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Juan Desiderio:
"Soy capaz de flayear con un charco
lleno de cáscaras de mandarina"


Reportaje por Washington Cucurto


Hablar con Juan Desiderio de temas tan disímiles y a su vez tan cercanos como pueden ser la música, la literatura, la religión, la muerte o el amor es como él mismo dice: "todo un flash". Nosotros también flayeamos con su compañía llena de ocurrencias y salidas chispeantes. Si a este despepite agregamos que el reportaje se hizo en un colectivo de la línea 92, en el trayecto que va de Almagro a Villa Luro, más precisamente desde su trabajo a su casa. Hará de este caldo de cultivo una conversación de colección. Para todos aquellos que no lo conocen cabe agregar que Juan Carlos Desiderio nació en el barrio de Caballito, en l962. Publicó los libros de poesía Barrio trucho y La zanjita, ambos bajo el sello editorial de La Trompa de Falopo. Y en l998, Angeles parricidas, en Ediciones del Diego. También da para decir que Juancito Desiderio es un mito viviente dentro de la poesía argentina y para colmo de males, es el hincha mas fervoroso de Ferrocarril Oeste y el fan número uno de aquel glorioso número diez que supo brillar en un Ferro de estrellas, sí: el paraguayo Adolfino Cañete. Lectores de este atolondramiento, agárrense la cabeza, pues van a ingresar al fascinante mundo desideriano. (W. C.)



La zanjita

Con la zanjita lo que quise hacer es inventar mitos urbanos. Ves gente y la trasladás a una situación y de ahí sale el mito, ¿no? Una vez me dije: loco, yo voy a escribir como hablo, ¿por qué tengo que utilizar otro lenguaje? Y en la zanjita mezclé, un experimento voy a ver como hablo yo.



Yo ya no me acordaba como surgió La zanjita y me lo hizo ver Ana, Anita, me lo volvió a recordar, yo ya me había olvidado, se me ocurrió viendo unas cáscaras de mandarina que estaban en el agua, flayié, pasé con un bondi y flayié con la imagen de un charco lleno de cáscaras de mandarina o de naranjas, no sé, entonces llegué y le dije a Ani que había flayeado con la imagen y algo me conectó con ese lugar, y ahí se me empezó a ocurrir que eso era una zanja y me acordé de una había que visto en Saenz Peña. Yo tenía una tía que vivía ahí, iba de chiquito y había una zanja y yo flayeaba con ese barrio. Había árboles de moras y yo de chiquito agarraba las moras. Yo ya no me acordaba como surgió La zanjita y me lo hizo ver Ana, Anita, me lo volvió a recordar, yo ya me había olvidado, se me ocurrió viendo unas cáscaras de mandarina que estaban en el agua, flayié, pasé con un bondi y flayié con la imagen de un charco lleno de cáscaras de mandarina o de naranjas, no sé, entonces llegué y le dije a Ani que había flayeado con la imagen y algo me conectó con ese lugar, y ahí se me empezó a ocurrir que eso era una zanja y me acordé de una había que visto en Saenz Peña. Yo tenía una tía que vivía ahí, iba de chiquito y había una zanja y yo flayeaba con ese barrio. Había árboles de moras y yo de chiquito agarraba las moras.



A los personajes algunos ya los tenía y a otros los fui sacando, por ejemplo el pelahueso ya estaba, era Giannuzzi; porque una vez me acuerdo que estaba con el viejo y me contaba de los huesos. Eso por un lado, y otra vez me acuerdo que fui al cementerio que se había muerto mi abuela y vi a un chabón que estaba pelando un hueso. Era un domingo de lluvia, todo un flash, con bruma. Yo iba en el auto y me bajo a preguntarle por un sector del cementerio donde iban a enterrar a mi abuela y veo que el tipo me mira y era igual a Giannuzzi, un viejo pelado y estaba pelando un fémur, algo muy loco, entonces me acordé inmediatamente de Giannuzzi y le puse Joaquín el pelahueso. Ese personaje aparece en Barrio trucho y después en la zanjita, pero ya sin el Joaquín. Los otros personajes fue más que nada la observación; eso de los heavis por ejemplo, los ves en la calle, en los recitales, pibes medio heavis tomando un tetra, eso lo ves. Yo voy incorporando cosas, tengo el radar puesto.



