¿qué eran las victorias?, ¿alguien guarda en su vitrina alguna victoria fósil?—, cuando la tormenta divirgió en dos frentes que dejaron entre sí un abismo de tormentas mezcladas.
Selvas emergieron, naciones se hundieron: ¿qué fue de los amantes?
BALAS PUÑALES
El hombre que cazaba patos en sus sueños dormía junto a una escopeta cargada.
De puntería subsidiaria del diablo, despertaba a las ocho de la mañana sin heridas que lo delaten: ¿qué hacía, entonces, aquella su última noche, con puñales por fuera y por dentro, si hasta el cuchillo más diestro no puede acertar a un pato en vuelo?
POBRE VIDRIO
Aquí se exhibe el pensamiento vitrificado de un hombre que vivió y murió para hecer posible tal hazaña.
Es de un vidrio delgado y se mancha al menor aliento.
Las figuras representan contorsiones de índole diversa, gestos en todas gradaciones, matizados con colores que maravillan.
Pero, ¿y las palabras?
No hay palabras.
NADA, NADA
No hay palabras en el bolsillo del pantalón.
No hay palabras en el orificio nasal.
No hay palabras en la bala en la sien.
No hay palbras en el hongo plantar.
Este hombre murió desangrado.
LLEVEME TU AMOR
Ella arrobada miraba el exótico conducir del colectivero suicida.
Seducida hasta borrar la última huella de pudor, se le acercó, le habló al oído, le acarició el cabello y el apuesto conductor aceptó el convite: se le arrojó encima, dieron tumbos y un fuego los devoró junto a todo el pasaje.
El nunca reveló su identidad.
PIEL DE GALLINA
Dentro de un gallo eviscerado se hallaron las plumas de un pavo real ingresado a esta frontera en contrabando absurdo: ¿qué indio habría de hacerse un tocado tan exótico si apenas pudimos salvar las cabelleras?
FUGA Y FUGA
Hoy es el día en que van a cortarle la cabeza al general.
Pero el general huyó y reemplazó su cabeza por una imitación de plástico.
¿Se dará cuenta el pueblo del engaño?
NO ME ARREPIENTO
Sepultan a la señora tan anciana.
A varios kilómetros de allí, un hombre de canas hace penitencia en un rincón.
Es su hijo: ella olvidó de perdonarle.
LA MAGIA DEL HAMBRE
Hace años,un mago hambreado devoró su propia galera en la creencia de que estaba ingiriendo proteína concentrada de conejo.
Y en cierto modo era así, pero había mucho más: palomas, lagartos, elefantes, tigres, hormigas con hambre de meses.
Quién sabe que fue del mago.
PEDAZOS DE TRIZAS
Con gesto canino, con furia, un hombre apalea a una estatua.
La escultura intenta reproducir un hombre de rostro sonriente que porta un cigarrillo encendido del que surgen volutas de humo imaginario.
En algo más de un minuto la imagen de mármol está destruida y el cigarrillo liberado
El hombre lo recoge y lo fuma, lento, en paz, su venganza.
LA CRUZ
SI bien faltaban tres días aún, la escena de la crucificción estaba lista.
Estaban los maderos, clavos especiales y dos manos y dos pies.
Sin embargo, pese a que habían sido masacradas toneladas de hombres, ninguno daba el tipo para el ícono buscado.
Mas, como había un compromiso contractual que cumplir, se sacrificó al único orangután con que contaba nuestro zoológico.
Hasta ahora estamos pagando las consecuencias.
HASTA NUNCA ADIOS
En la ruta que lleva a la costa sucederá un accidente en donde perecerá un tal "Hermano Mío"
Destinado a protagonizar las más tristes novelas del pís, así no será.
Para qué seguir contando.
PESTIARIO
FIEBRE MALABALA
Acontece en un pecho discoordinado en los vasos proximales que borbotean sin control y mancillan los conductos bien profundos que transmiten vía nervío el más dolor en la espalda inferior al cuello. Así el cuerpo atacado se agarrota y pierde voluntad con posibles convulsiones que fulminan en el paso subsiguiente que es un rugido en los ojos.
HONGO CRUEL
Ocurre de repente un rush cutáneo que se torna enseguida en llaga carmesí que punza en sentido vertical con un picor inalcanzable que desespera al sistema digestivo e impulsa a la víctima a clavarse un facón apestado de antemano con el germen criminal.
SOPOR VAPOR
La boca se abre de improviso por la violencia de un aire que ebulle y baña de inmediato a la nariz que aspira entonces un sopor que embauca al cuerpo indefenso y abusa de él hasta acabarlo.
PENA OLIVA
Los ojos se hinchan y comienzan a llorar en conjunción con un moco espeso que sale por boca y nariz al tiempo que una cera verde brota de los oídos cuando las manos no dan abasto para atenuar el llanto que es convulso y la garganta se inflama y el pecho late hasta llegar a un tos que se une a la tristeza general y el hombre o mujer se abandona con los brazos caídos y la cabeza que apoya el mentón en el tórax y un lamento largo cada vez más lejano.
PENA RIO
La aguja de la pena se clava en la parte distal del esternón para dar comienzo a un paulatino derretir de la piel que asciende por el cuello a la vez que interesa a la laringe quien deja de alojar a las cuerdas vocales y estas flotan en el río que asciende hasta un rincón oscuro de la mente que se aloja en el lóbulo negro que nadie se animó a esplorar cuando ya es tarde y el agua que fue humano se escurre ya por las baldozas.
