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Juanele

La obra de Juan L. Ortiz


p o r   S e r g i o   D e l g a d o


Juan L. Ortiz escribió a lo largo de toda su vida un único libro: En el aura del sauce. Tal evidencia formal y temporal de una obra y de una vida adquirió sin embargo, para el medio cultural donde le tocó manifestarse, una increíble invisibilidad.

Con esta invisibilidad colaboraron la ausencia misma del texto: agotado, destruido, nunca reeditado, salvo en unas pocas antologías que, lejos de entregarnos ese "ramillete" que nos promete la etimología, en este caso nos dejan más bien la sensación de una poda (un texto como En el aura del sauce sufre una antología de la misma manera silenciosa que un árbol sufre una poda), y cierto mito Juanele constituido alrededor de la figura del poeta, cuya sola presencia, sus rasgos, sus modos, sus gatos, sus boquillas, sus mates de guampa, sus largas y morosas conversaciones, hacían parecer innecesaria la poesía misma.(...)

En esta edición de la Obra Completa de Ortiz que aquí presentamos se incluye, entonces, como texto central, En el aura del sauce, acompañado a su vez por distintos conjuntos de textos inéditos o no incluidos nunca en libro. (...)

Ortiz escribió, en toda su vida, un libro único. Lo escribió con cada una de las palabras, con cada uno de los versos, con cada uno de los poemas y con cada uno de los libros que dispuso, uno tras otro, a lo largo del tiempo, y que iban a dar a ese cauce mayor que los recibía y al que en su discurrir, a su vez, iban ayudando a formar. Pero lo escribió también con cada uno de los poemas, de las prosas, de las traducciones, que fue dejando de lado, conformando un margen velado de este cauce central.

Cauce, margen, discurrir, son diferentes imágenes que pueden reunirse en esa gran imagen de la poesía como un río, que el mismo Ortiz acarició a veces como metáfora de su misma obra (...)

Con cada uno de sus poemas, con cada uno de sus libros, los que reconocemos con cierta autonomía y los que se confunden en el Libro mayor, y con cada uno de los textos dejados al margen, Juan L. Ortiz fue componiendo, o buscando, este libro único hasta que adquirió una forma provisoria y al mismo tiempo definitiva al final de su vida, al cabo de sesenta años de labor constante, cuando en 1970 la editorial de la Biblioteca Constancio C. Vigil de la ciudad de Rosario edita En el aura del sauce dentro de su colección "Homenajes".

Los papeles de Ortiz

Luego de la edición en tres tomos de En el aura del sauce, Ortiz se puso a trabajar en la preparación de un "Cuarto Tomo". Este proyecto, que se interrumpe parcialmente en 1977 cuando la Biblioteca Vigil es intervenida y cerrada por la dictadura militar y definitivamente en 1978 con la muerte de Ortiz, sin embargo subsistió como promesa y como pérdida. Las oscuras aguas de esos años, las más oscuras y profundas en la historia del país, en las que tantos desaparecían, se llevaban también al poeta y su obra. Al mito Juanele se le sumaba ahora este mito del Cuarto Tomo, o para decirlo mejor, el mito del cierre y la continuación de la obra.

Podemos pensar que el mito es simplemente, como lo sugiere Mastronardi, la forma de nuestra ignorancia o nuestra pereza, pero también podemos pensar, con Barthes, que el mito es sólo una "forma" Roland Barthes, "El mito, hoy", en Mitologías, México, Siglo XXI, 1983. . La forma de Ortiz de ser poeta en el lugar donde le tocó serlo, la forma única e incesante que fue adquiriendo su obra poética en lento y progresivo crecimiento.

Ambos mitos, ambas formas, sobrevivieron al poeta con una vitalidad compartida: la vida que lo abandonaba latía cada vez con más fuerza en ese "tomo" que continuaría su obra. La búsqueda del cuarto tomo, entonces, fue durante muchos años, y quizás siga siéndolo, un impulso y una obligación hacia la obra, pero también una manera de vida del poeta. Porque el mito, como tal, nacía el día mismo de la muerte de Ortiz. (...)