Después de Barrio trucho tuve una crisis creativa, el libro había gustado mucho y generé una situación muy loca con la gente. De la crisis me desaté dos años después, en l992, con La zanjita... También hay cosas de la vida que te van condicionando, tuve una etapa interna diferente, y saqué cosas que no sacaba, me colgaba más directamente en lo místico. Místico en cuanto a lo oculto, quiero decir. Yo en La zanjita vi cosas, me hice primero una ubicación de lugar, en la zanja, en el barrio, primero la parte física, después fue como hacer una película, me conecté y empecé a colgarme y ya me iba a la zanjita. Me iba a ese barrio y entraba a ver cosas, curas, y todo lo demás y me vinieron sensaciones ocultas, de algo más metafísico tal vez y metí personajes: La Rosita, el que viene de la guerra. Ahí, en ese personaje se me ocurrió uno de la guerra de las Malvinas, un viejo que ya era viejo, de una guerra que fue cercana. Me empezaron a venir imágenes. Yo las anoto y quedan así, me gusta transmitirlas como yo las veo, si las imágenes vienen rápido las transmito tal cual son. En Angeles parricidas, hay una parte que era de Tos y la publiqué en Ediciones del Diego. No tengo continuidad, hace 20 años que escribo pero el problema es ese, no hay continuidad para la escritura, no en el momento que vos escribís, a lo mejor estás toda una semana, en un estado poético, colgado en algo y después lo escribís en la hoja, de alguna manera estás toda una semana en ese estado poético. Es más denso que los anteriores. Era una época en que estaba en pleno amor con la muerte.



Barrio trucho

Lo hice con Lili, mi ex compañera, y lo escribí de una manera muy loca. Lo escribía generalmente los fines de semana, los sábados, con música de Pink Floyd. Me tomaba una botella de vino con Lili; ella se ponía a pintar y yo a escribir. Llegó un punto en que la chabona pintaba y yo escribía lo que ella pintaba. Y después yo le leía y ella pintaba lo que yo escribía. Fue una linda experiencia, de ahí salió Barrio Trucho. Después vino toda la historia de la edición que fue un garrón. Mangieri me dijo yo te lo edito y pasaron años y el chabón no me lo editó y yo como un boludo. Siempre que lo veía: -¿Y, me lo vas a editar? -Sí, quedáte tranquilo, me decía. Y se colgó, es más, una vez le dije te doy la plata, no, no, yo te lo voy a editar... y nunca, no me lo editó más... así que ya fue, se lo saqué.



El almacén

El almacén. Un día me colgué recordando un almacén muy viejo, alucinante, viste esas casas viejas. Yo iba cuando era chiquito a jugar con un amigo, tenía un amigo que era el hijo del almacenero. A partir de ahí se me ocurrieron imágenes. Los personajes Humberto, Gustavo, son reales, así como toda la familia de mi amigo que era muy particular. Y bueno, me colgué y a partir de esa imagen se me fueron ocurriendo sensaciones, historias... Yo también laburo mucho con eso, con un lugar. Capto lugares, escenarios y a partir de ahí me pasan cosas dentro de ese mismo escenario. ¿Mis influencias? Dylan Thomas y León Felipe y después Allen Ginsberg. De lo nacional Fábulas de Gelman, pero eso sólo; porque lo otro no me gusta. Después el rock, Spinetta, Charly Garcia...



La Trompa de Falopo

Nació la idea de hacer una revista literaria cuando empecé a meterme en la Facultad de Filosofia. Un día fui a una biblioteca de La Boca y ahí había mucha gente, y entonces salió la idea de hacer una revista que después se llamó Huevo y Medio. Yo lo encontré a Fabián (Casas) y se enganchó, más tarde conozco a José Villa y a Daniel Durand y a otras personas que estaban en una hoja de poesía, La Mineta. Estaba buena la Huevo y Medio y tiene una joyita que es un reportaje al Indio Solari, creo que el primero. Recién empezaban a ser conocidos. Está muy bueno ese reportaje. Después apareció La Trompa, por experiencia es alucinante, la otra vez me encontré con Circo (Ricardo Cerqueiro) y con Marito (Mario Varela); nos mirábamos y decíamos: vamos a armar una Trompa.



La Trompa fue una experiencia muy copada, muy colectiva. Era una revistita que regalábamos en la calle. El director era Leandro Gado que no se sabe si existe o no. La revista la armaba toda la gente, había dos o tres que coordinaban y armaban la revista, podían ser veinte o dos, o uno. Si vos aparecías en el quinto número por primera vez tenías el mismo derecho que cualquiera a decir si esto era bueno o no. Para armarla era un risa, reducíamos escritos a máquina y hacíamos fotoduplicación, la armábamos en un día, nos tomábamos una ginebra e improvisábamos, era como una zapada, mitad armada y mitad improvisada. El lema de La Trompa era "jamás estará en tu kiosco". Llegamos a hacer 500 ejemplares. Era una revista fantasma, nadie la tenía, pero todos la habían escuchado alguna vez. Nos identificaban mucho con la 18 Whiskys, hasta nos dijeron que éramos sectarios. Pero nada que ver.