PENA SUBITA
A una sensación de sol aguda con ingredientes de plenitud sostenida y aires salubres que interesan a los pulmones e insuflan vigor al entramado celular sobreviene repentino abrumamiento en todo el espacio que se estrecha junto al aire que se envicia, se va.
SACRIFICCIONES/CUARTA PARTE
QUE ME BUSQUES
Espero.
Te digo que te espero sentado en este banco
No, no en el banco que vos conocés.
Qué te importa cuál, allí te espero.
A esta altura de mi vida no perderé el tiempo explicando a alguien cómo se hace para buscar a una persona sentada en un banco.
Mirá, en lugar de preguntar tonterías comenzá a buscarme porque vas a llegar tarde.
¿Que la ciudad es grande? Depende para quién.
Conozco alguna gente que es capaz de extraviarse en su propia casa y y no hallar jamás la salida.
Otros, llegan al extremo de perderse en su propio cuerpo y eso es más grave porque nunca encuentran la puerta de entrada.
Tántos seres, que aparentan estar perdidos, suelen encontrarse entre sí sobre todo en una ciudad.
La ciudad puede ser cualquiera, famosa o fantasma.
Ellos mismos son fantasmas y esperan sentados en un banco.
Ellos saben que el otro vendrá; entonces, ¿cómo vos no me vas a encontrar a mí? ¿Por el sólo hecho de que no te revelo el sitio en que estoy y te espero?
No, no podrás sonsacarme nada.
Te espero, pero no a la hora de siempre.
No, será más temprano.
Pero ni pienso decirte cuándo, tendrás que adivinar.
Y será mejor que llegues puntual.
¿Que es imposible? ¿Me decís "imposible" cuando hasta el más burro sabe que el día tiene venticuatro horas?
Buscá hora por hora, en una de ellas te estoy esperando.
De ningún modo, no te daré el gusto.
Que vengas.
O si no, todo acabó entre nosotros.
ESCENA DIECISEIS
Uno que junta fuerzas y trata de asomarse y atisba más adelante de sus párpados una penumbra que trata de abrirse tímida por entre la luz omnipresente.
Señas particulares: sujeto de ojos marrones con tendencia al trapo en la dermis que exhuda todos los líquidos que el más morboso pueda imaginar, pero mucho más sucios y con menos posibilidades de inducir apetitos de los que uno, luego, no tiene posibilidad de arrepentirse.
Tumultos de dunas que se mueven de aquí para allá y mudan consigo el antiguo aroma del trigo molido, base del viejo pan de Eurasia.
Polvo imperial que compite con las harinas locales de mandioca y maíz.
Prestigio es la palabra: hay que deglutirlo con vinos de uvas transplantadas de las tierras del conquistador: ¡pan y vino para el buche del señor!
Un tipo al que le pesan demasiadas palabras para poder moverse de su postura símil turista en doradas arenas, que lo tiene postrado desde el día en que arribó a esta zona crítica.
Vanos son los esfuerzos por modificar su estado que, en realidad, lo empeoran e inflan, obligándolo a abrir su gran boca por la que escapan bocanadas de discursos sin esperanza.
Se es libre o no se es libre y el ejemplo más patético es el tomate, sometido a la patria potestad italiana, bajo la forma de tucos, napolitanas, pomarolas, etcétera. Vastos ríos de salzas ocupan un lugar preferente en la laringe del caballeroide tropezada hace meses con este infierno que carece —y no precisa— de palabras de futuro.
Y, he aquí que el hombre, si no escupe lo que tiene a cada instante en la punta de sus labios, se atraganta y muere por asfixia. El instinto más primitivo lo impulsa a desangrarse en parrafadas borrascosas para poder sobrevivir. Todo un revoltijo de memorias y asuntos no digeridos concluye bajo la forma de una alocución tumultuosa que alivia sólo en el instante del borbotón, pero que resurge en tanto convulsión violenta ni bien trata de respirar aire puro. Son pelotas de sonidos, modulados a moddo de idiomas exquisitos, que tienen por destino dilución en el aire saturado de sal. No hay tormenta posible que pueda detener la verborrea de este malhadado ser que, inexorablemente, debe hablar para no morir. Hay profusión discursiva que compite —y con éxito— con otras manifestaciones igual de dolorosas de su cuerpo sufrido. Es una voz que a horcajadas declara una verdad tan supuesta como otra.
Es una verba inflamada.
Es una lengua viperina.
Son dardos con veneno.
Es una letanía autista.
Es un monólogo interior que huye y aquí, es lamentable, no hay eco.
Un orador ha caído.
Pero habla, cómo habla.
NADA
Me fuí, aunque no había motivo para hacerlo y en realidad no tenía ganas.
Entonces, dejé a ellos la responsabilidad de cuidar la cajita que contenía aquello por lo cual tánto habíamos luchado.
En la calle me esperaban ciertas gentes que se medían en el espejp que mi estatura les prestaba.
Eso fue lo que intuí cuando me sumergí en aquel negocio de vidrieras grandes como el aire.
Quién sabe qué hacía yo allí, escudriñando pedazos de objetos en perfecto estado de conservación pero con la impronta de lo corrupto para siempre.
