Tomad unos veinticinco montones de carbonilla diseminados aquí y allá en un
descampado, luego imaginaos que algunos de ellos se han agrandado hasta alcanzar el
tamaño de una montaña, después imaginad que el descampado es el mar y todo ello os
dará una idea del aspecto general de las islas Encantadas. Un grupo de volcanes
extinguidos, antes que islas, que presenta el aspecto que podría ofrecer el mundo después
de haber sufrido el castigo de una conflagración.
Herman Melville, The Encantadas, Primera Nota. |
... viendo el mal en que caí por estos y otros semejantes versos, he considerado
que de las buenas y concertadas repúblicas se habían de desterrar los poetas, como
aconsejaba Platón; a lo menos los lascivos, porque escriben unas coplas, no como las del
marqués de Mantua, que entretienen y hacen llorar a los niños y a las mujeres, sino unas
agudezas que a modo de blandas espinas os atraviesan el alma, y como rayos os hieren en
ella, dejando sano el vestido.(...) Y así digo, señores míos, que los tales trovadores con
justo título los debían desterrar a las islas de los Lagartos.
Del parlamento de la Condesa Trifaldi en El Ingenioso
Hidalgo Don Quijote de la Mancha, Segunda Parte, Capítulo XXXVIII.
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PRIMERA PARTE: EL SUEÑO
Oh, narrador y sujeto de unas acciones mínimas, se despierta a medianoche en una pieza
de hotel. Estaba soñando con un viaje hecho quince años atrás a las Galápagos, un
archipiélago ubicado en el Pacífico a unos mil kilómetros de la costa del Ecuador;
archipiélago en el cual, según cuenta la historia de la ciencia, Darwin concibió su teoría
de la evolución de las especies.
Si ronda el tiburón, si caminamos
por una calle de árboles extraños,
si el viento nos cubre de pétalos rosados
—o fichas de ruleta— y un cascarudo
chilla en la pista más fuerte que el avión,
si a medianoche me despierta la imagen
de dos que vuelven del abismo con langostas
en sendas redes de malla muy cerrada,
si un ostrero o un pinzón se avienen
a ilustrar la evolución de las especies,
¿quiere decir entonces que retornan
las islas negras, vas de nuevo a señalar
en las grietas entre la lava el pasto
amarillo que asoma,
de veras va a nacer
la vida una vez más, volver sobre sus pasos
el mar que encandila, la mañana
de los monstruos serenos, iniciales?
El islote Chatham
Romo, nada notable, por decirlo
de una vez, nada menos atractivo:
una capa delgada de basalto
atravesada por enormes grietas,
cubierta en partes por arbustos negros
que achaparrados por el sol apenas
viven. La superficie, escamosa
de puro seca, agobiada por los...
No parece - parece - no parece
parece - no parece - puro seca
escam - asuperfí - ciecá - paboca.
Recojo plantas pero apenas si consigo
algunas, tan pequeñas, enfermizas
que diríase... que parece... no parece...
Aire sucio, pesado, sofocante,
como el que pudiera respirarse
en un horno de pan en York, en Essex.
Llegamos a pensar que los arbustos
—incluso la retama— huelen mal...
No parece... parece... no parece,
parece que pudiera respirarse
con círculos, con bocas imperfectas.
No dan sombra estos árboles, parecen
no tener hojas, tardo en darme cuenta
que las tienen, y flores. Noche en tierra,
cien conos de volcanes más bien bajos,
ciento sesenta, todos rematando
en bocas imperfectas, simples círculos
de escoria roja que algo, un cemento
también rojo, mantiene amalgamados...
No parece... parece... no parece,
parece, no parece, bocas rojas,
círculos, anos, bocas imperfectas.
No más de veinte, treinta pies, alzándose
por sobre la llanura de basalto
inflamaciones, bolas gigantescas,
sus paredes en parte desplomadas...
Aspecto sumamente artificial...
Como hornos de pan en Devonshire,
calderas de vapor en Sussex, Essex...
No parece... parece... no parece.
Dos tortugas me miran, una de ellas
se aleja muy despacio, la otra silba,
la que silba se mete en la carcaza...
Aves: escasas, de colores: foscos,
que parecen no ocuparse de mí.
Como si a los ángeles se pudiera
burlar, y a sus espadas encendidas,
y volver al Edén, y el Edén fuera
un infierno, me asalta una fatiga
horrible; y mi andar es arrastrarse
sobre esta superficie: un lagarto
también yo, pero mal, mal adaptado:
escama superficie capa boca
anos círculos bocas imperfectas.