Cuando Ortiz muere, ninguno de sus amigos estaba a su lado. Ninguno de aquellos amigos, como Carlos Mastronardi, Alfredo Veiravé, Hugo Gola, a quienes hubiera podido confiar sus "papeles escritos". Las personas que entonces lo acompañaban testimonian este celo, confesado por Gerarda, del poeta hacia estos papeles, a los que pocos tenían acceso, y de la desesperación ante el alejamiento de aquellos que debían ser sus depositarios.

Al día siguiente de la muerte del poeta, comenzó la búsqueda del Cuarto Tomo. Y esta búsqueda, hay que reconocerlo, fue el impulso de la primera parte de mi trabajo, que se inicia en 1991 con la construcción del archivo Ortiz Lo que de ahora en más llamaré archivo Ortiz, ha transitado por distintas ciudades y manos. Al año siguiente de la muerte de Ortiz, en 1979, Gerarda Irazusta, su mujer, se mudó de Paraná a Gualeguay. En esos años, fines de los `70 y principios de los `80, Alfredo Veiravé, que gozaba de la confianza de Gerarda, se llevó, en sucesivos viajes, a Resistencia, Chaco, la ciudad donde vivía, distintas carpetas que revisó rápidamente, sin clasificarlas. Veiravé estaba preparando entonces un libro sobre la obra poética de Ortiz, que publicaría en 1984 (Juan L. Ortiz. La experiencia poética), en cuyo prólogo dirá: "Si bien quedó suspendida con su muerte en 1978 la promesa de otro tomo, la aspiración de una obra completa se cumplió, para su modestia, en vida del propio poeta". Cuando Hugo Gola regresa al país, en 1985, Veiravé le entrega estos papeles sin clasificar (son papeles de una mudanza, reunidos de una manera apresurada y sin cuidado alguno). Comencé el trabajo en 1991 (lamentablemente, el año en que moría Alfredo Veiravé) a partir de estas carpetas, que me fueran entregadas por Gola. El archivo Ortiz está compuesto entonces, básicamente, por estos papeles entregados por Veiravé a Gola, a los que sumamos algunos pocos que habían quedado en el propio archivo de Veiravé y las cosas que habían quedado, luego de la muerte de Gerarda, en poder de su hijo Evar, que ahora vive en la casa paterna, frente al parque Urquiza de Paraná. .

Buscando el cuarto tomo, entrevistando a amigos y familiares del poeta, clasificando sus papeles, fui dando con otros materiales, que no buscaba, y que tampoco Veiravé y Gola habían buscado, como el Cuaderno Borrador (que permite reconstruir este libro hipotético que llamamos Protosauce); como el poema "Elegía", entre otros incluidos en Poesía inédita; y como algunos primeros textos de las Prosas, a los que se fueron sumando, luego, otros rescatados de archivos de diarios y revistas.

Más allá de las anécdotas de su constitución, estos tres tipos de materiales: el Protosauce, las Prosas y la Poesía inédita, que ahora se integran a esta edición, textos, como dijimos, marginales a En el aura del sauce, con una autonomía y un valor relativos respecto a este texto central, aportan en tanto dejados de lado, en tanto margen, numerosos elementos para entender la centralidad del texto que los desplaza.

Un ejemplo muy particular de esto lo constituyen las Prosas (que organizamos, de manera arbitraria pero posible, en tres libros: Los amiguitos, Comentarios y Envíos), manuscritos y publicaciones dispersas que si bien Ortiz tuvo en algún momento el proyecto de reunir en uno o varios libros, permanecieron a un lado, desperdigados, sin poder concretar nunca una determinada unidad.

