www.poesia.com

Juanele

Dos documentales
sobre Juan L. Ortiz


p o r   A l e j a n d r o   R u b i o


  • JUAN L., 1996. Realización: Tristán Bauer y Carolina Scaglione. Edición: Alejandro Brodersohn. Voz en off: Juan Carlos Gené. Duración: 18 minutos.

    El documental elige acercarse a la figura de Ortiz a través de una especie de autobiografía apócrifa: desde el off, Juan Carlos Gené simula ser un poeta litoraleño que cuenta su vida usando poemas escritos por él mismo y respuestas a reportajes concedidos a distintas personas a lo largo de varios años (esto lo podrán inferir sólo los ortizólogos, ya que Bauer/Scaglione no lo hacen constar en ninguna parte). Entonces, el simulacro de Ortiz nos informará de su nacimiento en una pequeña ciudad de provincia, su viaje adolescente a Buenos Aires, su retorno a la provincia, su casamiento, sus veintipico de años en el Registro Civil de Gualeguay, la publicación de su primer libro a instancias del amigo y poeta Carlos Mastronardi, a los que siguieron otros doce reunidos en 1970 en la edición de En el aura del sauce editada por la Editorial Biblioteca Constancio C. Vigil de Rosario, la jubilación, la mudanza a Paraná, su viaje a China; también, de algunas de sus opiniones -vagas, deshilachadas- sobre el paisaje y las gentes de la localidad, sobre Oriente y Occidente, sobre la poesía en general, más una leyenda al final que recuerda la quema realizada por la intervención del Proceso, en 1978, de más de mil ejemplares de En el aura… que se hallaban en los depósitos de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil; también -lo mejor- recitará unos pocos poemas.


    ...el que desconozca
    a Ortiz no se enterará
    por el video de que, por
    ejemplo, fué un militante
    comunista muy activo

    La imagen de Ortiz que se desprende de este discurso es, a grandes rasgos, la que tantos apóstoles del Cristo de Gualeguay trabajosamente construyeron: la del buen salvaje en su faceta de lírico natural, que naturalmente canta a la Naturaleza que lo vio nacer por parto natural, sin mediación alguna de lecturas literarias o de las otras, de amigos o enemigos escritores, del contexto cultural y político o siquiera de la mera y personal capacidad de raciocinio. Si, como parece, uno de los objetivos de este documental es básicamente didáctico (presentar una figura conocida por pocos a un público de una manera lo más integra posible) hay que decir que no lo cumple; el que desconozca a Ortiz no se enterará por el video de que, por ejemplo, fue un militante comunista muy activo (estuvo varias veces en la cárcel y siempre mantuvo vínculos con sindicalistas y políticos de izquierda de Santa Fe y Entre Ríos), ni de su discreta polémica con la línea cultural de la dirección del Partido, ni de su labor de traducción, ni de su amistad con artistas más jóvenes de la que en gran parte dependió la difusión de su obra, ni de su profunda afinidad con el simbolismo francés más riguroso; de nada, en realidad, que exceda la estampita chirle que se describió algunas líneas arriba.
    Se puede afirmar que tal estrechez no sería tan grave si, al menos, la película mostrara un lenguaje cinematográfico tan interesante o pulido que la despegara de su objeto e hiciera su visión, de todos modos, más o menos placentera; más bien, yo diría que Juan L. es un documental, además de erróneo, sumamente aburrido. Padece del síndrome de La aventura del hombre, esa compulsión a la redundancia que lleva a ilustrar palabras con imágenes: si la voz en off habla del río, vemos la orilla del Paraná; si menta el Registro Civil de Gualeguay, vemos la fachada del Registro Civil de Gualeguay; si se refiere a sus días de escuela primaria, vemos niños en guardapolvo blanco, pupitres, un pizarrón negro, muchas tizas, una maestra; etcétera, etcétera. No contentos con esto, Bauer/Scaglione incurren en un par de oportunidades en la pretensión del símbolo: tres planos de un bote vacío, ya en la orilla, ya en medio de la corriente (el artefacto que humaniza el paisaje, o tal vez la pequeñez del hombre ante la vastedad de la naturaleza; digo yo, bah); el segmento dedicado al viaje a Buenos Aires incluye fotogramas de un corso de principios de siglo (éste es más fácil: la alegría efervescente del joven provinciano en la Gran Ciudad). Todos los paisajes, además, muy bellamente fotografiados, según dicta la estética de las publicidades turísticas. No es raro que resulte más atractivo, por contraste, los fragmentos en blanco y negro que muestran a Ortiz fumando en pipa o mateando en su patio… realizados por dos equipos de estudiantes de cine del Litoral, hace añares. Al menos, dejan espacio para que el espectador imagine algo, lo que sea, por su propia cuenta, antes de que las postales acuáticas y la voz de Gené vuelvan a interferir en su campo audiovisual.
    Juan L. contó con los auspicios de la Fundación Banco Mercantil Argentino.