El Más Allá

Siempre me dicen que pongo demasiado a Dios en mis poemas y yo hace veinte años que sigo un camino religioso. O sea religioso en religarme, no en religión-institución, las que todos conocemos, hay una religazón, una religación, yo me voy a religar con mi padre, con eso que hay...



Yo ahora mismo estoy haciendo un camino espiritual de mutación y es muy loco porque fue a través de la poesía. Cuando terminé La zanjita quería hacer algo diferente, no la misma receta, necesitaba mostrar otra cosa. Me detona la imagen. Pero siempre que encaro una obra trato de hacerlo diferente. Barrio trucho por ejemplo, era un libro que le gustó a mucha gente y uno se tienta, dice "bueno voy a hacer algo parecido". Yo pude superar eso. Trato de hacer cosas diferentes, no cambio el lenguaje, pero es diferente. Hay cambios entre Barrio trucho y La zanjita. Y a medida que voy cambiando internamente voy cambiando de literatura. Es la visión que tengo de las cosas la que cambia. Una persona puede tener una misma cáscara. Pero uno va cambiando interiormente.



Es algo así como metafísico. Cuando escribo me mando a otro mundo; son dos planos en los que vivo, el plano cotidiano este en que estoy hablando con vos, que puedo escuchar música, leer un libro, ir a laburar, y está el plano en que hago música, escribo, me voy a ese plano, estoy horas colgado, es como un viaje y me empiezan a aparecer imágenes y esas imágenes que yo saco para los poemas, esas historias que voy tejiendo se me aparecen en ese plano. Es como un plano de sueños pero en realidad no lo es. Son sensaciones que las traslado en imágenes, a partir de ahí voy escribiendo en forma automática.



Yo estuve enamorado mucho tiempo de la muerte, hablo de enamorado porque era una cosa que me atraía mucho, siempre me atrajo, más a partir de la muerte de mi mamá a los 17 años, a partir de ahí empecé a buscar el por qué de la muerte. Y bueno, empecé a estudiarla de distintas formas, hasta estudié tanatología que es la ciencia que estudia la parte de la muerte biológica, también estudia rituales, pero bueno... Yo no tomo a la muerte como algo trágico, sino como algo movilizador, es decir: la muerte genera. Cuando algo muere es porque algo cambia. La muerte es un generador, yo lo tomo como un envión, cuando algo muere es porque va a nacer de otra manera, va a cambiar, va a mutar en otra cosa, todo se transforma, nada se pierde, esa sería la idea, ¿no?



Creo en la reencarnación y estoy empezando a entender un montón de cosas, es una búsqueda de hace muchos años y ahora la estoy redondeando, encontré una enseñanza, encontré gente, encontré lecturas y sobre todo sensaciones, que están haciendo que tenga un camino más concreto y recién lo estoy empezando a caminar; una de las bases en las que creo es en la reencarnación. Uno a veces está enamorado de lo que teme, le atrae lo que le produce miedo. Ese miedo hacía que me acercara, me ayudaba mucho, me hizo generar un montón de cosas, ahora no le tengo miedo y me cuesta generar cosas. Yo no la tomo a la muerte como algo sombrío y frío. Es como un dínamo, algo que dinamiza, por ejemplo, vos tenés esta botella de Sprite, esta botella se cae, se rompe y murió como botella, pero los vidrios quedan, que serían el cuerpo muerto porque ya no es una botella, esos vidrios vos los podés juntar, transformarlos y hacer otra botella o hacer otra cosa... La materia sigue siendo la misma salvo que se transforma, es una cuestión física. La parte que sería el alma, que sería más metafísica, creo que se transmigra, creo que hay una reencarnación. Hay que cumplir una purificación. Va llegando un punto en que uno se purifica hasta llegar a conectarse con una luz absoluta. Una vida no te alcanza para purificarte, vos te ensuciás un grado, entonces eso va a ser que vos vuelvas a tomar estado físico como para volver a purificarte.