Textos diversos que, como dice María Teresa Gramuglio en su introducción ("Las Prosas del Poeta"), "conservan cierto aire como de espacio de reflexión, o de banco de pruebas, para algo cuya realización más plena se persigue en la poesía". Textos con múltiples relaciones con la poesía pero que, sin embargo, buscan incesantemente ensayar otros géneros, tradicionalmente distintos a la poesía, desde el cuento, el artículo de costumbres (y otros subgéneros periodísticos), la necrológica, la diatriba, el escrito político, la crítica literaria, hasta llegar, en algunos pocos casos, al dificultoso género de la "prosa poética". Textos que van disminuyendo con el tiempo, a medida que Ortiz concentra su esfuerzo en la poesía, en esa intensidad y esa extensión que le iba demandando su poesía.

Cuestiones similares plantean los poemas que quedan al margen, como el caso del Protosauce, que veremos más adelante, o el caso de la Poesía inédita. En este último conjunto, integrado mayormente por poemas que podrían haber formado parte de un cuarto tomo pero que no terminan por sí mismos de conformarlo, incluimos también los sonetos "Gualeguay" y "Tríptico del viento", escritos, al parecer, de manera lateral a dos poemas centrales: el poema "Gualeguay" y el poema-libro El Gualeguay Para mayor detalle, tanto de las Prosas como de la Poesía inédita, consultar las respectivas notas. .

Esto que llamamos el mito del cuarto tomo Algunos aspectos parciales del problemas de la existencia del Cuarto tomo, están desarrollados en las notas a la Poesía inédita y en las notas al libro El Gualeguay. , que ni el Protosauce, ni las Prosas, ni la Poesía inédita, logran agotar, es en realidad uno de los aspectos de una cuestión mayor que hace a En el aura del sauce, que es la cuestión de su organicidad.

Considerada en sus trazos más generales, debemos decir que no se trata de una organicidad programada, cuyo sistema haya podido ser formulado por Ortiz en alguna etapa de su trabajo, sino que se trata de un todo siempre en expansión, en torno a uno o varios ejes centrales, que se va constituyendo en el tiempo. En tanto libro único, En el aura del sauce abriga una paradoja constitutiva que se mantiene vigente en el cuarto tomo: buscar la completud replegándose y cerrándose sobre sí mismo, al mismo tiempo que constituyendo un organismo en progresiva expansión.(...)

Los libros

Ortiz escribió libros. Editó por su propia cuenta, desde El agua y la noche en 1933 hasta De las raíces y del cielo en 1958, diez libros que buscaron parecerse en la diagramación, en el formato, en la tipografía y en los dibujos que ilustraban sus tapas. Esta dualidad de poeta y editor, que él buscó, o a la que quizás las circunstancias lo condujeron, pero que lo acompañó durante toda su vida, feliz alianza entre el origen del poema y su destino, es una parte importante de su minucioso sistema de composición poética. Cuando hacia 1967, o 1968, la editorial de la Biblioteca Vigil de la ciudad de Rosario decide editar sus "Obras Completas" comienza un trabajo de preparación que demandará tres años de idas y venidas entre Rosario y Paraná, del que resultan los tres tomos de En el aura del sauce, donde a los diez libros editados se le suman: El junco y la corriente, El Gualeguay y La orilla que se abisma, que habían permanecido inéditos hasta entonces.

De estos trece libros que componen el Libro hemos consignado, en las notas que acompañan a esta edición, las distintas variantes sufridas por los poemas hasta llegar a la edición Vigil. Hemos podido seguir su derrotero en algunos casos desde originales mecanografiados o autógrafos del poeta, en otros casos desde algunas primeras publicaciones en diarios y revistas, o desde los libros Para mayor economía, en los casos de los diez primeros libros de En el aura del sauce, llamamos libro a la primera edición, realizada por Ortiz, para distinguirla de la segunda edición, la edición Vigil. El trabajo de notación de variantes no es exhaustivo. Se señalan las que presentan cierta significación, prescindiendo de variantes menores como por ejemplo los casos de cambios no relevantes en la puntuación. En este sentido, esta edición no pretende ser una "edición crítica", tarea que rebasa sus posibilidades y sus propósitos. Además, la situación filológica particular de En el aura del sauce, cuyo texto ha sido revisado enteramente por el autor, no necesita, por el momento, salvo en algunas cuestiones muy puntuales, de un trabajo crítico para el establecimiento de los poemas. .