Voy a obviar el episodio según el cual casi pierdo una mano por culpa de un filo inadvertido.
Preso de un dolor que alguna vez creí olvidado, colgado de hilos que presentí en pesadillas matutinas, me senté en un banco que encontré en una esquina junto a otros objetos que esperaban cartonero.
Me puse a contemplar el silencio que salía de ese coche abandonado como yo.
Me puse a masticar unos maníes.
A mi sombrero no lo tenía desde mi infancia, así que para qué apenarme por él.
Mi pensamiento estaba cerca de mis amigos, que seguro irían a tirar la cajita al río y yo no me iba a enterar, confiado en que ellos la iban a cuidar como a un cachorro.
No sé con qué objeto, estaba yo esa noche en la avenida que llaman Costanera.
Estar allí era la mejor forma de tener frío y hacerme ilusiones de que abajo, en el fondo, el frío alcanzaba para congelar hasta el hueso más pequeño del alma.
Estaba acordándome de mis monos, de mi gata que un día comió pescado, apoyado en la baranda carcomida por aquello que llamamos país.
Al lado mío, una pareja repetía "este río es como un mar", entre toses y moqueos.
Yo me dije: "no, no les voy a hacer el juego", y me fuí, tratando de abrigar mi cuello con nada.
Nada, justamente, nada.
RIO COMO MAR
Este río es como un mar.
Apoyados en la baranda, enlazados, miran lo que se supone es el horizonte.
A pesar de cierta claridad, es noche sin luna.
Pero éso no importa, en cualquier momento amanece.
La pareja habla, abrazada:
—Este río es como un mar.
Están los dos mirando aquel gran agujero de agua. Que a estas horas se llena de frío para justificar cualquier especie de abrazo.
Se supone que a sus espaldas hay un aeropuerto, pero esta noche se esfumó.
Abrazados:
—Este río es como un mar.
Este río.
Un pescador, apoyado a la baranda, sostiene su caña que se curva, tanza mediante, por el peso de algo que nadaba en el río y mordió el anzuelo porque evidentemente era un pez.
El hombre, hábil, efectúa movimientos precisos mientras rebobina el riel en una noche que, como se sabe, es sin luna. Sólo el resplandor de de este hombre que ya tiene su gran pescado en la mano.
—Este río es como un mar.
Hablan de peces, de aguas dulces o saladas. De lagos o lagunas. De pulpos y bagres. Cotejan el fango con la arena, calculan diferencias.
Mientras tanto, el río disimula.
El pescador frota sus manos sobre el fuego que alimenta la garrafa.
Va a comerse el pescado y lo va a cocinar a la parrilla, allí mismo; para éso encendió una hornallita.
Pescado de río, comida sabroza.
De dónde viene pescador tan ingenuo.
—Pescado de río es comestible.
—Lo mismo pescado de mar.
—Pero, ¿cuál es la diferencia?
—Las variedades. El gusto salado. La corriente cálida del Golfo de México.
—Pero, este río es como un mar.
—Por supuesto.
Abrazados, el horizonte, amanece.
Las escamas crujen, la gracita chorrea, ya está listo el pescado.
El pescador saca de su bolsito de tela de avión los cubiertos: plato de hojalata, cuchillo, tenedor.
El pescado exhuda su mejor olor y el pescador, estimulado por tan fiel comportamiento de su preza, lo devora, acompañando con vino en envase de cartón.
La carne baja por el buche, la sangre contenta.
Hasta que bulle el estómago y lama la atención.
El pescador se toca con las manos: el pescado parece vivo porque muerde.
El pescador se contrae y abre la boca, en busca del aire que el pescado en su vientre le roba, aunque sólo logra aspirar las palabras que musita una pareja que mira el horizonte a pocos metros de su drama:
—Este río es como un mar.
Un pescador se retuerce en la vereda de la avenida Costanera y amanece.
La pareja, compungida ante el espectáculo del sol que enchastra al río.
Abrazada, boba como un ácido.
Silencio: están mudos.
Lo mismo río que mar.
EL Y EL
El le dice que es una de sus pocas habilidades.
El otro se asombra y lo felicita.
El repite su declaración, tentando quizás una respuesta más efusiva de su compañero.
El compañero declara que está muy contento y que aprueba que él posea tal habilidad.
El agradece, pero insiste en proclamar que aquella es una de sus pocas habilidades.
El otro, que comprueba que algo no está del todo codificado en la charla que mantienen, responde que muy bien, que está todo bien, pero que a qué viene tanta insistencia.
El se silencia por un instante, mira a otro con la boca abierta y lo señala pero no dice nada.
El silencio que ocurre ahora en la mesa de café en donde ambos están tiene un peso evidente y específico.
En todo el recinto vibra un murmullo, pero en esta mesa se ha instalado un hueco.
Los dos compañeros han quedado con sus miradas en recíproca caución y no hay posibilidad siquiera de un desmayo.
La situación, por fortuna, no es eterna y él, aquél que insistía en su habilidad única, retoma su discurso, ahora en cierto modo modoficado.
Dice que su habilidad es única y públicamente notoria.
El otro, tras breve reflexión, se incorpora y, de pie, hace un gesto con sus manos que llama a silencio a los parroquianos.
Cuando se ha obtenido el clima de atención, improvisa un discurso que, en síntesis, alaba las virtudes de su amigo e insta a los presentes a coronar sus palabras con un aplauso, el cual sucede y luego se extingue.