El Más Acá

Conocí a un viejo que vive abajo de la autopista, tiene toda la casa abajo de la autopista, vos pasás por la calle y en la vereda tiene sillones, tiene una mesa con un florero, es así una risa, es muy alucinante verlo, es recopado el viejo. La otra vez fue reloco la primera vez que hablé con él nos saludamos y la segunda me dice "hola ché, vos escribís", así de una, se ve que me vio con unos libros. "Uy traéme que a mí me gustaría leer". Así que ahora le voy a llevar cosas a ver qué le parecen. Es muy rico, porque el tipo tiene otra visión. La otra vez terminamos hablando de ponchos bolivianos, el tipo es una persona que genera imágenes, esas personas que a lo mejor viven en otro ángulo, tiene una manera distinta, entonces eso te enriquece, porque la vision que tiene esa persona ve otras cosas que uno no ve o ve de forma diferente... eso es muy rico. Yo a veces me siento como una especie de vampiro, absorbo imágenes, chupo eso, las atrapo y las llevo al plano que te había contado.



Hippie Rabioso

Hippie Rabioso nace en el '94. Nos conocíamos de otra banda que era Aguante de Cancha. Nos separamos, yo me fui a Costa Rica y cuando volví la armamos con Kudo y Carkajón que tocaban ahí. Después conseguimos a Alfredo y a la Araña que tocaban en otra banda. Somos todos amigos, lo que tiene de bueno es eso, ¿viste?, que está todo bien, no es una banda que prueba un músico y después ese músico se va o se lo contrata. Somos todos amigos. Dejamos de tocar pero eso no se quiebra. Extraño mucho tocar con los chabones. Yo me fui en realidad, ellos siguieron tocando y después se disolvieron. Me fui por una cuestión estética. Era una música muy fuerte tirando a hard rock, y a partir de todo el laburo interno que empiezo a hacer, eso ya me lastima, asimilar una frecuencia sonora muy fuerte y no la aguanto, por eso me fui.



Tango, barrio, rock

El rock. Dentro del rock hay muchas variantes, el rock sinfónico, yo me crié escuchando eso. No coordino mucho con el tango ni con el folklore. Yo me crié en un barrio y viví un montón de cosas que se pueden emparentar con el tango. Pero Buenos Aires también es una luz de neón con 40 millones de computadoras hablándote. Yo me manejo mucho con una escritura automática. Hacer una escritura automática es una tendencia a experimentar. Es poner las cosas en otro lado, loco. Todo lo que escribo lo escribo desde otro plano. Esta botella yo la subo a otro lugar y esta botella se me aparece flotando vestida de muñeca o ensangrentada, pero aparece. Escribo lo que veo, lo que me parece, lo que se me ocurre. Tal vez va a parecer una fantasía pero no es una fantasía construida desde lo racional, es algo subconsciente, por eso digo que es perecido al surrealismo, el automatismo era precisamente eso, ir bajando información del subconsciente sin razonarla. Bajo imágenes armadas, eso me diferenciaría del surrealismo. En cuanto a lecturas no leo mucho, soy medio burro. Pero tengo que reconocer que hay poetas que me marcaron, Ginsberg, Thomas, Enrique Lihn, el chileno muy copado, Giannuzzi crea un ambiente que a mí me engancha. ¿Realismo mágico? En realidad no sé qué es eso. Pero yo tengo una urbe más actual, nada de tango, yo tengo una serie de cosas modernas, un edificio ultramoderno también es Buenos Aires. Cuando uno llega se identifica a Buenos Aires con La Boca, el tango y esa melancolía, pero Buenos Aires también es una banda de cosas modernas o los megaeventos. Eso también es Buenos Aires, es una mezcla muy loca. Pero sólo se le saca la cosa del tango, de lo melancólico y viejo. Ahora, cuando la imagen es pura, es visual, se gasta, siempre es la misma imagen... Si la deformás, la ves de otra forma, ahí es cuando tiene su riqueza, ahí es cuando podés empezar a jugar con esa imagen. Si no siempre lo mismo, le cantamos al mismo farol.



La creación

Todo acto creativo cuando tenés una experiencia interna y la bajás es un flash. Hay gente que hace arte para la gente o pensando en la gente, o hay gente sobre todo en la música que hace estudios de marketing para ver qué es lo que escucha por cuestiones comerciales y de ahí hacen música, personalmente no lo considero arte, quizá lo sea pero no lo considero con una esencia más creativa. No se puede encarar el arte en el qué dirán, la gente no tiene una dinámica transformadora, la gente siempre está pensando lo mismo, si viviéramos en un mundo donde todos pensáramos distinto y generamos cosas, entonces no existiría el qué dirán, porque todos estarían haciendo algo distinto. Todos, y uno mismo laburaría de otra manera, ¿no?