En las notas, además de las variantes, se consignan distintas informaciones. Las diferencias extremas entre poema corto y extenso nos obligó, en algunos casos, a un estilo de escritura próxima al ensayo. En general hemos desistido de la idea de notas como glosario. Como se observa en poemas como "Del otro lado..." de La orilla que se abisma, difícilmente esa relación en definitiva dual que construye un glosario entre una palabra y su significado pueda dar cuenta de la complejidad de sentido que manejan muchas de las alusiones orticianas. El trabajo alusivo de Ortiz busca, en determinados momentos, producir un vacío de sentido que no se puede, ni se debe, "completar". El diccionario que en definitiva termina siendo muchas veces la anotación de un libro, con su tedioso inventario de significados y conceptos culturales, históricos, geográficos, en el caso de la poesía de Ortiz (y quizás en toda poesía), no podría sino dar cuenta de sí mismo, hablar solo, producir ruido. Por otra parte, como señala D.G. Helder Ver, en esta edición: D.G. Helder, "Juan L. Ortiz: un léxico, un sistema, una clave". en la introducción a En el aura del sauce, la utilización de muchos términos, por ejemplo los neologismos, tiene menos finalidades semánticas que eufónicas.

Ortiz se convirtió en editor de sus propios libros, en el seno de un sistema filial de escritura y lectura que le permitía, además de independencia creativa, la posibilidad de suavizar las variantes y erratas que se iban produciendo, regulando con un tiempo interno propio el crecimiento de la obra. Hasta donde hemos podido constatar, el poema adquiere en un determinado momento cierta "cristalización", buscada por el poeta y custodiada por el editor. (...)

A diferencia de escritores como Borges que, en el momento de editar sus "Obras Completas", reescriben el pasado, corrigiendo versos, tachando poemas, incluso libros enteros, Ortiz en cambio busca un texto futuro, no menos utópico, y en similar tensión incesante entre su cierre y su apertura. A Ortiz le llama la atención, por ejemplo, el trabajo de sucesivas reescrituras que Mastronardi emprende con su poema "Luz de provincia", y no puede dejar de consignarlo, de paso, cuando lo menciona en el poema "Gualeguay" de La brisa profunda: "Con él, en fin, en la `luz de provincia' que habría de macerar aún".

A medida que va escribiendo una obra creciente en complejidad, a medida que somete su instrumental poético a poemas cada vez más extensos e intensos, Ortiz concentra todo su tiempo en el trabajo poético. El tiempo será una preocupación incluso hasta el final de su vida cuando, adquirida cierta notoriedad, su casa de Paraná es visitada asiduamente por periodistas y admiradores. Como dice en un reportaje de 1976: "el tiempo, para mí, es cada vez más precioso" Reportaje de Mario Alarcón realizado en 1976 y publicado en el diario Concordia el 2 de octubre de 1988. .

Deja prácticamente de escribir cartas, cosa que lamenta Alfredo Veiravé cuando, a principos de los `60, le solicita "datos biográficos" (para su "Estudio preliminar para una antología de la Obra Poética de Juan Ortiz"), para lo cual Ortiz, negándose a otra forma que no sea la poética, lo remite a los poemas biográficos "Villaguay" y "Gualeguay". Es posible pensar, con Veiravé, que la correspondencia de Ortiz haya ido disminuyendo con el tiempo y que se haya limitado, en un momento dado, sólo al envío de libros y de "fe de erratas". En este sentido, es posible leer su poesía como una extensa e incontestable carta.

Otra de las características de Ortiz es no dejar textos laterales sobre el trabajo poético. No guarda los borradores de los poemas, no lleva ninguna libreta de notas, no escribe un Diario. Resulta difícil, dado su particular recato para referirse a sí mismo, imaginar a Ortiz escribiendo un diario.