Luego, una nueva instancia de silencio, montada sobre todo en la perplejidad de aquél, el hombre hábil.
Este, invadido por una sensación de intimidad profanada, retoma la iniciativa para sí.
Asevera que su habilidad es trascendente, pero que, en vista de la incomprensión puesta de manifiesto por su amigo, que de alguna forma es un representante arquetípico de la sociedad y la cultura que lo toma en parte, la ocultará para siempre de la vista de todos.
Dicho ésto, se levanta y se va sin pagar su consumisión.
Lo hace su amigo.
CAMION
Vea, el camión que está estacionado a la vera del bar ahora actuará.
Ha sido equipado con un motor potente capaz de trenzarse en gresca con diez automóviles.
Pero, hace muchos años de esto y hoy está casi fundido.
Diez autos están a punto de atropellarlo en este rincón de la calle sin futuro.
¿Y qué hace el camión desahuciado para defender su integridad? Nada, porque es una máquina y su chofer lo abandonó.
¿Qué placer tendrían diez automóviles en destruir un camión indefenso?
Ninguno y, de hecho, nada harán.
El camión ha imaginado todo.
NADIE, NADIE
No debo aclarar a nadie mi situación aquí.
Soy un hombre sentado en un bar y que mira de vez en cuando a un hombre trepado a un andamio que martilla una pared.
Debo estar tranquilo y no delatarme bajo ningún aspecto. Si, en cierto modo, disfruto de esta situación, es asunto mío y a nadie le importa.
Estoy sentado y tomo un té; todo lo hago sin aspavientos.
Si alguien mira mis ojos no hallará fulgor pero tampoco opacidad.
Las columnas de este edificio están en buen estado. No me asusta la tanta luz que entra al recinto; por el contrario, la acepto como un buen regalo para horas más tarde. Ahora no, y no hago demostración de afecto. Si tuve prisa hace algunos minutos, ya no me acuerdo y estoy ahora sereno junto a la mesa de un bar. Sólo contemplo y me abstengo de esperar a alguien.
Nada debe tentarme y me limito a permanecer, como lo hago desde hace algunos minutos.
Aquí estoy, nadie espere otra cosa.
GORDON
Da gracia la Luna empinada allí.
Cuatro cráteres visibles, veamos.
En el mayor alunizó Gordon.
Gordon tiene cuatro incisivos retraídos que le dan expresión resentida.
Lo expulsaron de la base en que vivía y, por añadidura, del país.
Siempre soñó con comidas abundantes.
Robaba bollos salados y lo pescaron.
Lo embutieron en un traje espacial defectuoso para internarlo en un trasbordador espacial.
La tarde en que lo lanzaron estaba su hija.
Su hija usaba escafandra; le dijo "papá, ¿tendrás aire?"
Gordon la miró; respondió en un soplo "no te preocupes, yo me ocupo de eso".
No obstante, ella le alcanzó un a lata de conservas cerrada. "tomá, es aire puro", "en dónde lo conseguiste", "no te importa, es de buena calidad".
Entre tanto, se apersonó el alcalde de Houston, Texas, "señor Gordon, soy portador de este documento imprescindible para su viaje. Es el Auto de expulsión, que pasaré a leerle".
Gordon y su hija se tomaron de las manos. jugaron con los dedos. El alcalde se irritó, "déjense de macanas y atiendan por favor".
Gordon hubiera querido obviar aquella instancia desagradable. Esa voz de sapo que fuma. Las palabras expulsivas: "Vete de aquí, Gordon. Fuiste un hombre desagradable. Pregúntale a tus vecinos. Ti hija se las arreglará sin tu presencia. Una institución de caridad se hará cargo de ella. Lo hará mejor que vos, Gordon. Vos, que fuiste tan ladrón en tu calle. Vos, desagradecido de la base que te entrenó. Perro, tuviste escuela gratuíta.los mejores alimentos del país. Te vas por tu culpa. Adiós. Gordon. Aquí no te queremos. En la Luna, ¿qué vas a hacer en la Luna? Eso a nosotros no nos importa. El transbordador te dejará en el cráter Aldrin. El peor lugar. Allí van los indeseables. Y no hay más que discutir. Vete, vete, y jamás regreses".
Gordon asintió y dijo a su hija "no te preocupes, algún aire he de encontrar". La hija adolescente respiraba agitada como si fuese para ella la condena a vacío perpetuo. Dijo "no te quites la escafandra, bajo ninguna circunstancia".
Gordon ensayó un guiño y, a continuación, frunció la frente y abrió la boca hasta dejar ver sus dientes hundidos .Quiso de este modo expresar una pena o algo aproximado a ese sentimiento. Lo interrumpió el empellón de dos guardias "vamos, rápido, a la plataforma de lanzamiento". Gordon optó por el práctico adiós y el gesto correspondiente de mano. "Adiós", él y ella "adiós, no llores, se te empañará la luneta de la escafandra".
Gordon ya estaba lejos y no oía.
ESO
Eso lo vendían en el negocio de las mejores ofertas de nuestro barrio.
Valía menos de lo acostumbrado y nos llevamos tres.
El primero se nos rompió al cabo de una cuadra.
El segundó duró dos días más.
El tercero aún está con nosotros pero nunca lo usamos.