  • HOMENAJE A JUAN L., 1994. Guón y dirección: Marilyn Contardi. Fotografía y cámara: Carlos Essman. Sonido: Telmo Spies. Producción: Raúl Beceyro. Realización del Taller de Cine de la Universidad del Litoral. Duración:18 minutos.

    Una voz (esta vez sí, la del mismo Juan Laurentino Ortiz) lee un poema con la pantalla todavía en negro, que deja paso a la foto de un Ortiz sonriente; se calla la voz y el siguiente plano muestra,
    en blanco y negro, el interior de una imprenta: batifondo de máquinas, resmas de papel, obreros grá ficos en plena producción.


    el siguiente plano muestra,
    en blanco y negro, el interior
    de una imprenta: batifondo de
    máquinas, resmas de papel,
    obreros grá ficos en
    plena producción.

    Estos (una voz, una cara, un trabajo), expuestos en el primer minuto de este documental, son los tres núcleos a partir de los cuales Contardi despliega una idea acerca de quién fue Juanele diametralmente opuesta a la momificación que muchos insisten en infligirle. Para esto se apoya en un conocimiento minucioso de su poesía y en una concepción del género documental que me gustaría llamar respetuosa, que consiste en acercarse a su objeto (una figura, un paisaje, una calle, un libro) despaciosamente y sin pretender saberlo todo de entrada.

    La cara , o la figura, está extraída de una película producida en 1971 por la Biblioteca Constancio C. Vigil; ahí vemos a Ortiz caminando por la orilla de un río, ordenando sus papeles, exponiendo larga y pausadamente acerca de cómo concebía lo "social" dentro de su obra. La impresión de presencia que este material transmite es el primer punto en que Homenaje… supera al video de Bauer/Scaglione. Su voz, las grabaciones de sus poemas hechas por él mismo, están tratadas de dos maneras: una bastante convencional, la del inicio; la otra es un hallazgo: dos chicos de ocho o nueve años leen sucesivamente dos partes distintas de un mismo texto, con vacilaciones, trabucándose, como si no entendieran del todo lo que dicen, y a continuación la voz suave y un poco aguda que ya conocemos lo remata. Digo que es un hallazgo porque pone en escena con mínimo énfasis una de las tesis fuertes de Ortiz, difícil de verificar en los hechos pero consustancial a su tarea: que la poesía debe ser tomada por todos para alcanzar su consumación.

    Pero lo central es aquí el trabajo; por eso el testimonio del director de la primera edición de En el aura del sauce, Rubén Naranjo, ocupa más tiempo que el de los relativamente más famosos poetas y escritores Juan J. Saer y Hugo Gola, ya que él es el que estuvo más en contacto con la materia del libro; después de todo, hacia eso confluyen las anécdotas y las consideraciones críticas que emiten los otros dos. Esa preocupación por lo concreto lleva a Contardi a tratar mucho más extensamente que Bauer/Scaglione el tema de la destrucción de los ejemplares de En el aura…:las palabras de Naranjo y, sobre todo, los planos del incinerador (donde aparentemente fueron quemados, además de los libros de Ortiz, otros 17.000 volúmenes editados por la Constancio C. Vigil) impactan al espectador con una fuerza que la escueta leyenda final de Juan L. no posee.




    POESIA.COM