Cuando Juana Bignozzi le pregunta sobre los libros de su preferencia, Ortiz contesta:

No tengo preferencias, a veces los leo para tener a qué atenerme de ciertos momentos de los cuales el recuerdo se me ha esfumado. Yo sé que esos momentos están consignados con los recursos que yo en ese momento contaba. A veces pienso que hay un poco de cenizas de los momentos que ardieron... Bignozzi, Juana, reportaje incluido en el libro Juanele, poemas. Buenos Aires, Carlos Pérez Editor, 1969.

(...)

El agua y la noche

Ortiz escribió libros. Y ya en el primero, El agua y la noche, están, presentes o suspendidos, todos los componentes temáticos de En el aura del sauce. Así como se demoró en cerrar por primera vez el Libro (los tres tomos de la edición Vigil), así también se demoró en abrirlo. Tenía treinta y siete años cuando publicó El agua y la noche, libro con el que su obra se ponía en marcha a partir de una "selección".

Y en esta puesta en marcha estuvo Mastronardi. Si leemos atentamente el relato agradecido que hace Ortiz de lo que significó su impulso a este primer libro, podemos ver que Mastronardi está presente en todos los pasos de una larga secuencia de operaciones (hacer copias de los poemas, distribuirlos entre amigos, recoger opiniones, editarlos, difundirlos, etc.), pero queda excluido de la selección que constituye al libro. Ortiz aclara: "hice esa selección y quedaron muchísimos afuera" Ibídem. .

Ubicados en el momento de la selección, en este libro hipotético que llamamos Protosauce (ver notas), podemos reconstruir parcialmente cómo se organiza la puesta en marcha de En el aura del sauce, articulada, al mismo tiempo, sobre la afirmación y la suspensión.

Porque si consideramos los poemas del Protosauce, sobre todo en lo temático, veremos que muchos de estos poemas no han sido desechados, sino, más bien, suspendidos. Son como bocetos, estudios provisorios de temas del trabajo posterior. La línea que trazan muchos de ellos llega, incluso, hasta los últimos poemas de En el aura del sauce. Por ejemplo, son muy significativos dos poemas suspendidos que tratan sobre ríos. Uno de ellos, "En el río Paraná", es apenas un ensayo de lo que el poeta recién treinta años después, con "Al Paraná" (El junco y la corriente), terminará de esbozar, y el otro, "El río Gualeguay", prefigura el poema-libro El Gualeguay que surge cuarenta años después, y cuya escritura parece no poder detenerse. Estos dos poemas dejados al margen llaman particularmente la atención porque denuncian la presencia germinal de uno de los ejes centrales de la poesía de Ortiz que es la relación de diálogo con los ríos (en el marco de la relación que, en general, mantiene con el paisaje entrerriano). Y a esta relación con los ríos, presente de esta manera desde el comienzo, Ortiz decide dejarla en suspenso hasta tanto sus hombros puedan cargar con semejante peso, hasta tanto su instrumento poético esté lo suficientemente afinado.

Otro poema que queda fuera, "Rama de sauce" ("Rama de sauce soy curvada sobre el río/ en busca del sentido de la noche del agua"), fuertemente anclado en los tópicos "agua" y "noche" que constituyen a este primer libro, pero que al mismo tiempo prefigura el tema del sauce,imagen-palabra-metáfora-alusión-alegoría, que se constituirá en el tema por excelencia del Libro mayor. Con el apresurado tratamiento empático de este tema ("rama de sauce soy") que señala, por otra parte, una preocupación igualmente central de su poesía: la comunión, en "Rama de sauce" (al igual que con los poemas a los dos ríos) hay un avance "retórico", que queda en el vacío, en suspenso. En esa suspensión, como en la de muchos otros poemas, podemos entender esta operación de selección que constituye a El agua y la noche y que compromete a la obra con el trabajo futuro.

El agua y la noche, umbral de En el aura del sauce, es un libro antológico y por esta constitución se diferencia de los libros que lo suceden, como también se diferencia por su tipografía, por su diagramación y por su tapa. Un libro que se distingue de los otros en lo que muestra, pero que se parece significativamente en lo que oculta.(...)