Es un objeto difícil pero sensible.
Casi nunca lo toco aunque me tienta.
Por semanas lo olvidamos y hacemos nuestra vida habitual.
Por otros meses nos invade y lo maldecimos.
En general lo tolero y lo dejo estar.
Mañana lo pondremos en venta.
Será exhibido en la vidriera de un comercio amigo.
Pediremos por él la mitad de lo que vale.
Oiremos ofertas y quizás bajaremos el precio.
Regatearemos no obstante para obtener algún lucro.
Si alguna razón ajena a nuestra influencia frustra nuestro proyecto de transacción, lo ofreceremos en regalo.
Alabaremos de él sus virtudes innatas y surtiremos de leyenda sus más oscuras entrañas.
Lo destriparemos de ser necesario y lo mostraremos desnudo.
Si nada de ésto resulta, lo despeñaremos por un barranco.
Si no hay barranco, lo reduciremos a cenizas.
Si no hay fuego, lo tiraremos al agua.
Si no hay agua, lo destruiremos a martillazos.
Si nada puede hacerse, mal signo para nosotros.
ESTA POR EXTINGUIRSE EL PRESIDENTE
El hecho
La vorágine de hechos que sacuden el clima del país no impidió, no obstante, apreciar este suceso luctuoso que se cierne sobre ustedes y nosotros.
Al cierre de esta nota, el presidente ya estaba casi con el espinazo quebrado.
Se ha sabido que cierta noche, mientras dormía en su quinta presidencial, el Presidente se levantó con un fuerte dolor en el pecho. Consultó de inmediato a un empleado que dormía en un cuarto contiguo y este no supo responderle con rigor. Contrariado, el Presidente regresó a su lecho y se durmió con extrema dificultad. Cuando despertó, al cabo de un día, el Presidente estaba un poco extinguido.
La intervención
A pesar de estos reparos, el Presidente fue internado en una clínica privada y sometido a una operación quirúrgica de urgencia, a cargo de un equipo de médicos presidenciales dirigido por un cirujano principal cuyo nombre se mantiene en estricto secreto. Mas nada de ésto nos importó y sólo quisimos enterarnos de las inmundicias que le hallaron luego de tajearlo del ombligo para arriba. Todos sabemos muy bien que el Presidente es un ser malvado, cínico, embustero y traidor. Y si bien el Primer Mandatario había vetado toda publicidad sobre el contenido neto de su intimidad intevenida, esta salió con violencia a la luz y mató a un cirujano.
Destino inamovible
Esta bravata, es necesario recalcar, no salvó ni salvará al Presidente de su evaporación inexorable. Así lo ha dictaminado el más grande especialista en la materia.
Nosotros no dominamos el tema con la suficiente solvencia como para explayarnos en extenso sobre el asunto. Para éllo necesitaríamos un equipo de doctores del que carecemos en absoluto.
Esto, no obstante, no nos impide emitir nuestro parecer: estamos seguros de lo que vimos, nadie nos ha lavado el cerebro y el Presidente está a punto de de extinguirse.
Cómo será el final
Un día, por la mañana bien temprano, cuando el país esté despierto y bien pronto para cualquier noticia, alguien golpeará la puerta del dormitorio presidencial y dirá: "señor Presidente, su desayuno está en puerta". Como no recibirá respuesta, insistirá con su pregón: "Presidente..." Ante idéntica falta de respuesta, se retirará consternado y denunciará la situación a los servicios de seguridad. Estos derribarán la puerta y hallarán al Presidente ya extinguido.
Estas y otras no son simples especulaciones. Son deducciones en extremo lógicas y que merecen nuestra fe.
Para los incrédulos nunca hay argumentos suficientes.
Para los crédulos, cualquier mentira basta.
Pero lo nuestro es distinto.
Tanto, que esta información sobre el destino presidencial se nos hace insoportable y nos rebasa hasta el punto de tener que pedir salvataje.
El futuro
¿Qué ocurrirá cuando de extinga el Presidente? ¿Habrá elecciones para sustituirlo?
Se podría decir que, como no hay nadie más abyacto que nuestro Presidente, cualquier reemplazante sería ventajoso. Pero de algo no estamos seguros: ¿resistirá la población autóctona? ¿Se sentirá en desventaja con respecto a los paises vecinos? ¿Se puede vivir sin un puñal en la espalda?
No podemos hacer previsiones y no tenemos cómo.
Esfuerzos de último momento
Complicadas gestiones en el exterior extremo a cargo de la Cancilería no han dado frutos. Apuntaban, según pudimos enterarnos recién, a lograr la importación de científicos calificados con sobrada experiencia en supervivencia. Aunque todos coinciden en que la extinción del Primer Mandatario es inminente, el oficialismo se niega ofrendar su existencia a la fatalidad. Esta obsecación partidista hay que tenerla en cuenta para calcular conun aceptable error de paradaje el rumbo de estas tierras del cono sur. Ellos seguro que querrían embalsamar la existencia de un Presidente que irremisiblemente se va. Es más, estamos en condiciones de afirmar que se está trabajando en este sentido. La Momia Presidencial amenaza instalarse en cada puerta nuestra.