Tres rectas que parten de un punto
determinan un prisma que intersectado por
un plano da un triángulo: ese triángulo, mirado
atentamente unos mi lenios, uno descubre
una noche que es la realidad
y la realidad no es posible que se piense a sí misma,
el triángulo no puede ser pensado de adentro,
tiene que ser pensado de afuera, y ese afuera
va... parece que va... no va, no parece que vaya
a a
Como esa puta que en un puente de París
le entregó a un conde ruso la tarjeta
de un professeur especialista en sífilis,
somos cada uno para el otro
cura y enfermedad, daño, alivio.
Bajo el cielo a veces negro, a veces rojo,
acortamos los pasos, porque pasos
más breves alargan la noche.
Te agarro del brazo en las esquinas,
necesito algo fijo en el tiempo
que al caminar tan despacio dilatamos:
árboles de flores iguales
dentro y fuera de casa, laberinto en el que,
si pudiéramos perdernos,
giraríamos para siempre, impidiendo
que la noche pase y pasando abra paso
a las noches que siguen:
extraviarse en el espacio y así cortar
en cualquier eslabón la cadena del tiempo;
no llegar al puerto, y en el cielo encapotado
no ver fuegos de San Telmo, no ver
un silencio eléctrico, raro, desprenderse
del tope de los mástiles.
Un triángulo no puede ser pensado de adentro
— un rayo hace falta, entre arbolitos
enredados y cactos donde anidan
las más incautas de las aves, los piqueros,
un rayo es necesario para
que un pensamiento, etc.,
y el barco que anclado
sobre las olas negras cabecea y rola
entienda que es un barco:
un triángulo no puede
ser pensado de adentro:
"adentro" es en el plano, y un bicho
igualmente extrachato que viviera
adentro del triángulo
su casa la vería
como una interrupción del horizonte:
de afuera es que el triángulo
como tal aparece, fue un rayo
el que vino a decir: "Ya es la hora,
es de noche, bajemos a pescar
bajo el mar, entre las piedras, langostas
derra
rasfor
maspálidas".
Si, están volviendo, vuelven,
es sutil el origen de estas islas,
que trae la noche y vienen con el sueño.
Algo que, digamos, hubiera quedado irresuelto en el pasado
aunque es inútil buscar, retrospectivamente,
cicatrices o indicios de angustia
en las calas cubiertas de resaca,
en el pueblo negro de iguanas
sobre la costa catatónica:
la búsqueda podría,
como un detective distraído, fabricar pistas falsas
o adulterar las verdaderas. El mismo velo espeso
que cubre lo-que-ha-de-ser cubre el pasado:
los dioses se ríen de la ansiedad excesiva
que los hombres tienen por conocer el futuro;
y peor aun que soportar su burla
es ver pasar a la ninfa Asterie, la única
a la que es dado volar hacia su infancia.
Allá va, atraviesa Sullivan Bay
y esas manchas oscuras son galápagos
apareados hace horas, los acuna
el tumultuoso mar.
Como el ombligo de los ángeles no prueba
que hayan nacido de mujer
la escamosa superficie de estas islas
no puede engañarme:
estas no son las hijas verdaderas
del volcán que ardió en el Pleistoceno,
son apenas figuras que el sueño
engendró torcidas
más por diversión, por capricho de artista
que por mejor imitar a su modelo;
les paso la mano por encima
y agarro aire, si es que agarro;
si es que muevo la mano, si pudiera
moverla, si tuviera
mano:
lo cual no es obvio, lo cual no es evidente.
El mundo es como un dado
que rueda.
y todo gira con él:
el hombre
se vuelve ángel, el ángel
hombre.
La cabeza pie, el pie
cabeza.
Así dan vueltas y vueltas
las cosas
y se transforman ésta
en aquella
y aquella en ésta, lo superior
en inferior
y lo inferior en superior;
cuentas
no saldadas del Precámbrico
devienen
penas de un amor concluso,
la ansiedad
de una noche en el Trópico
cifra
del tiempo irreversible;
en la raíz
todo es uno, y en las transformaciones
algo se
redime, en algo se repara
el error
divino de haber separado
de la tiniebla
la luz, haber hecho de la idea
cosa.
En el cambio nacen
dientes,
del cambio comen
ángeles,
caídos inclusive.
Son manchas, islas, manchas,
unas manchas en las que el sujeto,
ve lo que se le canta, revelando,
más que algo acerca de esas formas,
el retrato-robot de sus demonios.
Empapando en pintura no muy densa
un pincel e imprimiéndole después
un fuerte movimiento hacia la tela,
sin llegar a tocarla, deteniéndolo
de improviso, se logra que la inercia
proyecte hacia la tela gotas, manchas.
Sin embargo el cuento puede ser
muy distinto contado por las gotas:
el pincel se retira, el cuadro avanza,
las gotas permanecen suspendidas,
la tela las embiste, las revienta.