Gualeguay

Los libros, a veces, adquieren una cierta madurez, y se puede ver con facilidad el motivo que los reúne (de manera simple, casi ingenuo, como el dibujo que ilustra sus tapas) como el tema del canto en El aire conmovido, de la mano en La mano infinita, o de la muerte en La brisa profunda. Pero ya entonces estaba ahí, aparte, el poema "Gualeguay", un largo poema que Ortiz escribe al cumplirse los 170 años de la fundación de la ciudad y que le demanda un tiempo inusual de trabajo. En abril de 1953 escribe a un amigo: "Pisarello pasó por acá y lo interesé en la edición de La brisa profunda, que así se llamará lo que ya está preparado, fuera del poema `Gualeguay', aunque éste, para no demorar mucho su salida, a pesar de su extensión, podría ir al final de esa `brisa' " Ver, en esta edición, "Carta a Emilio" en Envíos. .

"Gualeguay" se incluye, sí, al final de La brisa profunda, que se publica en 1954. Pero es un poema autónomo, casi un poema-libro (como luego lo será enteramente El Gualeguay). Tanto su autonomía, como su inclusión en La brisa profunda, son por el momento precarias. Los límites del poema y los límites del libro se confunden ahora y la unidad anhelada de cada libro comienza a romperse. Lo mismo sucederá, en el libro siguiente: El alma y las colinas, con el poema largo "Las colinas" que, al igual que "Gualeguay" va al final, como apartado. En el caso de El alma y las colinas, el libro mismo, desde su título, pone en evidencia en la coordinación "y" este problema de la inclusión.

Hay un sucederse de los libros en En el aura del sauce, y un surgimiento, al mismo tiempo, de los poemas extensos como detenciones (pensándolo desde la metáfora fluvial diríamos "esteros"), o como anomalías. Poemas-libros que se despliegan en la extensión, que se desarrollan en el espacio y el tiempo: el tiempo de la memoria de "Gualeguay", el tiempo cíclico de la marcha de los meses y las estaciones de "Las colinas"; el espacio de la ciudad, con sus calles, sus plazas, sus barrios, sus campos linderos, las casas y las habitaciones en las que se ha vivido, o el espacio de la provincia, de río a río, donde danzan las colinas. Poemas-libros, en definitiva, que se extienden en el papel por el ímpetu mismo de abarcar un espacio, el de la hoja, y desarrollarse en un tiempo, el de su lenta lectura, que quiebran la unidad de los libros que no pueden contenerlos, y que pasan al mismo tiempo a conformar otras unidades, mayores, en busca del Libro.

Luna en Pekín

En 1957 Ortiz viaja a China. Este viaje se verá reflejado en El junco y la corriente, como aquel viaje de Gualeguay a Paraná en 1942 se viera reflejado en El álamo y el viento, y será, al mismo tiempo, otro momento de ruptura de la obra, última etapa hacia En el aura del sauce.

(...)

Es muy difícil saber lo que significó para Ortiz el encuentro con China, porque es muy difícil saber qué era China para el poeta antes de China, él que no era un chino, que no podía de ninguna manera llegar a ser un chino, pero que se interesó desde muy joven por la poesía china, por el ideograma chino, por la cultura china, por la política china, y a quien le gustaba hacerse ver "con un aire oriental", según lo muestran algunas fotografías, o según lo describen algunos testimonios.

Los poemas que surgen de la visión de China, de su cultura, de su geografía, son, indiscutiblemente, poemas de Ortiz, marcados por su estilo y sus palabras, pero al mismo tiempo son "otros" en su aspecto físico, en su diagramación. Presentan una geografía diferente en la página a la de todos los poemas anteriores, al mismo tiempo que tratan con un paisaje distinto al que hasta ahora había sido el motivo de la poesía de Ortiz. Ahora es otro país, son otras ciudades, otros ríos, otros "dioses".