No habrá funerales
Las ceremonias fúnebres serán obviadas para evitar el pánico de la población. De un día para el otro el Presidente será una historia concluída por demás y la mayoría no se dará cuenta. Se mantendrá la incertidumbre hasta que se vislumbre el sucesor y se convoque a elecciones generales. Mientras tanto, a algunos pocos les llegará ese pavor que sobreviene al desaparecer para siempre un alguien. En ese momento comenzará el desbande y quién sabe cómo acabará.
Tranquilidad
Para que la incertidumbre no empañe el éxito de esta primicia, les decimos que la extinción del Presidente se hará en forma paulatina y progresiva. La situación es grave pero el desenlace, que es inminente, quizás se postergue. No hay que hacerse muchas iluciones; tan sólo se debe esperar unos días de gracia en donde refleccionar sobre esta desaparición irremediable. Se dice que al Presidente le comenzarán a caerse las pestañas pero esta situación se ocultará con inobjetables postizos. Lo mismo es de esperar de las demás partes que componen su apariencia. Así será hasta que no lo veamos más.
No habrán ruidos extraños
"La extinción presidencial, es bueno recalcar, no traerá aparejada ningún tipo de contaminación, ya sea de tipo sonora u odorífera", aseguraron voceros de la Subsecretaría del Medio Ambiente que aún a estas altas horas de la noche permanecen en el anonimato. Pero otros funcionarios —ocultos tras importantes pseudónimos— dan a entender que un veneno sutil puede instalarse en las capas más respiradas de la atmósfera, con el consiguiente peligro para la población activa. Si ocurre así, el Presidente se extinguirá con secuelas.
Entonces
¿Encontrarán algunos grupos perisféricos este hecho propicio para rebelarse? ¿Habrá en este conjunto fuerzas suficientes capaces de empujar sin permiso de las autoridades? ¿Entrarán demasiados en este juego asumiendo el riezgo bien posible de caer en una trampa? En los hechos que sucedan a posteriori puede estar la clave de lo que ahora nos parece incomprensible. Sin embargo, nada está dicho todavía. Sólo esta presencia que se extingue.
RAZONES
1
Supongamos que alguien no se explica su propia visión de las cosas y desea, al margen de su propio orgullo, asegurarse de la veracidad de su existencia. Supongamos, esto es lo más justo, que lo más aproximado a su lectura es un retrato confeccionado en fotografía convencional en blanco y negro. Supongamos, con mucha audacia, que este retrato representa la más alta tecnología en reproducción de imágenes terrenales. Supongamos que, en tal caso, la reproducción es óptima y aún superior al modelo mismo. Supongamos que la imagen obtenida está en movimiento y aún baila y canta y por lo tanto tiene sonido. Y uno mira ésto con asombro y supone que aquél es uno mismo y dice "qué bello y grácil y cantor soy". Y canta y baila imitando a la imagen que ve reproducida en una pantalla o un trozo de cartón. Ya se olvidó de su pregunta inicial y sale a la calle dispuesto a entablar conversación con alguien de disposición similar. Pero llueve tanto que es imposible y cierra la puerta y suspira. ¿Qué camino queda a este individuo curioso de sí y de lo que lo tiene por referente y de las referencias de sí ante los otros y los objetos perisféricos?
2
Estaba en estas dudas y en otras colaterales y consecuentes, cuando devino en acción lo que hasta ese momento eran ideas. Aunque no aquellas maquinaciones que precedieron a su actual decisión. Yo hablaría, en concreto, de una gran desilusión, provocada por la magnitud del hecho convocado que no correspondía con la pequeñez del hecho evocado.
Quizás esto suene a ensueño hermético para aquel que haya estado ajeno a este evento pero es imposible explicarlo bajo un criterio más popular. Nada le es extraño al reino de las sensaciones, lo difícil es ponerse en contacto con ellas.
3
Esta aventura comenzó un día, muy temprano y de mañana, con mucho calor que soportar y toda una vida por delante. Ese alguien era de sexo masculino y usaba alguno de los atributos que le han conferido a este género un cierto renombre. Portaba en sus ojos bastante fiereza que inhibía una comunicación de tipo frontal y sus puños eran crispados de antemano con nudillos machucados con rudeza. el ceño era poblado y su barba era evidente; su calvicie estaba en pleno desarrollo y no mostraba signos de recuperación. Cuando sorbía su taza de café los brazos que acompañaban al movimiento de las manos se enarbolaban como barreras ferroviarias en un paso a nivel y completaban un gesto de oclusión premeditada. Todo en su tronco hacía prever una potencia muscular que se diversificaba en los muslos, con proporcionada merma en su equivalente sexual. Las zapatillas calzadas en los pies brindaban la necesaria tierra firme para el par que sabía marchar muy bien. Este hombre tenía una mujer que se adaptaba a sus característica forma de mostrar por doquiera su inobjetable imagen de estrecho. Tenía mirada abundante que solía mezclar con sus cabellos rizados que caían sobre sus hombros semiplenos. Su boca permanecía abierta aún en los momentos de silencio y este detalle le confería una seducción sólo comparable a la de sus pechos que para nuestra mirada eran uno sólo y fundido. Bastaba observar su entrepierna para confirmar que no todas las puertas poseen umbral. Sus muslos eran inobjetables medios de tracción y afirmaban la velocidad de sus piernas. Qué más puedo decir.