En cualquiera de los dos casos, raros;
en cualquiera de los dos casos, casos;
en todo caso estallan islas, manchas,
excepción a las reglas, mundos-islas,
laboratorios de fenómenos
sin espesor moral,
simplemente excepcionales,
y ni siquiera muy excepcionales
desde el punto de vista de las islas:
desde luego, ser es lo más raro,
pero el sujeto del tal ser, es difícil
que llegue a darse cuenta, más bien tiende
a parecerle rara la idea de no ser.
Fracaso al definir las islas
como excepción o como regla:
sólo una impresión, la impresión,
viendo el mar al frente, de que uno,
si girara vería otra vez
el mar, y las prolongaciones
de esa impresión en la conciencia,
en el cuerpo, en el modo en que el aire
corre;
esto, aun sin que uno se de vuelta,
o aunque, volviéndose, un obstáculo visual
o el simple tamaño de la isla
impidan ver el mar. La isla
se confunde con su mapa, viviendo en una isla
no es posible apartar de la cabeza
el mapa de la isla. Es cierto que todo
vive de una forma, plegado en una forma,
en una superficie; pero la isla es una forma
a la que una oscura razón, quizás la propia
limitación de su tamaño, le impone
conciencia de ser forma,
y esto es bien raro, esto sí
que es capricho, esto sí
que es pandemonio, estando dentro
de su cuerpo no hay ninguna razón
para que sepa que es un cuerpo.
Sólo cabe pensar que algo
o alguien se lo dice
y su mérito consistiría entonces
en escuchar, rendirse a la evidencia,
de que sí, bueno, es así.
En cierto modo la esponja supera
a la medusa: aunque la esponja
es en varios aspectos primitiva
y tiene por ejemplo una menor
división del trabajo celular,
ostenta sin embargo una ventaja,
expulsa por un lado lo que sobra
de lo que ha capturado por el otro,
idea que es extraña a la medusa.
Sin embargo, nosotros no venimos,
no provenimos, no venimos de
la esponja, la medusa, de la tierra
de Israel. No venimos, más bien huimos,
y en el ruido y el desorden de la fuga
nos perdimos, quedamos dando vueltas
en un prisma, un poliedro irregular;
si se divide en dos ese poliedro
se obtiene un triángulo, ese triángulo
vendría a ser la realidad, ella no puede
ser traspasada hacia arriba o abajo,
desde la propia, parece que no puede,
desde la propia realidad, parece.
No parece; la canción del Nuevo Mundo
parece que no iba a escribirla,
un profesor nacionalista, un vate
fascistoide, un prócer progresista,
ni siquiera el hombre que en la siesta
conversa bajo un carro con su hermano;
más allá de las sabias discusiones
que iban al respecto a sostener
en la tournée du siècle (la del otro),
algunas mentes tan privilegiadas
como enfebrecidas, la canción
del Nuevo Mundo ya estaba escrita,
y la había escrito un inglés.
Si se callan, les cuento: la canción
del Nuevo Mundo vendría a ser
el Viaje de un Naturalista
Alrededor del Globo
a Bordo
del H.M.S. Beagle.
Epílogo moral de la primera parte
Pongámoslo así:
Darwin, Eneas; Roma, el vértigo
de la evolución. Como en un sueño,
se agrandan picos, se achican alas,
cambian lugares el ano
con la boca, los brazos con ramas.
Terremotos recientes, la tierra
uno la ve nacer ahora mismo.
Veamos: al principio
un solo agujero abastece
todos los requerimientos del pólipo:
pero cuando los primeros gusanos
(flush, splush)
empiezan a reptar resulta lógico
que aparezca una segunda abertura:
por el polo anterior el alimento
es capturado,
por el posterior se elimina todo
lo que no resulta aprovechable.
Se llega a esta disposición de dos
maneras,
la primera chance es que la boca
siga siéndolo y aparezca un ano
en la otra extremidad del intestino
(bien, prolijo);
la otra es que la boca primitiva
se transforme en un ano y aparezca
en la otra punta del bicho en cuestión
una nueva boca.
Los cefalópodos y otros moluscos
adoptaron la primera estrategia,
peces, erizos, luego el ser humano,
la segunda.
Siendo la solución que eligieron
nuestros ancestros la más repugnante,
y en cierto sentido la más absurda,
cabe notar
que si bien no podríamos probar
que haya sido la más eficaz
al menos no parece que haya sido
peor que otras.
No parece, parece, no parece,
parece, no parece, bocas rojas,
círculos, anos, bocas imperfectas,
escoria roja.
No parece eficaz, pero funciona.
Esto sí que es bien raro, esto sí
es capricho, esto es pandemonio.
SEGUNDA PARTE: EN LAS ISLAS
TERCERA PARTE: TORTUGAS, LAGARTOS, IGUANAS
CUARTA PARTE: CÓMO LLEGAMOS A BAÑARNOS ENTRE LOS TIBURONES
QUINTA PARTE: LA TORMENTA
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