Pero así como estos poemas de aspecto diferente siguen siendo esencialmente poemas de Ortiz, de la misma manera el nuevo paisaje sigue siendo un paisaje propio: el río Yan-Tsé despierta, sobre su superficie, evocaciones de un "espacio del corazón" que, según como ya había sido definido en el poema "Venía de las colinas..." de La mano infinita, es al mismo tiempo "infinito y súbito":

Llueve en mi corazón y llueve sobre el Yan-Tsé.

Pero por qué no estáis aquí,

vidas, oh dulces vidas, a las que yo no sabía en otro espacio, también,

que el de mi corazón...?

Ante el río Yan-Tsé, ante la ciudad de Pekín, ante el cielo de ese otoño de China, el poeta no puede dejar de ver el río propio, la ciudad propia, el cielo propio (donde en ese mismo momento florecía la primavera), como si el paisaje de la poesía fuera un paisaje único cuya construcción se anuda definitivamente en la infancia.

En el mismo sentido, en este libro tan diferente que es El junco y la corriente en tanto suma de partes (en él se puede reconocer fácilmente la presencia de dos libros, el primero de los cuales es el que surge precisamente del viaje a China, constituido por un material homogéneo y autónomo, y un segundo libro que comienza a partir del poema "Entre Ríos") entra en crisis más que nunca el libro como unidad, y comienza a aparecer, en la misma ruptura, el rostro de En el aura del sauce donde todos los libros van a confundirse.

Entre Ríos

Un poeta se identifica menos por la originalidad de las metáforas, o alegorías, o alusiones, o símbolos que logra construir que por la manera como quiebra los límites, de por sí difusos, entre metáfora, alegoría, alusión, símbolo, todos ellos, en realidad, relaciones entre una materia sonora y su significado, todos ellos palabra.

El sauce que, en tanto imagen, en su forma es como un río del cual sus hojas alargadas y finas serían los peces, en el poema "Entre Ríos" no es un río, ni es, mucho menos, como un río, sino que es una "cita de ríos". Y, al mismo tiempo, en ese sauce que siempre está entre ríos, que crece en las márgenes de los ríos, se simboliza, o se metaforiza, el "país", Entre Ríos, pero un país que a su vez tiene un significado que va más allá del sauce o que la sombra del sauce no alcanza a cubrir, que va mucho más allá, que es "él", el que no puede decirse, o nombrarse, el del "entre".

¿Pero un "entre" entre qué cosas es el país? ¿Un "entre" entre qué términos, entre qué ríos, o entre qué ríos de qué sauces? Como si "entre" fuera, a su vez, otro río impreciso que corre más allá, entre otros márgenes, variables y vibrantes, a la espera de un significado, futuro, como toda idea de un país que todavía no es, que está por ser, y cuyo territorio debe todavía delinearse.

Así, el poema "Entre Ríos" que, a su vez, está "entre" los dos libros de El junco y la corriente y "entre", en definitiva, todos los libros y el Libro, En el aura del sauce, traza, dibuja, un hilo complejo de desplazamientos y variaciones semánticas en torno al sauce, que es la imagen que nombra el título del Libro. Desplazamientos y variaciones que van y vienen del sauce al río, del río al territorio, del territorio a su historia, de su historia a su geografía, en busca de una esencia difícil de aprehender, residente en el silencio de lo que no puede decirse, o de lo que debe decirse haciendo oír, como concluye el poema, su silencio. El silencio que aquellos desplazamientos, a su vez, enmudeciendo el sentido de las palabras sauce, río o país, buscarían hacer surgir.

El "país" Ortiz es algo que no puede formularse. Ni siquiera la comprensión del sauce que le llegara (precisamente en China) a Michaux, puede detenerse en sí misma:

Pero es mi país, únicamente, el sauce [?]

(...)