4
Por desgracia las cosas no fueron tan bien y así sucedió en los días subsiguientes. El, que de ningún modo se había apropiado de ella, pretendía ejercer sus derechos de omnipotencia bestial. Ella, por su parte, resistía los embates con argucias dignas de mejor causa. Los enfrentamientos se tornaron diarios y obligaban a la pareja a mantenerse distante durante horas prolongadas, instalándose cada uno en cuartos diferentes como gallos cebados o peces de riña. A pesar de los recaudos, en algún momento confluían y sobre todo a la hora de la comida. Ese momento devino el más peligroso debido a las armas blancas que suelen ser tenedores y cuchillos.Todo estaba dado para que uno mate al otro y así transcurrían los días en tensión cada vez más de rutina. Debido a esta falla, suspendieron este encuentro y cada uno resolvió para sí y de acuerdo a su esperiencia el acto de comer. Ya no había peligro mortal.
5
El hombre, que ya había formulado todas sus preguntas acerca de sí y su entorno y futuro viable o no, sin obtener más respuesta que los hechos que ahora se desarrollaban ante sus propias narices, optó por prescindir de cualquier reacción airada y retirarse con prudencia no exenta de riesgo. Ella acechaba por varios flancos, obligándolo a pertrecharse de vituallas como para un sitio a Moscú.
Ella, que no era tonta, permanecía en vigilia.
La espera fue tensa hasta la exasperación a pesar de que nadie cedía. El conflicto se enredaba en su propia madeja y no dejaba atizbar una luz porque todo estaba premeditado. La falta de salida hizo estallar —en forma figurada— las paredes. Ahora estaban frente a frente.
6
—¿Qué me decís de mí, qué cosa me decís vos?
—¿Y vos, qué cosa decís de mí y a mí, me querés decir?
—¿Y vos, desgraciada, por qué me lo decís así, no exenta de ironía, más bien con acidez y bastante maldad?
—¡Malo, malo, agarrate de los pelos que te quiero ver! ¡Ruin, explotador, chupasangre!
—Algún día te mataré.
—Yo también.
7
Se separaron no sin gran trabajo. Esto es lo más difícil de narrar.
8
—Es tan exacto que no me atrevo a mirarlo.
Ambos estaban extasiados ante la contemplación del fenómeno pero tan sólo uno era el que hablaba.
—Es burdo como una metáfora.
Sonreían sin malicia. El espacio era demasiado grande y sin embargo albergaba a los dos. Carecía de las comodidades necesarias y todo se limitaba en sí mismo. No obstante, permanecieron allí buen rato. Acababan de comer, entonces estaban satisfechos. Tenían, digamos, todo el tiempo para ellos. Sobre todo el hombre llamado Marcos. Ella, bastante menos. Supongo que estaba embarazada. No era tan notorio porque la mujer, llamada Estela, era obesa natural. O quizás a causa de una medicación a base de corticoides. Tal vez nunca fue delgada o quizás sí. A él no hace falta describirlo.
La atracción hacia el objeto maravilloso tuvo su momento más alto cuando este dio muestras de inteligencia. No podrían describirse como signos contundentes pero sí de cierta translucidez por sobre lo común. Una vivacidad algo más que latente y una intención de rebelión contra sí misma. Su actividad provocó un estado de hipnosis —esto en forma metafórica pues Marcos y Estela permanecían con total lucidez. Pero la espectativa no rindió sus frutos y muy pronto la tensión emotiva decayó hasta sumergirlo todo en abulia. Los ojos de cada cual se miraron sin poder soportarse. El calor ahora extenuaba y la humedad roía los huesos. El nivel de tolerancia rayaba con lo más bajo de su umbral, pero todo parecía tan tranquilo. Marcos pasó una mano por su cabello y se arrancó un mechón. Ella se puso a reir, por primera vez en toda la noche. El, en primera instancia, no comprendió. ¿Por qué habría de reírse ella? ¿Qué gracia le hacía un hombre atacado de seborrea aguda al borde de la calvicie? Sin embargo, esto tenía su borde agradable. Ella había reído por primera vez y lo había exitado. Se reprimió porque estaba exhausto y deseaba salir de allí. ¿Qué los había llevado hasta aquel sitio inhóspito? ¿Por qué ella arriezgó su estado de gravidez? ¿Valía la pena el fenómeno? Luego de mucho tiempo, cuando el hijo de ella tenía cinco años, comprendieron que se trataba de un fraude. Claro, habían logrado salir pero, ¿éso que importaba? Nada había cambiado.
9
Sin embargo, estaba la necesidad. Las ciudades son congestiones humanas que transpiran por contacto recíproco y sobre todo en este hemisferio. La falta de una alimentación adecuada lanza a al gente a a la calle en contra de sí misma con grandes perjuicios, como es obvio. En un sueño que Marcos tuvo cierta vez, la ciudad se llamaba Buenos Aires. Luego no, la ciudad se transformó en Nueva Veira y al instante pasó a ser Día Viejo. Al promediar el sueño, la ciudad era un pueblo o tal vez un barco. Cuando el sueño se tornó demasiado confuso, Marcos despertó: estaba solo; en apariencia, Estela lo había abandonado. Ya había sucedido otras veces y con mucha más zozobra que ahora. "Necesidad": había soñado esa palabra. Aún no había amanecido.