El fútbol y la música

Me crié en la calle desde los cinco o seis años, yo vivía en un pasaje lleno de pibes. Llegué a jugar en la novena de Ferro, jugaba de cuatro, de ocho y después de siete, siempre por la punta derecha cuando empecé a jugar de una forma más continua y copada fue cuando hicimos un equipito en el barrio, se llamaba Clásicos, y fue uno de los primeros equipos que tuvieron esponsors, te estoy hablando del año '77 o '78, era una fábrica de fideos que se llamaba Clásicos. Estaba en la esquina de casa, un día le fuimos a decir y los tipos compraban las camisetas, los pantaloncitos, las medias, todo. Y nosotros le poníamos un escudito que decía Fideos Clásicos, y hacíamos desafíos con otros equipos del barrio. Mi tío me hizo hincha de Ferro, el tío Ernesto, un tipo ferroviario, vivía enfrente de la vía, cuando era chico flayeaba, yo iba a la casa de mi tío y después íbamos a la cancha. Ponéle a los 12, 13 años. También por esa época empecé con la música. Yo tocaba en banditas de barrio, me acuerdo cuando tenía las primeras bandas, tenía una banda que ensayábamos, con unos chicos del barrio y con Walter (Cidotti) el batero de Los Redondos, íbamos a la casa a ensayar y jugábamos a la pelota antes, nos matábamos en la calle y después a tocar. Cuando empecé la parte musical sólo tocaba, lo mío era algo más tranquilo, tenía cosas de rock pero era básicamente más canción. La primera vez que toqué fue un bardo, fue en una Unidad Básica en la esquina de mi casa y fuimos a tocar con Cacho, se inauguraba la Unidad Básica y preparamos la banda, con unos rocanroles, de todo un poco, tocamos re-nerviosos y la gente empezó a coparse, todos con un pedo terrible y de pronto cuando tocamos "La Bamba" los negros empezaron a saltar, empezaron a volar mesas... Fue la inauguración y la destrucción del lugar.



Lecturas

Me acuerdo de una vez que fui a leer a un lugar re-careta, me habían invitado y yo llevé el poema Argentina para leer y había gente re-careta hablando de política y yo me entré a rayar contra la gente, me agarró algo como catarsis, viste. Me rayé mal, no sé qué me pasó, se ve que estaba sensibilizado y me entré a sacar, me paré, empecé a leer Argentina y empecé a gritárselo a los chabones, la gente quedó re-flayada y me empezaron a aplaudir. Fue una reacción muy loca, en forma violenta. Encima con Argentina, un poema más social y en ese momento trulé con alguna cosa así, más social. Otra que flayié fue en Chile y me tocó leer en la Universidad Católica. Estaba lleno de gente y había monjas. Me puse a leer Barrio trucho y habíamos llevado una pilita para vender y hay un poema que habla sobre unas monjas, ese de Jesús, no sé si te acordás, Cucurto, y las monjas flayearon y me compraron todos los libros y encima ese poema no habla muy bien de la religión, tuve una comunión con gente religiosa que hablaba de Jesucristo con una visión diferente. O sea yo rescato eso, me pareció muy loco.



Dos lindos recuerdos

Una imagen hermosa, estaba esperando un bondi y de golpe me asomo y había una lluvia linda, ¿viste esas lluvias lindas? que hasta ves las gotitas sin viento, que caen así, vertical, perfecto. Y había una negra impresionante con un vestido blanco y unas flores en las manos, era un flash, loco, esa imagen era un flash, toda mojada y con el color de las flores que se distorsionaba entre las gotas. Hay un montón de imágenes. Yo soy un coleccionista de imágenes. La imagen es el combustible, la materia prima de lo que escribo, hasta lo que hago con música es la imagen... Me acuerdo una noche que estaba en la casa de mi tío y había un primo que tocaba bárbaro el bandoneón. Caía la tarde y yo me fui a dormir temprano, era verano, viste que oscurece tipo nueve y era más o menos esa hora. Mi primo se sentó en mi cama y me empezó a tocar el bandoneón, era una casa como esta, muy antigua, tipo casa chorizo, y la sensación de ver qué sé yo, por la ventana el patio con parras, con flores, estaba cayendo la tarde y el chabón tocando el bandoneón, y yo durmiendo así colgado, esa sensación fue increíble... En mi familia se murieron todos. No quedó nadie. Tenía un tío relojero y el chabón recoglado con los relojes, todo un cirujano... Todas esas cosas, esas impresiones infantiles se ven en Barrio trucho, en La zanjita.


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