El río

El Gualeguay es el poema más extenso de la obra de Ortiz y ocupa los márgenes de un libro. Un poema donde se resuelve en esta forma de poema-libro la unidad que los poemas habían venido buscando y trazando desde el principio. Y además un poema que, como síntesis de esa imagen de poema-río tan anhelada por Ortiz, es al mismo tiempo el cauce donde van a desembocar todos los hilos de su poesía. Como dice Tamara Kasmenszain en El texto silencioso:

En la fundación de ese río se sintetizaron todas las vertientes de la sabiduría poética ortiziana.

En este sentido El Gualeguay, como el poema "Las colinas", es más una ars poetica que aquellos poemas que, como "Ah, mis amigos, habláis de rimas...", tienen a la poesía como tema. La "sabiduría poética" de Ortiz es una sabiduría que no puede formularse. El sistema poético de Ortiz no puede detenerse para mirarse a sí mismo. Debe discurrir, como la savia que alimenta al árbol, como el agua que nutre al río. Si volvemos a leer con mayor atención:

Me has sorprendido, diciéndome, amigo,

que "mi poesía"

debe de parecerse al río que no terminaré nunca, nunca, de decir...

(...)

En El Gualeguay, como Poética, están reunidas todas las imágenes de la poesía de Ortiz: todos los tonos de la luz reflejada en las aguas del río a lo largo de todos los tiempos; todas las imágenes del territorio (la lira, el laúd, el sauce, que dan cuenta de la forma del "entre ríos") y de su historia (los caudillos que la agitaron); todas sus palabras y sus procedimientos; todos sus temas; todos sus motivos. Y sin embargo el libro no puede cerrarse. En lo que son dos de las más importantes "correcciones" que Ortiz hace a la edición Vigil, agrega la palabra "fragmento" al principio, para definir al poema, y "continuará", entre paréntesis, al final, para no detener su fluir.

En el mismo sentido de esta "continuación", el trabajo que emprenderá Ortiz luego de la aparición de En el aura del sauce será el del "Cuarto Tomo".

Ya no buscará escribir otro libro. Todos los versos, todos los poemas, todos los libros, desaparecen ahora en este Libro mayor, de límite imposible, de cuyos "tomos" el poeta, en su paso por la vida, sólo nos habrá podido entregar una parte.

Esta edición

Muchos de los rasgos "visibles" que constituyen la poesía de Ortiz, como el "quehacer" de sus libros, no son siquiera rasgos distintivos. Es común que un poeta de provincia se vea obligado a ser su propio editor. Es común ese formato tan propio de sus libros (hay decenas, cientos de libros contemporáneos a los suyos que se le parecen), como también son comunes el motivo paisajista y el tono elegíaco. El mismo Ortiz trataba de disculpar a su provincia, y a sí mismo, de tanta elegía, en su trabajo "El paisaje en los últimos poetas entrerrianos" (ver Comentarios):

Verdad es que toda la poesía del interior tiene algo que ver con la elegía, en Entre Ríos y en todas las provincias del mundo...

Y sin embargo la manera como Ortiz se relacionó con cada uno de estos problemas, motivos, o tonos; la constitución, con estos elementos y no otros, desde el primer libro, de un universo poético propio en el seno mismo de lo indistinto del paisaje (humano y geográfico) de la región; la admirable concentración de su trabajo para la evolución, en el tiempo, de una música —utilizando ahora una imagen de Gola— que desde el hilo de flauta de sus primeros poemas crece hasta las grandes sinfonías de sus poemas mayores, lo condujeron a una obra poética tan única y tan incomparable como un río o como un árbol.

(...)

Acompañados entonces por estos estudios preliminares, los libros En el aura del sauce, Protosauce, Poesía inédita y Prosas componen, cada uno desde su respectivo lugar, este gran libro de la Obra Completa de Juan L. Ortiz que ahora presentamos.

Una obra que buscó, anheló, rozó, esa forma única del Libro. Esa forma informada, cerrada y abierta, azarosa y absoluta, que debería contener la escritura siempre cambiante de la vida.

Esa forma que ha de suspenderse como ramas del árbol que no ha podido todavía dar cuenta de su cielo, o discurrir como el río que repite un fluir que, según el célebre aforismo heraclitano, nunca es el mismo.




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