10
"¿Qué me dicen de los logros de este supuesto hombre? ¿Es acaso la veleidad del que siente genuino y falso a al vez? ¿Es el supremo motivo del aburrimiento perpetuo? Yo no puedo defender a este hombre ni tampoco obligarlo a que se defienda. Prefiero no verlo más. Que se cocine en su propio caldo. Que se ahogue en su lago personal. Y que deje de llorar."
11
Soy más grande que bueno, y con eso me sobra. Me vi forzado, lo siento, pero yo estaba en mis cabales. No me arrepiento. Mejor dicho, a veces reflexiono. Ella no tiene parentezco alguno conmigo. Es muy distinta a mí y me ufano de ello. A veces la quiero como una muñeca. La peino y le cambio los vestidos. Le arranco un brazo y se lo vuelvo a poner. La muerdo y le dejo mi marca. Hago que parpadee hasta que me canso. Con un marcador, le escribo palabras obscenas en el vientre. La acuno para que duerma y ella duerme. Allí es posible que olvide qué es lo que creo. Al día siguiente recuerdo que ella es la de siempre y me viene un odio animal. Me refreno, me refreno y le doy palmaditas en el lomo. Ella es simpática. Tiene ocico afilado y mirada triste. No es como yo, aunque me esfuerce no lo voy a lograr. Me aburre mucho y la olvido muy fácil.
12
Siempre hay algo nuevo en qué creer. Ayer me dijeron: "los límites del universo están en permanente huída, brindándonos de esta forma una sensación de infinito. El universo en sí se nos escapa de las manos y esa angustia se resuelve encerrándonos entre paredes sólidas que nos ilusionan acerca de un más allá ilimitado y feliz." Escuché con atención a la persona que me ofreció semejante modo de ver las cosas. Lo observé sin inmutarme; él estaba ansioso. Le dije que se tranquilice, que yo no estaba de acuerdo, pero qué le íbamos a hacer. El me pidió razones pero yo no se las dí. No tengo razones y no me propongo tenerlas. Y si las tuviere, quién sabe, quizás le diría que no las tengo. ¿Se habrá ofendido este señor? ¿Me considera un insensible y por lo tanto me ubica en un lugar muy bajo de su estima? Mientras me revuelvo en mi cama, insomne, pienso en estas cosas. Que son las que me producen insomnio. Cuando logre dormirme, entonces ya habré pensado demasiado en ella y será la hora de despertarme. Es por eso que me duermo de pie, en cualquier sitio en que me encuentre. Yo creo que el universo tiene límites y demasiado precisos. No son otra cosa que los ojos, capaces de ocultar lo evidente y lo burdo. Porque si no, ¿ella dónde está? ¿Qué hizo para desaparecer así como así? ¿Y yo qué le hice? ¿Daño? ¿Alguna cosa irreparable?
13
Ella, acomodada en el recinto más oliváceo de una playa de harina.
Se presiente que posee una tristeza tan remordida que se confunde con facilidad con una dentellada de perro feroz.
Ella trata de ocultarla por medio de apósitos que sólo logran concentrar las miradas en esa región nostalgiosa.
Una niebla plúmbica avanza ahora hasta cubrir el espacio escénico y por un segundo se interrumpe la visión de lo que es dado observar en este paraje.
Luego, la bruma se retira y no resulta honesto convenir que todo ha quedado indemne.
La perisferia ha mutado, del modo en que lo hacen las tierras medanosas y cuando sopla algún viento notorio. (Todos sabemos qué son capaces de hacer las dunas cuando están molestas). (En caso de tener que estarse uno, irremediablemente, en medio de alguno de estos movimientos, se aconceja ponerse cuerpo a tierra, boca abajo, las orejas tapadas, de modo de evitar cualquier lesión en las córneas o algún alvéolo profundo).
Más allá de las modificaciones ambientales, que hasta cierto punto son anecdóticas, la tristeza flota y, por qué no decirlo, más que nunca. La diferencia radica en que ella ha perdido sus apósitos protectores y las heridas, en llaga viva, impresionan bastante. No sólo por su crudeza y color, sino por su hondura insospechada. Un ojo agudo y entrenado podría diagnosticar con alguna certeza, y a través de la observación atenta del tajo, la histogénesis de las pasiones y abulias de esta mujer que, como es notorio, todavía sangra.
Allí está, en postura decúbito dorsal.
Quién la moverá.
¿Aparecerá alguien con los músculos adecuados?
Alguien dijo: "Ella pesa tanto."
14
En esta ciudad, donde nada sirve más que algún puño, se fundó un pozo en donde irán a yacer los deseos, iluminaciones y demás aparatos imposibles. Encima habrá un monolito que tendrá un orificio inalcanzable al cual se dirigirán todos los rezos.
En este charco, donde capotó un gran barco, ayer salió a flote una caja y estaba vacía.
Maldición, el tesoro, la última ayuda de ultratumba se esfumó.
Buenos Aires, meses de 1990, meses de 1995.
TRAGACOMEDIAS
TANGO MONGO
Cinco escenas con interludio bélico y dos epílogos
Un bandoneonista sentado en un inodoro.
Un guitarrista sentado en un bidet.
Escena uno
En un baño están ambos, sentado cada uno en su aposento, blandiendo sus respectivos instrumentos musicales. Interpretan un tango, el Tango Mongo.
El escenario a oscuras. Se oye en off las voces de locutores radiofónicos.
Canta un coro, mientras el público se retira.
Dos voces en contrapunto, mientras el público se retira o ya se fue.